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martes, 19 de abril de 2016

EL MISTERIO DE LOS SIETE RAYOS


EL MISTERIO DE LOS SIETE RAYOS

Tal como anuncié en una de nuestras conversaciones anteriores, vamos a iniciar hoy el estudio del interesante y profundo tema de “LOS SIETE RAYOS”, intentando descubrir conjuntamente su procedencia, su significado y su augusta finalidad en relación con el proceso de evolución de nuestro Universo.

Aceptada como lógica la idea de una Jerarquía espiritual planetaria que dirige la evolución de la humanidad, la representación del Quinto Reino de la Naturaleza, el de las Almas liberadas, tomaba cuerpo y consistencia objetiva en nuestra mente y nos invitaba a penetrar en el estudio de los misterios espirituales que constituyen aquel Centro infinito de redención del género humano.

No vamos a repetir aquí cuanto dijimos en una anterior conversación acerca de la instauración, funciones y finalidad del Quinto Reino, o de la Gran Fraternidad Blanca, tal como esotéricamente se lo denomina, aunque sí nos será de utilidad insistir sobre el hecho de que el Centro total de la evolución en nuestro planeta es aquel SER, conocido ocultamente bajo el nombre místico de SANAT KUMARA, quien rige los destinos del mundo y de todo cuanto en el mismo “vive, se mueve y tiene el ser”, secundado estrechamente por otras seis grandes Entidades espirituales de elevadísima trascendencia a quienes la tradición esotérica denomina Budas esotéricos o Budas exotéricos, según sea el carácter interno o externo de su TRABAJO en relación con la evolución planetaria.

La idea de este grupo central constituido por SANAT KUMARA, el Señor del Mundo y los seis Budas antes descriptos nos introducirá en el estudio de los SIETE RAYOS que iniciamos hoy, ya que cada uno de ellos excelsos Seres encarna alguna de las Siete Cualidades distintivas del Logos de nuestro Sistema Solar, cuyas corrientes de energía constituyen precisamente los SIETE RAYOS, que constituyen en su totalidad la Vida de nuestro Universo.

Hecha esta pequeña introducción vamos a intentar aclarar ahora el sentido de los Rayos cósmicos que condicionan la vida solar. Para ello será necesario que nos remontemos a las causas motivadoras de nuestro Universo, ya que sin una concepción más o menos objetiva o intelectual de las raíces cósmicas del mismo, nos resultaría poco menos que imposible comprender el origen de los Siete Rayos, tal como se manifiestan en nuestro Sistema Solar y muy concretamente en nuestro planeta.


A. GENEALOGÍA DEL UNIVERSO

Leyendo en los anales esotéricos y místicos del pasado reflejados en las páginas de los antiquísimos Libros de Jerarquía, hallamos esta curiosa y al propio tiempo aleccionadora idea acerca del principio de nuestro Universo: ‘‘…Los Siete grandes RISHIS de la OSA MAYOR tomaron como esposas a las Siete gráciles Vírgenes de las PLÉYADES”.

Tal es aparentemente, y según se refleja en nuestro entendimiento, el origen místico de la frase “maridaje celeste”, a partir del cual se inició el proceso cósmico que dio vida a nuestro Universo. 

Más adelante puede leerse: “SIRIO, la rutilante estrella que inundaba con su Luz las grandes soledades cósmicas, sancionó desde su elevada y misteriosa Atalaya aquella indescriptible e inmaculada unión y envió para santificarla a uno de SUS HIJOS MUY AMADOS, quien era allí MAESTRO DE MAESTROS Y DIGNÍSIMO EN AMOR Y SACRIFICIO”. 
No podría ser descrito más gráfica ni poéticamente el Misterio de la Encarnación, realizado en los altos niveles cósmicos por medio de este SER, de “quien nada puede decirse”, que es el Señor de nuestro Universo y que aparentemente procede de la gran estrella SIRIO de la Constelación del CAN.

Analizando este grupo de ideas desde el ángulo esotérico de la analogía, podríamos llegar a las siguientes conclusiones:

a. La Constelación septenaria de la OSA MAYOR es de orden positivo y de carácter masculino.

b. La Constelación de LAS PLEYADES, asimismo septenaria, es de orden negativo (en relación con la OSA MAYOR) y de carácter femenino.

c. La Conjunción magnética de ambas Constelaciones o “Maridaje Celeste”, aprovechando óptimos planos de incidencia cósmica, determinó una respuesta desde SIRIO. 

Es la concepción física de nuestro Sistema Solar y la encarnación del Logos de nuestro Universo.

De este triple Misterio al cual hacen referencia sutil y mística la mayor parte de los llamados “Libros Sagrados de la Humanidad”, se deriva la concepción, estructura física y expresión psicológica de este Universo de cuyo contenido espiritual formamos parte. Se trata, como verán ustedes, de darle una explicación lo más racional que nos sea posible a todo cuanto en relación con nuestro Universo fue encubierto por los secretos velos de un elevado Misterio espiritual. 

No olviden ustedes que estamos viviendo hoy día bajo la tremenda presión de los grandes avances científicos y tecnológicos y que las verdades esotéricas deben ser analizadas muy concreta y analíticamente por los investigadores de las verdades ocultas de la Naturaleza. 
Así pues en nuestra conversación de hoy trataremos de darle consistencia científica a las ideas esotéricas que nos fueron transmitidas a través de las alegorías poéticas y místicas de los Libros Sagrados que salvaguardan la gran tradición hermética de la Sabiduría.

No podríamos darle en verdad una explicación intelectual o racional, es decir, comprensible, a la expresión septenaria de la Naturaleza sin remontarnos previamente a las elevadas Fuentes místicas que encubren las altas verdades espirituales y fueron causa y motivo de la SÉPTUPLE CONSTITUCIÓN y expresión Universal. 

Les ruego, por tanto, mediten atentamente cuanto hemos dicho hasta aquí con respecto a los orígenes de nuestro Universo. Apliquen la analogía y sin tratar de forzar la mente, ya que una mente sujeta al esfuerzo difícilmente puede comprender el alcance de cualquier posible verdad, sigan atentamente el proceso. Aparecerá así indudablemente ante su vista un extenso cuadro de valores psicológicos realmente insospechables que hará posible que a partir de aquella primera “Gran Concepción Universal Septenaria” realizada en niveles cósmicos, podamos empezar a hablar psicológicamente de los SIETE RAYOS y a ver algo más claro cuanto a través de la tradición esotérica y mística nos comunicaron los libros de teosofía y de elevada concepción filosófica.

