Una Mujer de Luz
Una historia de amor más allá de la Tierra
Las experiencias de los seres en la Luz nos ayudan a vivir con la esperanza de un reencuentro con los seres que amamos. Este caso es incluso poético y bello porque nos habla de amor.
Estaba allí, frente a ella, agotando los últimos momentos que me quedaban por verla, pronto partiría hacia un lugar desconocido para mí del que ella me hablaba con absoluta fe. Quería pensar que algún día volveríamos a encontrarnos, pero no podía estar seguro, por eso mi mirada no se apartaba de ella.
Su mano cálida todavía se movía débilmente como si quisiera acariciarme y la mía la mimaba con ternura. Karen fue mi compañera de vida pero nunca le pedí en matrimonio y ella aunque le hubiera gustado formar una familia conmigo nunca me pidió nada. Todo el mundo la quería, era generosa y comprensiva con todos y su carácter cariñoso hizo de ella una mujer con luz. Sus largos silencios quizá hicieron que no la acabara de conocer, su mundo interior la colmaba de bendiciones, decía. Creía en Dios, en un dios especial, al que no veíamos porque no es una persona, si fuera una persona no hubiera podido crearnos. Eran palabras sencillas que fluían de ella con naturalidad. Siempre me habló de que no necesitaba la fe para creer porque sabía que el mundo espiritual existía ya que podía verlo cuando oraba.
Karen respiró profundamente y su mano de desvaneció entre las mías, el dolor me invadió, lloré al mismo tiempo que la abrazaba y la besaba. Las lágrimas me molestaban porque impedían seguir mirándola, estaba roto de dolor, en cambio su rostro parecía en total paz y poco a poco esa paz me llegó al pecho relajando mi cuerpo y despejando mis ojos de lágrimas. Nunca había sentido aquella sensación de paz, tan grande que no podía explicar. Pensé que era algo irreal, que quizá estaba desfallecido, pero no era así, poco a poco pude ir ordenando mis pensamientos y sentí que realmente ella me transmitía esa paz, mostrándome así que nada había terminado y que el reencuentro que ella me contaba y en el que yo tenía puesta poca esperanza era una realidad. Tanta realidad que ahora estoy con Karen en la paz de ese mundo del que ella me hablaba, envueltos de esa maravillosa sensación pacifica que aquí se vive. La siento, la miro, la amo, con el amor real que se consigue cuando el apego al cuerpo se desvanece y se libera del deseo. Cuando llegué estaba esperándome como una novia espera al novio en el altar, con un fino tul y una vestido blanco. La miro, resplandece y lleva una corona de pequeñas flores que ha recogido de su paraíso y que nunca se marchitan, como ella, que la veo como el día que la conocí, tan hermosa como aquella tarde en que al salir del trabajo me preguntó si conocía una calle, la acompañé hasta allí y jamás volví a separarme de ella, hasta el momento que dejó su cansado cuerpo para volver a ser lo siempre sentí que era: una mujer de luz.
©Canalizado por Júlia García. Se concede permiso para compartir sin alteraciones, citando el canal y el sitio web:https://unashorasdeluz.wordpress.com/
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