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martes, 3 de marzo de 2015
LA JOYA EN EL LOTO – el cuerpo egoico
Oculto en el mismo centro o corazón del loto hay un punto brillante de fuego eléctrico de un tono blanco azulado (la joya en el loto), circundado y completamente oculto por tres pétalos herméticamente cerrados. Alrededor de este núcleo central o llama interna, están dispuestos los nueve pétalos en círculos de tres pétalos cada uno, formando en total tres círculos. Dichos pétalos, igual que los tres centrales, están formados por la sustancia de los ángeles solares -sustancia que no sólo es sensoria como la que compone las formas de los tres mundos y los cuerpos lunares, sino que tiene una cualidad adicional de “yoísmo” o autoconciencia, que permite al ente espiritual, situado en el centro, adquirir por su intermedio, conocimiento, percepción y autorrealización. Los nueve pétalos tienen un color predominantemente anaranjado, aunque los otros seis colores existan como secundarios en distintos tonos. Los tres pétalos internos son de color amarillo limón. En la base de los pétalos del loto están los tres puntos de luz que marcan el lugar de los átomos permanentes, el medio de comunicación entre los Ángeles solares y los pitris lunares. El Ego, por intermedio de estos átomos permanentes, de acuerdo a su grado de evolución, puede construir sus cuerpos lunares, adquirir experiencia y conocimiento en los tres planos inferiores y llegar a ser consciente. En una vuelta más alta de la espiral la Mónada, por intermedio de los pétalos egoicos y con la ayuda de los Ángeles solares, adquiere conocimiento y se hace análogamente consciente en niveles más excelsos.
La luz interna que se halla en los átomos permanentes tiene un fulgor rojo apagado; por lo tanto tenemos tres fuegos manifestándose en el cuerpo causal -fuego eléctrico en el centro, fuego solar circundándolo como la llama circunda el núcleo central o esencia en la llama de una vela y fuego por fricción, que se asemeja al pabilo enrojecido que se encuentra en la base de la llama superior.
Estos tres tipos de fuego en el plano mental -que se unen y unifican en el cuerpo egoico- producen con el tiempo irradiación o calor, que afluye por todas partes del loto produciendo esa forma esferoidal que observan los investigadores. Cuanto más evolucionado sea el Ego y estén más abiertos los pétalos, mayor será la belleza de la esfera circundante y más inmaculados sus colores.
En las primeras etapas, después de la individualización, el cuerpo egoico tiene la apariencia de un capullo. El fuego eléctrico del centro no se percibe y los nueve pétalos están cerrados sobre los tres internos; el color anaranjado tiene un aspecto apagado, y los tres puntos de luz en la base sólo son puntos y nada más; tampoco se percibe el triángulo que se ve luego conectando dichos puntos. La esfera circundante es incolora y sólo es observada como vibraciones ondulantes (como las ondas en el aire o el éter) llegando escasamente más allá de la línea de pétalos.
En el momento en que se recibe la tercera Iniciación tiene lugar una transformación maravillosa. La esfera externa, de amplio radio, fulgura con los colores del arco iris; las corrientes de energía eléctrica que circulan en ella son tan poderosas que escapan fuera de la periferia del círculo, asemejándose a los rayos del sol. Los nueve pétalos están totalmente abiertos, formando un gracioso engarce para la joya central, y su matiz anaranjado es ahora de una primorosa transparencia, salpicada de muchos colores, predominando el del rayo egoico. El triángulo que se halla en la base es vívido y chispeante y los tres puntos son pequeños fuegos fulgurantes, apareciendo ante la vista del clarividente como séptuples verticilos de luz, que hacen circular su luz entre los puntos de un triángulo que se mueve rápidamente.
En el momento de recibir la cuarta Iniciación la actividad de este triángulo es tan grande que se parece a una rueda girando rápidamente. Tiene un aspecto cuadridimensional. Los tres pétalos en el centro se están abriendo, revelando la “joya radiante”. En esta iniciación, por la acción del Hierofante que maneja el Cetro de Poder eléctrico, los tres fuegos son estimulados repentinamente por un descenso de fuerza eléctrica o positiva, desde la Mónada y, en respuesta, su fulgor produce esa fusión que destruye toda la esfera, desintegra toda apariencia de forma y establece un momento de equilibrio o suspenso, en que los “elementos son consumados por el ardiente calor”. Entonces se conoce el momento de radiación más intensa. Luego -por la pronunciación de cierta Palabra de Poder- los grandes Ángeles solares absorben en sí mismos el fuego solar, produciendo así la desintegración final de la forma y, por ende, la vida se separa de la misma; el fuego de la materia retorna al depósito general, y ya no existen los átomos permanentes ni el cuerpo causal. El fuego eléctrico central se centraliza en atma budi. El Pensador o la entidad espiritual se libera de los tres mundos, funcionando conscientemente en el plano búdico. Entre las etapas de inercia pasiva (aunque autoconsciente) y de actividad radiante que produce un equilibrio de fuerzas, hay una larga serie de vidas.
(Tratado sobre fuego cósmico. pag.452-453)
La Paz es contigo
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