La estructura espiritual y física de nuestro Universo se fundamenta en las dos grandes corrientes de vida septenaria que fluyen por medio de las Constelaciones de la OSA MAYOR y de las PLÉYADES. La organización de tales corrientes de vida y energía y su distribución en orden a densidades -si podemos utilizar esta expresión- determina la creación de los Siete Planos del Sistema Solar, de los cuales emanan las energías que determinan los Siete Esquemas terrestres, las Siete Cadenas planetarias, las Siete Rondas de cada Cadena, los Siete planetas de cada Ronda, los Siete Reinos de la Naturaleza, las Siete Razas humanas, cada cual con sus siete correspondientes subrazas, las Siete modificaciones del Éter, las Siete cualidades de la Luz, o siete colores del espectro solar, las Siete Notas fundamentales del Sonido y, en lo que a la humanidad respecta, los Siete tipos psicológicos, los Siete grandes centros etéricos de distribución de la energía, denominados técnicamente CHACRAS, cada cual con su correspondiente glándula endocrina, etc., etc.

Como ustedes verán, y tal como la analogía nos lo demuestra, el Macrocosmos y el microcosmos se complementan en este denominador, común que en los estudios esotéricos es denominado LOS SIETE RAYOS. 

A partir de momento sólo deberemos ir concretando detalles dentro de la impresionante majestad del conjunto que iremos estudiando y tratar de darle validez científica al hecho psicológico del hombre como un Septenario que refleja en su vida todo cuanto ocurre en los vastos océanos de lo Cósmico, ya que, según dicen todas las grandes religiones del mundo “el hombre es hecho a imagen y semejanza de la Divinidad”.

B. LOS PLANOS DEL SISTEMA SOLAR

De acuerdo con los estudios esotéricos, tales son los Planos o niveles donde se proyectan y desde donde se distribuyen las energías de los SIETE RAYOS:

Rayo 1º PLANO ÁDICO (el de la propia Divinidad)
Rayo 2º PLANO MONÁDICO (o Espiritual)
Rayo 3º PLANO ÁTMICO
Rayo 4º PLANO BÚDICO (Tríada Espiritual)
Abstracto
Rayo 5º PLANO MENTAL (El Ángel Solar)
Concreto
Rayo 6º PLANO EMOCIONAL
Etérico
Rayo 7º PLANO FÍSICO (La Personalidad Humana)
Denso

Siempre de acuerdo a cuanto hemos aprendido en los libros ocultistas, habrá que señalar algo que ustedes quizás ya saben, o sea, que los Planos Átmico, Búdico y Mental constituyen los niveles expresivos de la llamada TRÍADA ESPIRITUAL, o expresión monádica -tal como se expresa por medio del Ángel solar en el tercer subplano del Plano mental. 

Hay que remarcar también que el aspecto concreto de la MÓNADA, o Manas inferior, constituye el intelecto humano el cual, unido a los componentes kármicos invocados desde los niveles emocionales y físicos, constituyen la entidad psicológica que técnicamente definimos como “Personalidad Humana”.

Nada vamos a hablar hoy sobre las expresiones particulares de un Esquema Terrestre. 

Bastará indicar que cada Logos Planetario es responsable de su propio Esquema de evolución ante el Logos Solar, de quien dimana toda forma de vida y toda corriente de energía. 
Sólo indicaremos, como materia simplemente informativa, que un Esquema terrestre consta de Siete Cadenas de Mundos, que cada una de estas cadenas tiene Siete Rondas, o procesos de encarnación, que cada Ronda abarca la evolución de Siete planetas, solidarios entre sí y kármicamente unidos -si podemos decirlo así- durante el proceso de manifestación de una Ronda planetaria, la cual, según se nos dice ocultamente, es la proyección evolutiva del aspecto personal del Logos de un Esquema terrestre.

Ahora bien, es interesante saber en orden a nuestro estudio que cada planeta en evolución dentro del ciclo correspondiente a su Cuarta Ronda (o encarnación física de Logos planetario), desarrolla y pone en actividad Siete grandes Razas Raíces y que cada una de estas Siete grandes Razas se subdivide en otras tantas subrazas, cada una de las cuales con sus peculiares y correspondientes cualidades y características.

Sabemos también, inducidos por el principio hermético de analogía, que en la Naturaleza planetaria evolucionan Siete Reinos de los cuales sólo conocemos los cuatro primeros, es decir, el mineral, el vegetal, el animal y el humano, aunque empezamos a entrever la grandeza del Quinto Reino, el Espiritual, quedando ante nuestra perspectiva como una tremenda incógnita para el futuro, la evolución de otros dos Reinos para los cuales nuestra mente carece absolutamente de cualidades para poder identificarlas.

Hay que distinguir también en cada Plano, siempre en orden a densidad de vibraciones, a los siete elementos naturales constituyentes del mismo con raíz en el Éter, la sustancia universal de Creación, de los cuales solamente conocemos Cinco, los más próximos a nuestro presente estado de evolución por estar enlazados con la Naturaleza del plano físico, o sea, la tierra, el agua, el fuego, el Aire y el primer Éter, reconocido oficialmente por la Ciencia actual, aunque se carece todavía de los necesarios aparatos técnicos para poder detectarle objetivamente.

Quedan todavía otros dos éteres más sutiles que entran en la composición del cuerpo etérico de los seres humanos y completan la maravillosa organización física del Universo.

La complejidad grandiosa de la estructura universal determina así que SIETE elementos químicos de base, siguiendo un orden creciente de sutilidad y sensibilidad, constituyan la base orgánica de los cuerpos en todos aquellos niveles en donde la FORMA de que se reviste el aliento espiritual de la Divinidad precise todavía de una cierta densidad objetiva, tal como ocurre en los bajos niveles emocionales y en el nivel mental concreto, pero a partir de ahí el Aliento espiritual divino utiliza una especie particular de Éter en cuya composición entran unos elementos realmente imponderables desde el ángulo de vista de la percepción humana.

Sólo cuando el alma se libera de la sustancia grosera de sus cuerpos de densidad mayor y entra en la mágica corriente de la Iniciación, empieza a ser consciente de tales niveles de sutilidad. No podemos, por tanto, entrar en su consideración en nuestras conversaciones, aun cuando y de acuerdo con el principio de analogía demos por “supuesta” la existencia de estos elementos imponderables que constituyen los agentes cohesivos de nuestro Sistema Solar.

Vicente Beltrán Anglada
 
http://trabajadoresdelaluz.com.ar/

La Meditación


Me gustaría, si puedo, hablar acerca de la meditación. 
Quisiera hablar de ella porque siento que es lo más importante que hay en la vida.
Para comprender la meditación, para investigarla bien a fondo, ante todo debemos comprender la palabra y el hecho "meditación", porque casi todos nosotros somos esclavos de las palabras. 

La palabra misma "meditación" induce en muchas personas cierto estado, cierta sensibilidad, cierta quietud, un deseo de lograr esto o aquello. Pero la palabra no es la cosa. 
La palabra, el símbolo, el nombre, si no se comprende totalmente, es algo terrible. 
Actúa como una barrera, convierte a la mente en una esclava. Y lo que nos hace actuar a la mayoría de nosotros, es la reacción a la palabra, al símbolo, porque no nos percatamos o somos inconscientes del hecho mismo. 
Llegamos al hecho, a "lo que es", con nuestras opiniones y evaluaciones, con nuestros juicios y recuerdos. 
Y nunca vemos el hecho, "lo que es". Creo que esto debe ser claramente comprendido.
Para comprender cada experiencia, cada estado de la mente, "lo que es", el hecho real, uno no debe ser esclavo de las palabras; y ésa es una de las cosas más difíciles. 

La palabra, al nombrar el hecho, despierta diversos recuerdos; y estos recuerdos hacen impacto sobre el hecho, lo controlan, lo moldean, ofrecen una guía al hecho, a "lo que es". 
Por lo tanto, uno debe estar extraordinariamente atento a esta confusión y no generar un conflicto entre la palabra y lo factual, "lo que es". Y ésa es tarea muy ardua para una mente; exige precisión, claridad. Sin claridad, uno no puede ver las cosas como son. Hay una belleza extraordinaria en ver las cosas tal como son, no desde nuestras opiniones, nuestros juicios y recuerdos. Uno tiene que ver el árbol tal como es, sin confusión ninguna; de igual manera, tiene que ver el cielo que en un atardecer se refleja sobre el agua; simplemente ver, sin verbalizar, sin despertar símbolos, ideas, recuerdos.
En eso hay una belleza extraordinaria. Y la belleza es esencial. La belleza es la apreciación, la sensibilidad a las cosas que a uno lo rodean: la naturaleza, la gente, las ideas. 

Si no hay sensibilidad, no habrá claridad; las dos cosas van juntas, son sinónimos. Esta claridad es esencial si queremos comprender qué es la meditación. 
Una mente confusa, atrapada en las ideas, en las experiencias, en todos los impulsos del deseo, sólo engendra conflicto. 
Y una mente que de veras quiera hallarse en un estado de meditación, tiene que estar atenta no sólo a la palabra, sino también a la respuesta instintiva de nombrar la experiencia o el estado. 
Y el hecho mismo de nombrar ese estado o esa experiencia -cualquiera que sea, por cruel, verdadera o falsa que pueda ser-, sólo fortalece el recuerdo de esa experiencia, con el cual pasamos a una nueva experiencia. 
Por favor, si se me permite señalarlo, es muy importante que comprendan de qué estamos hablando, porque si no comprenden esto no podrán emprender con quien les habla un viaje por todo este asunto de la meditación. Como dijimos, la meditación es una de las cosas más importantes en la vida, tal vez la más importante.
Si no hay meditación, no es posible ir más allá de los límites del pensamiento, de la mente y el cerebro. 

Y para investigar este problema de la meditación, desde el principio mismo tenemos que echar los cimientos de la virtud. No me refiero a la virtud impuesta por la sociedad, una moralidad originada en el temor, la codicia, la envidia, en ciertos premios y castigos. 
Hablo de la virtud que se genera de modo natural, fácil y espontáneo, sin conflicto ni resistencia de ninguna clase, cuando hay conocimiento propio. Sin conocimiento propio, hagan lo que hicieren, no es posible el estado de meditación. 
Por "conocimiento propio" entiendo conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo, cada sentimiento, conocer la actividad de nuestra mente; no hablo de conocer el "yo supremo", el "gran yo"; no hay tal cosa, el "yo superior", el Atman, sigue estando dentro del campo del pensamiento.
El pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de nuestra memoria, ya sea ancestral o inmediata. Y tratar meramente de meditar sin establecer primero, profunda e irrevocablemente, esa virtud que surge a la existencia con el conocimiento propio, es totalmente engañoso y absolutamente inútil. 

Por favor, es muy importante que esto sea comprendido por aquéllos que son serios, porque si no pueden hacerlo, la meditación que practiquen y la vida factual estarán divorciadas, separadas; tan ampliamente separadas que, aunque puedan meditar adoptando posturas indefinidamente por el resto de sus vidas, no verán más allá de sus narices.
Cualquier postura que adopten, cualquier cosa que hagan, no tendrá ningún sentido. Por lo tanto, la mente que quiera investigar -uso deliberadamente la palabra investigar- qué es la meditación, tiene que echar estos cimientos de la virtud que surge natural y espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, cuando hay conocimiento propio. 

Y también es importante comprender qué es este conocimiento propio: simplemente estar alerta, sin opción alguna, al "yo", el cual tiene su origen en un manojo de recuerdos -en seguida examinaré lo que entiendo por percepción alerta-, sólo estar conscientes de él sin ninguna interpretación, observar nada más el movimiento de la mente. Pero esa observación se ve impedida cuando uno meramente acumula, a través de la observación, el conocimiento de lo que debe hacer y no debe hacer, de lo que debe y no debe realizar; si lo hace así, pone fin al proceso vital de ese movimiento de la mente que es el yo. O sea, tengo que observar y ver el hecho, lo real, "lo que es". 
Si lo abordo con una idea, con una opinión -tal como "debo" o "no debo", que son respuestas de la memoria-, entonces el movimiento de "lo que es" se ve obstaculizado, bloqueado; por lo tanto, no hay un aprender. Para observar el movimiento de la brisa en el árbol, uno no puede hacer nada al respecto.
La brisa se mueve con violencia o con gracia o con belleza. 

Uno, el observador, no puede controlarla. No puede formularla, no puede decir: "La conservaré en mi mente". Está ahí. 
Puede que uno la recuerde, pero si recuerda esa brisa en el árbol la próxima vez que lo mire, no estará mirando el movimiento natural de la brisa en el árbol, sino sólo rememorando el movimiento del pasado. 
Por lo tanto, no estará aprendiendo; sólo estará añadiendo a lo que ya conoce. Por eso, en cierto nivel, el conocimiento se vuelve un obstáculo para un nivel ulterior. 
Espero que esto haya quedado muy claro. Porque lo que vamos a examinar en seguida exige una mente clara, capaz de mirar, de ver y escuchar, sin que haya ningún proceso de reconocimiento. 
Por consiguiente, ante todo uno debe estar muy claro, no confuso. La claridad es esencial. Entiendo por claridad ver las cosas como son, ver "lo que es", sin opinión ninguna, ver el movimiento de la propia mente, observarlo con diligencia, con atención y minuciosidad, sin ningún propósito, sin directiva alguna.
El simple observar requiere una claridad asombrosa; de lo contrario, no es posible observar. 

Si uno observa a una hormiga en sus movimientos, realizando todas las actividades que realiza, y aborda la observación con los distintos hechos biológicos que conoce acerca de la hormiga, ese conocimiento le impide mirar. 
Así, uno empieza a ver inmediatamente dónde el conocimiento es necesario y dónde se vuelve un obstáculo. De este modo, no hay confusión. Cuando la mente es clara, precisa, capaz de un razonamiento profundo, fundamental, se halla en un estado de negación. 
La mayoría de nosotros acepta las cosas muy fácilmente, somos tan crédulos porque ansiamos consuelo, seguridad, un sentimiento de esperanza, deseamos que alguien nos salve -Maestros, salvadores, gurúes, rishis-. ÁUstedes ya conocen toda esa mescolanza! 
Y nosotros aceptamos con prontitud y facilidad; y con igual facilidad negamos, según cómo esté el clima de nuestra mente. De modo que la "claridad" lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo. Porque uno forma parte del mundo, es el movimiento del mundo. 
Uno es la expresión externa del movimiento que se desarrolla internamente; es como la marea que sale y entra.
El mero concentrarse en uno mismo, o el observarse como algo separado del mundo, lleva al aislamiento y a todas las formas de idiosincrasia, neurosis, miedos aisladores, etc. Pero si uno observa el mundo, si sigue el movimiento del mundo y se deja llevar por ese movimiento cuando éste penetra en lo interno, entonces no hay división entre uno mismo y el mundo, entonces uno no es un individuo opuesto a lo colectivo. 

Y tiene que existir este sentido de observación, que consiste tanto en observar como en explorar, escuchar y estar alerta. Uso la palabra observar en ese sentido. El acto mismo de observación es el acto de exploración. Uno no puede explorar si no está libre. Por lo tanto, para explorar, para observar, tiene que haber claridad. Para explorar profundamente dentro de sí mismo, cada vez que uno llega a esa exploración debe hacerlo como si fuera la primera vez. O sea, uno jamás ha obtenido un resultado, jamás ha ascendido por una escalera, y nunca puede decir: "Ahora lo sé". No hay escalera. Y si uno llegara a subir, debe bajar de inmediato a fin de que la mente sea sensible en grado sumo para observar, vigilar, escuchar. 
Gracias a este observar, escuchar, ver, vigilar, adviene esa belleza extraordinaria de la virtud. No hay otra virtud, excepto la que proviene del conocimiento propio.
Entonces esa virtud es vital, vigorosa, activa, no una cosa muerta que cultivamos. Y ésos han de ser los cimientos. 

Los cimientos para la meditación son la observación, la claridad y la virtud en el sentido en que la entendemos, no en el sentido de hacer de la virtud una cosa que debemos cultivar día tras día, lo cual es mera resistencia. 
Entonces, a partir de ahí, podemos ver lo que implican las así llamadas oraciones, la repetición de palabras, los mantras, el sentarse en un rincón y tratar de fijar la mente sobre un objeto en particular, o sobre una palabra, un símbolo, lo cual implica meditar deliberadamente. 
Por favor, escuchen con mucha atención. Adoptar una postura deliberada o hacer deliberadamente, conscientemente, ciertas cosas para meditar, sólo indica que están jugando en el campo de sus propios deseos y de su propio condicionamiento; por lo tanto, eso no es meditación. 
Si uno observa, puede ver muy bien que esas personas que meditan tienen toda clase de imágenes: ven a Krishna, a Cristo, a Buda, y piensan que han logrado algo. Como un cristiano que ve a Cristo; ese fenómeno es muy simple, muy claro: es una proyección de su propio condicionamiento, de sus temores, sus esperanzas, su deseo de seguridad. 
El cristiano ve a Cristo como ustedes [hablaba a hindúes] verían a Rama o a cualquiera que sea su dios predilecto. 
No hay nada notable respecto de estas visiones. Son el producto de nuestro inconsciente, el cual ha sido tan condicionado, tan adiestrado en el temor.
Cuando nos hallamos un poco quietos, ese inconsciente irrumpe con sus imágenes, sus símbolos, sus ideas. 

Por lo tanto, las visiones, los trances, las imágenes e ideas, no tienen absolutamente ningún valor. 
Es como ocurre con un hombre que repite una y otra y otra vez algún mantra o alguna frase o un nombre. Cuando uno repite y repite y repite un nombre, es obvio que lo que hace es embotar la mente, volverla estúpida; y, en esa estupidez, la mente se aquieta. 
Para aquietar la mente, lo mismo podría uno tomar una droga -y tales drogas existen-; en ese estado de quietud, estando drogado, uno tiene visiones. Esas visiones son, obviamente, el producto de nuestra propia sociedad, de nuestra propia cultura, de nuestras esperanzas y nuestros temores; no tienen nada que ver con la realidad. Lo mismo sucede con las oraciones.
El hombre que ora es como aquél que tiene su mano en el bolsillo de otro. El hombre de negocios, el político y toda la sociedad competitiva oran por la paz; pero lo hacen todo para engendrar guerras, odios y antagonismo. 

Eso no tiene sentido, carece de racionalidad. Nuestra oración es una súplica, pedimos algo que no tenemos derecho a pedir, porque no vivimos, porque no somos virtuosos. Queremos algo pacífico, grande, que enriquezca nuestras vidas, pero hacemos todo lo opuesto: destruimos, nos volvemos vulgares, mezquinos, estúpidos. Las plegarias, las visiones, el sentarse derecho en un rincón respirando de modo correcto, haciendo cosas con nuestra mente, todo eso es muy inmaduro, muy infantil; no tiene sentido para un hombre que realmente quiera comprender el pleno significado de lo que es la meditación. 
Un hombre así descarta por completo todo esto, Áaun cuando pudiera perder su empleo! El no recurre inmediatamente a un pequeño dios, a fin de obtener un nuevo empleo -ése es el juego que practican todos ustedes-. Cuando hay alguna clase de dolor, de perturbación, acuden a un templo Áy se llaman a sí mismos religiosos!
Todas estas cosas deben ser completa y totalmente descartadas, de modo que ni siquiera los toquen. Si han hecho esto, entonces podemos seguir investigando todo este asunto de lo que es la meditación. 

Tiene que haber observación, claridad, conocimiento propio y, a causa de ello, virtud. La virtud es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí mismo. 
Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras y el adoptar posturas.
Entonces puede uno empezar a investigar qué es la experiencia. Es muy importante comprender qué es la experiencia, porque todos la deseamos. Tenemos las experiencias cotidianas: ir a la oficina, disputar, sentirnos celosos, envidiosos, ser brutales, competitivos, sexuales. 

En la vida pasamos por toda clase de experiencias, día tras día, consciente o inconscientemente. Vivimos en la superficie de nuestra vida, sin belleza, sin ninguna profundidad, sin nada propio que sea original, prístino, puro. Somos seres de segunda mano, siempre citando a otros, siguiendo a otros, como cáscaras vacías. Y, naturalmente, queremos más experiencias además de la experiencia cotidiana. Buscamos, pues, estas experiencias ya sea por medio de la meditación o tomando alguna de las drogas más recientes. El LSD 25 es una de estas drogas recientes; tan pronto lo toman, sienten que tienen un "misticismo instantáneo", no que han tomado la droga [risas del público].
Estamos hablando en serio. Ustedes se limitan a reír ante la menor provocación; por lo tanto, no son serios, no examinan esto paso a paso, observándose a sí mismos; sólo escuchan las palabras y siguen dejándose llevar por las palabras -algo contra lo cual los he prevenido al principio de esta plática-. 

Están estas drogas que nos inducen una expansión de la conciencia, que de momento nos tornan altamente sensibles. 
Y en ese estado de sensibilidad intensificada vemos cosas: 
El árbol adquiere una vida asombrosa, es más claro y brillante, contiene una inmensidad. O, si tenemos inclinaciones religiosas, en ese estado de sensibilidad acrecentada experimentamos un sentimiento extraordinario de paz y luz; no hay diferencia entre uno mismo y la cosa que uno observa: uno es eso, y todo el universo es parte de uno mismo. 
Y anhelamos estas drogas porque deseamos más experiencia, una experiencia más amplia y más profunda, confiando en que tal experiencia dará un significado a nuestra vida; de este modo, comenzamos a depender. Sin embargo, cuando uno tiene estas experiencias, sigue estando dentro del campo del pensamiento, dentro del campo de lo conocido. 
Por consiguiente, ustedes tienen que comprender la experiencia, o sea, la respuesta a un reto, la cual se vuelve una reacción; y esa reacción moldea sus pensamientos, sus sentimientos, todo su ser. 
Y así suman más y más experiencias; sólo piensan en tener cada vez más experiencias.
Cuanto más claros son los recuerdos de esas experiencias, más creen ustedes que conocen, que saben. 

Pero si lo observan, encontrarán que cuanto más conocen, más superficiales se vuelven, más vacuos. Al volverse más vacuos desean más experiencias, experiencias más amplias. 
De modo que tienen que comprender, no sólo lo que he dicho anteriormente, sino también esta demanda extraordinaria de experiencias. Ahora podemos proseguir. Una mente que busca cualquier clase de experiencia, sigue estando dentro del campo del tiempo, dentro del campo de lo conocido, de los deseos autoproyectados. 
Como dije al comienzo, la meditación deliberada sólo nos conduce a la ilusión. Sin embargo, tiene que haber meditación. Si meditamos deliberadamente, eso nos lleva a distintas formas de autohipnosis, a distintas formas de experiencias proyectadas por nuestros propios deseos, por nuestros propios condicionamientos; y esos condicionamientos, esos deseos moldean nuestra mente, controlan nuestro pensamiento. 
Por eso, un hombre que de verdad quiera comprender el significado profundo de la meditación, debe comprender el significado de la experiencia; además, su mente tiene que estar libre de toda búsqueda. Eso es muy difícil. En seguida voy a examinarlo. 
Habiendo asentado todo esto naturalmente, espontáneamente, fácilmente, como algo básico, debemos averiguar qué significa controlar el pensamiento. Porque eso es lo que todos persiguen: cuanto más pueden controlar el pensamiento, más creen que han avanzado en la meditación. Para mí, cualquier forma de control --físico, psicológico, intelectual, emocional-- es nociva. Por favor, escuchen cuidadosamente. No digan: "Entonces haré lo que me plazca". No estoy diciendo eso. El control implica subyugación, represión, adaptación, implica moldear el pensamiento conforme a un patrón particular, lo cual quiere decir que el patrón es más importante que el descubrimiento de lo verdadero. Así, el control en cualquier forma --resistencia, represión o sublimación-- moldea más y más la mente conforme al pasado, conforme al condicionamiento en que nos educaron, al condicionamiento de una comunidad en particular, y así sucesivamente.
Es necesario comprender qué es la meditación. Ahora, por favor, escuchen cuidadosamente. No sé si alguna vez han hecho esta clase de meditación. Es probable que no, pero ahora van a hacerla conmigo. 

Vamos a emprender el viaje juntos, no verbalmente, sino que recorreremos ese camino desde el principio hasta el fin de donde llega la comunicación verbal. Es como llegar juntos hasta la puerta; entonces, o bien pasan ustedes por la puerta, o se detienen de este lado. Se detendrán de este lado de la puerta si no han hecho todo lo que se ha indicado, no porque lo diga quien les habla, sino porque es cuerdo, sano, razonable y soportará todas las pruebas, todos los exámenes. 
De modo que ahora vamos a meditar juntos, no deliberadamente, porque no existe la meditación deliberada. 
Es como dejar la ventana abierta y el aire llega cuando quiere --cualquier cosa que el aire traiga, sea como fuere la brisa--. 
Pero si esperan que las brisas lleguen porque han abierto la ventana, éstas jamás llegarán. La ventana tiene que ser abierta por amor, por afecto, desde la libertad, no porque uno desee algo. Y ése es el estado de belleza, es el estado de la mente que ve y no exige nada. 
Estar atentos implica un estado extraordinario de la mente --estar atentos a cuanto los rodea, a los árboles, al pájaro que canta, al Sol que está detrás de ustedes; estar atentos a los rostros, a las sonrisas; estar atentos a la suciedad del camino, a la belleza de la tierra, a la palmera contra el cielo rojo del crepúsculo, a la onda sobre el agua--, simplemente estar atentos, sin preferencia alguna. Por favor, háganlo mientras prosiguen con esto.
Escuchen a esos pájaros, sin nombrarlos, no reconozcan la especie, sólo escuchen el sonido. Escuchen los movimientos del propio pensar, no los controlen, no los moldeen, no digan: 

"Esto es bueno, eso es malo". Simplemente, muévanse con ellos. Eso es la percepción alerta, en la que no hay opción ni condena ni juicio ni comparación o interpretación; sólo observación pura. Eso hace que la mente sea altamente sensible. 
En el momento en que nombran, han retrocedido y la mente se embota, porque eso es lo que acostumbran hacer. 
En ese estado de percepción alerta hay atención, no control ni concentración. Hay atención. O sea, escuchan a los pájaros, ven la puesta del Sol, contemplan la quietud de los árboles, oyen pasar los automóviles, oyen a quien les habla; y están atentos al significado de las palabras, a sus propios pensamientos y sentimientos y al movimiento de esa atención. 
Están atentos globalmente, sin un límite, no sólo de manera consciente, sino también inconscientemente. Lo inconsciente es más importante; por lo tanto, tienen que investigar lo inconsciente. No uso la palabra "inconsciente" desde el punto de vista de la técnica o como un término técnico.
No la uso en el sentido en que la usan los psicólogos, sino para referirme a aquello de lo que no son conscientes. 
Porque la mayoría de nosotros vive en la superficie de la mente: yendo a la oficina, adquiriendo conocimientos o una técnica, disputando, etc. Jamás prestamos atención a la profundidad de nuestro ser, la cual es el resultado de nuestra comunidad, del residuo racial, de todo el pasado -no sólo el de cada uno de nosotros como ser humano, sino también el del hombre, el de las ansiedades del hombre-. 
Cuando dormimos, todo esto se proyecta en la forma de sueños, y entonces está la interpretación de esos sueños. 
Los sueños se vuelven totalmente innecesarios para un hombre que está despierto, alerta, observando, escuchando, consciente, atento. Ahora bien, esta atención exige una energía tremenda; no la energía que ustedes han acumulado mediante la práctica, el celibato y todas esas cosas; ésa es la energía de la codicia. 
Yo hablo de la energía del conocimiento propio. Gracias a que han echado los cimientos correctos, de ello surge la energía que necesitan para estar atentos, energía en la que no hay ningún sentido de concentración.
La concentración es exclusión; ustedes quieren escuchar esa música [que llega desde una calle cercana], y también quieren oír lo que dice quien les habla, de modo que ofrecen resistencia a esa música y tratan de escucharlo a él; de esta manera, no prestan realmente atención completa. 

Una parte de su energía se ha ido en resistir a esa música y una parte está tratando de escuchar; por lo tanto, no escuchan totalmente, no están atentos. 
Así que si se concentran, meramente resisten, excluyen. 
Pero una mente que se halla atenta, puede concentrarse y no ser exclusiva. De esta atención surge, pues, un cerebro quieto.
Las células cerebrales mismas están quietas; no aquietadas, no disciplinadas, no forzadas ni condicionadas brutalmente. 

Pero a causa de que toda esta atención ha surgido naturalmente, espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, las células cerebrales no se han falseado, ni se han insensibilizado ni vulgarizado ni embrutecido.
Espero que estén siguiendo todo esto. A menos que las células cerebrales mismas sean asombrosamente sensibles, vitales y alertas, que no estén endurecidas ni golpeadas ni agotadas ni especializadas en un sector particular del conocimiento, a menos que sean extraordinariamente sensibles, no pueden estar quietas. Por consiguiente, el cerebro debe estar quieto y, no obstante, debe ser sensible a cada reacción, debe estar atento a toda la música, a los ruidos, a los pájaros, escuchando estas palabras, contemplando la puesta del Sol, sin presión ninguna sin tensiones, sin influencias. El cerebro debe estar muy quieto, porque sin quietud, quietud no inducida, no producida artificialmente, no puede haber claridad. 

Y la claridad puede llegar sólo cuando hay espacio. 
Ustedes tienen espacio en el momento en que el cerebro está absolutamente quieto y, no obstante, altamente sensible, no apagado. Por eso es muy importante lo que hacen todos los días. El cerebro se halla embrutecido por las circunstancias, por la sociedad, por los trabajos que ustedes realizan y por la especialización, brutalmente molido por sus treinta o cuarenta años en una oficina -todo eso destruye la extraordinaria sensibilidad del cerebro-. Y el cerebro debe estar quieto. 
A partir de ahí, toda la mente, en la cual está incluido el cerebro, es capaz de estar completamente silenciosa. 
Esa mente silenciosa ya no busca, no espera experiencias; no experimenta nada en absoluto. Confío en que comprendan todo esto. Tal vez no lo comprenden. No importa, simplemente escuchen. No se sientan hipnotizados por mí, sino presten atención a la verdad de esto. Quizás entonces, cuando estén caminando por la calle o se encuentren sentados en un autobús o contemplando un torrente o un campo sembrado de arroz verde y abundante, esto llegue inadvertidamente, como un susurro desde una tierra muy remota. Así, la mente queda en completo silencio, sin ninguna forma de presión, de compulsión. Este silencio no es algo producido por el pensamiento, porque el pensamiento ha cesado, toda la maquinaria del pensamiento ha llegado a su fin. El pensamiento debe terminar; de lo contrario, producirá más imágenes, más ideas, más ilusiones, más, más y más.
Por lo tanto, tienen que comprender toda esta maquinaria del pensamiento -no cómo detener el pensar-. Si comprenden toda la maquinaria del pensamiento -la cual es la respuesta de la memoria, de la asociación y el reconocimiento, del nombrar, comparar y juzgar-, si la comprenden, ésta llega naturalmente a su fin. Cuando la mente está por completo silenciosa, entonces, a causa de ese silencio, en ese silencio mismo, hay un movimiento por completo diferente. Ese movimiento no es un movimiento creado por el pensar, por la sociedad, por lo que ustedes han leído o no han leído. Ese movimiento no pertenece al tiempo o a la experiencia, porque no contiene experiencia alguna. Para una mente silenciosa no hay experiencias. 

Una luz que arde brillantemente, una luz intensa, no requiere nada más, es luz para sí misma. Ese movimiento no es un movimiento en ninguna dirección, porque la dirección implica tiempo. Ese movimiento no tiene causa, porque cualquier cosa que tenga una causa produce un efecto y ese efecto se convierte en la causa y así sucesivamente: una cadena interminable de causa y efecto. Por lo tanto, no hay en absoluto ni efecto ni causa ni motivo ni experiencia. Debido a que está por completo quieta, naturalmente silenciosa, a que ustedes han echado los cimientos correctos, la mente se halla relacionada de manera directa con la vida, no está divorciada del vivir cotidiano. 
Si la mente ha llegado hasta ahí, ese movimiento es creación. Entonces no hay ansiedad por expresarse, porque una mente en estado de creación puede expresarse o no expresarse. 
Ese estado de la mente que se halla en completo silencio tiene su propio movimiento; esa mente se moverá en lo desconocido, en aquello que es innominable.
Por consiguiente, la meditación que ustedes practican no es la meditación de que estamos hablando, la cual existe de lo eterno a lo eterno, porque uno ha echado los cimientos no en el tiempo sino en la realidad.
JIDDU KRISHNAMURTI.

Enseñanzas Taoistas de Hua Hu Ching


Confieso que no hay nada que enseñar: ni religión, ni ciencia ni cuerpo de informaciones que regresar tu mente al Tao. 
Hoy hablo de esta manera, mañana de otra, pero el Camino Integral permanece siempre más allá de las palabras y más allá de la mente. 
Sé simplemente consciente de la unidad de las cosas. 


Quien desee la admiración del mundo hará bien en amasar una gran fortuna y en gastarla después. 
El mundo responderá con admiración conforme al tamaño de su tesoro. 
Por supuesto, esto no tiene ningún sentido.
Deja de luchar por la admiración. 
Coloca tu interés en el Tao. Vive de acuerdo con él, comparte con los demás las enseñanzas que llevan a él, y serás bañado por las bendiciones que fluyen de él. 

10 
El ego es un mono que salta a través de la selva: totalmente fascinado por el reino de los sentidos, cambia de un deseo a otro, de un conflicto a otro, de una idea centrada en sí misma a la siguiente. 
Si lo amenazas, realmente teme por su vida.
Deja partir a ese mono. 
Deja partir los sentidos. Deja partir los deseos.
Deja partir los conflictos.
Deja partir las ideas. 
Deja partir la ficción de la vida y de la muerte.
Permanece simplemente en el centro, observando. 
Y después olvídate de que estás en él. 

11 
¿Te atrae un perfume más que otro? ¿Prefieres este aroma o aquel sentimiento? ¿Es sagrada tu práctica y profano tu trabajo? Entonces tu mente está separada: de sí misma, de la unidad, del Tao. 
Mantén tu mente libre de divisiones y distinciones. 
Cuando tu mente es simple y está desapegada y silenciosa, todas las cosas pueden existir en armonía y puedes empezar a percibir la verdad sutil. 

12 
¿Deseas habitar en el espacio sagrado? 
¿Tener el respeto y la compañía de los seres espirituales supremos? 
¿Ser protegido por los guardianes de los ocho poderosos rayos de energía? 
Mima entonces el Camino Integral: Considera con reverencia estas enseñanzas, practica sus verdades, ilumina con ellas a los demás. 
Recibirás tantas bendiciones del universo como granos de arena hay en el Río de la Eternidad. 

13 
Las minúsculas partículas que forman el vasto universo no son en absoluto minúsculas. 
Tampoco el vasto universo es vasto. 
Son éstos conceptos de la mente, que es como un cuchillo, que siempre reducen poco a poco el alcance del Tao, intentando hacerlo aprensible y manejable. 
Pero lo que está más allá de la forma es inaprensible y lo que está más allá del conocimiento es inmanejable. 
Sin embargo, existe este consuelo: 
Quien suelte el cuchillo encontrará el Tao en la punta de sus dedos. 

14
¿Puedes disolver tu ego? 
¿Puedes abandonar la idea del yo y del otro? ¿Puedes renunciar a los conceptos de hombre y mujer, corto y largo, vida y muerte? 
¿Puedes dejar partir todas esas dualidades y aceptar el Tao sin escepticismo ni pánico? 
Si puedes hacerlo, puedes alcanzar el corazón de la Unidad Integral. 
A lo largo del camino, evita pensar en la Unidad como algo extraordinario, elevado, sublime, trascendental. 
Por ser la Unidad, está más allá de todo eso.
Es simplemente la verdad directa, esencial y total. 
15 
Para el ser ordinario, los demás suelen necesitar tolerancia. 
Para el ser altamente evolucionado, no hay nada que pueda llamarse tolerancia, porque no hay nada que pueda llamarse otro. 
Ha abandonado toda la idea de dualidad y ha extendido su buena voluntad sin prejuicio en todas las direcciones. 
Sin odiar nunca, sin resistir nunca, sin luchar nunca, simplemente está siempre aprendiendo y siendo. 
Amar, odiar, tener expectativas: todas estas cosas son apegos. 
El apego impide el crecimiento del verdadero ser. 
Por ello, el ser integral no está apegado a nada y puede relacionarse con cualquiera con una actitud sin estructuras. 
Por esta razón, esta misma existencia beneficia a todas las cosas. 
Como puedes ver, lo que tiene forma es igual a lo que no tiene forma, y lo que está vivo es igual a lo que reposa. 
Esta es la verdad sutil, no un invento religioso, pero sólo quienes ya están altamente evolucionados lo entenderán. 

16 
La mayoría de las religiones del mundo sólo sirven para reforzar los apegos a los falsos conceptos como los del yo y otros, vida y muerte, cielo y tierra... 
Quienes quedan atrapados en estas falsas ideas quedan impedidos para percibir la Unidad Integral. 
La suprema virtud que se puede ejercer es aceptar la responsabilidad de descubrir y transmitir la verdad total. 
Algunos ayudan a los demás para recibir recompensas y admiración. 
Esto carece simplemente de sentido. 
Algunos se cultivan a sí mismos, en parte para servir a los demás, y en parte para servir a su propio orgullo. 
En el mejor de los casos, entenderán la mitad de la verdad. 
Pero a aquellos que se mejoran a sí mismos por el mundo, a esos les será revelada toda la verdad del universo. 
Así pues, busca esa verdad total, practícala en tu vida cotidiana y compártela humildemente con los demás. 
Así entrarás en el reino de lo divino. 

17 
No te ocupes de rendir culto a deidades e instituciones religiosas como fuente de la verdad sutil.
Hacer esto es colocar intermediarios entre ti mismo y lo divino y convertirte en un mendigo que busca afuera un tesoro que está escondido en el interior de su propio corazón. 
Si quieres rendir culto al Tao, descúbrelo primero en tu propio corazón. 
Entonces tu culto tendrá sentido. 

18 
No existe un método para alcanzar la realización del Tao. 
Considerar cualquier método como el método es crear una dualidad, que sólo puede retrasar tu comprensión de la verdad sutil. 
La persona madura percibe la inutilidad de las rígidas metodologías externas. 
Recuerda esto: esa persona mantiene permanentemente una actitud sin estructuras y, de este modo, está siempre libre para seguir el Camino Integral. 
Ella estudia las enseñanzas de los maestros.
Disuelve todos los conceptos de dualidad.
Se prodiga al servicio de los demás. 
Lleva a cabo su purificación interna y no molesta a su maestro con enredos innecesarios, preservando así la conexión espiritual sutil con la energía divina del maestro. 
Eliminando suavemente todos los obstáculos a su propia comprensión, mantiene constantemente su sinceridad incondicional. 
Su humildad, perseverancia y adaptabilidad evocan la respuesta del universo y le llenan de divina luz. 

19 
A la persona ordinaria le parece vasto el cuerpo de la humanidad. 
En realidad, no es ni mayor ni menor que cualquier otra cosa. 
Para la persona ordinaria, existen personas cuya conciencia necesita elevarse. 
En realidad, no hay yo ni hay otro. 
Para la persona ordinaria, el templo es sagrado y el campo no lo es. 
También esto es un dualismo que va en contra de la verdad. 
Quienes están altamente evolucionados mantienen una percepción sin distinciones. 
Viendo todo, sin etiquetar nada, mantienen su conciencia de la Gran Unidad. 
De este modo son sostenidos por ella. 

20 
Quien es clarividente puede ver formas que están en todas partes, pero no puede ver lo que no tiene forma. 
Quien es telepático puede comunicar directamente con la mente de otro, pero no puede comunicar con quien ha logrado el estado de no mente. 
Quien es telequinético puede mover un objeto sin tocarlo, pero no puede mover lo intangible.
Dichas capacidades solo tienen sentido en el reino de la dualidad. 
En consecuencia, carecen de sentido. 
Dentro de la Gran Unidad, aunque no existen cosas como la clarividencia, la telepatía o la telequinesia, se ven todas las cosas, se comprenden todas las cosas, todas las cosas están para siempre en su lugar. 

Traducción del  Maestro Ni Hua Ching por BRIAN WALKER

Enseñanzas Taoistas de Hua Hu Ching

1
Yo enseño, el Camino Integral de unidad con el gran y misterioso Tao. 
Mis enseñanzas son simples; si intentas hacer de ellas una religión o una ciencia, éstas te eludirán. 
Profundas, aunque simples, contienen toda la verdad del universo. 
Quienes desean conocer toda la verdad, disfrutan realizando los trabajos y servicios que les llegan. 
Cuando los han acabado, disfrutan limpiándose y alimentándose. 
Cuando se han cuidado a sí mismos, vuelven al maestro para instruirse. 
El camino simple conduce a la paz, a la virtud y a la abundancia.


Los hombres y las mujeres que desean ser conscientes de toda la verdad deben adoptar las prácticas del Camino Integral. 
Estas disciplinas consagradas calman la mente y conducen a la armonía con todas las cosas. 
La primera práctica es la de la virtud indiscriminada: cuida a aquellos que lo merecen; también, y de igual modo, cuida a los que no lo merecen. 
Cuando extiendes tu virtud en todas direcciones sin discernimiento, tus pies se hallan firmemente plantados en el camino que regresa al Tao. 


Quienes desean encarnar el Tao han de aceptarlo todo. 
Aceptarlo todo significa en primer lugar no tener cólera ni resistencia hacia ninguna idea o cosa, viva o muerta, con forma o sin forma. 
La aceptación es la verdadera esencia del Tao.
Aceptarlo todo también significa apartarse de cualquier concepto de separación: hombre y mujer, yo y otro, vida y muerte. 
La división es contraria a la naturaleza del Tao. Renunciando al antagonismo y a la separación se entra en la unidad armoniosa de todas las cosas. 

4
Cualquier salida del Tao contamina el espíritu.
La cólera es una salida, la resistencia es una salida, el ensimismamiento en uno mismo es una salida. 
A lo largo de muchas vidas el fardo de las contaminaciones puede hacerse grande. 
Sólo hay una manera de purificarse de estas contaminaciones, y consiste en practicar la virtud.
¿Qué se quiere decir con esto? 
Practicar la virtud es ofrecer desinteresadamente ayuda a los demás, dar sin limitación alguna el propio tiempo, capacidades y posesiones, en cualquier ocasión y lugar en que se necesiten, sin prejuicio alguno relativo a la necesidad de la persona que los necesita. 
Si tu disponibilidad a dar felicidad es limitada, también lo será tu disponibilidad a recibirla. 
Este es el sutil proceder del Tao. 

5
 ¿Piensas que el universo está agitado? 
Ve al desierto por la noche y contempla las estrellas. 
Esta práctica deberá dar respuesta a la pregunta.
La persona superior dispone su mente como el universo dispone las estrellas en el cielo.
Conectando su mente con el origen sutil, la calma. 
Una vez calmada, ésta se expande de manera natural y, al final, su mente se vuelve tan vasta inconmensurable como el cielo nocturno. 


El Tao hace surgir todas las formas, pero él mismo no tiene forma. 
Si intentas representar su imagen en tu mente, lo perderás. 
Es como clavar una mariposa con un alfiler: se capta la forma, pero se pierde el vuelo. 
¿Por qué no contentarse simplemente con vivirlo? 


La enseñanza del Camino Integral continuará mientras exista un Tao y alguien que desee  encarnarlo. 
Lo que está dibujado hoy día en estos pergaminos aparecerá de formas diferentes dentro de muchas generaciones. 
Sin embargo, estas cosas nunca cambiarán: Quienes deseen alcanzar la unidad, deben practicar la virtud sin hacer distinciones. 
Deben disolver todas las ideas de dualidad: bueno y malo, hermoso y feo, alto y bajo. 
Serán obligados a abandonar cualquier desviación mental nacida de creencias culturales o religiosas. 
De hecho, deberán mantener sus mentes libres de cualquier pensamiento que interfiera con su comprensión del universo como una unidad armoniosa. 
El comienzo de estas prácticas es el comienzo de la liberación. 
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Traducción del  Maestro Ni Hua Ching por BRIAN WALKER