Páginas

Páginas

martes, 13 de octubre de 2015

LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-IV (I Escrito)







Capitulo 4 (I Escrito)

Es Mejor Estar Quieto, Es mejor estar Vacio.
Ahora esta hermosa parábola:

Alguien le preguntó a Lieh Tzu:


-¿Por qué le das valor al vacío?  En el vacío no hay valoración.


Naturalmente, ¿qué valor puede tener el vacío?  Se le ha condenado en todo el mundo.   A excepción de los taoístas y los budistas, nadie entiende lo que es el vacío; se le condena. 

En Occidente se dice: “La mente vacía es el taller del diablo”. Ahora bien, ¿puede haber una peor condenación?  ¿El taller del diablo?   ¿Una mente vacía?  Y los taoístas y los budistas dicen que la meta está en la mente vacía.

Cuando estás totalmente vacío, ¡Dios viene!  El diablo sólo puede existir en una mente activa, nunca en una mente inactiva.  El diablo sólo puede existir en una mente ocupada, no en una mente desocupada.  El diablo sólo puede moverse en los pensamientos, puede utilizar los pensamientos y los deseos.  ¿Cómo podría usar el vacío?  Y parece que ellos están en lo cierto.  Hitler no está vacío, tampoco Gengis Khan, tampoco Tamerlane: son personas muy activas.  El diablo ha entrado en el mundo a través de ellos.  Bodhidharma está vacío, Lieh Tzu está vacío, Nagarjuna está vacío; el diablo ni siquiera se les ha acercado.  Nada malo ha salido jamás de esta gente vacía; sólo bien, y sólo lo bueno ha florecido.  Su fragancia ha sido grandiosa.  Han pasado siglos, pero su fragancia está más fresca que nunca.


Normalmente, nunca se ha pensado que el vacío tenga un valor, así que el que interroga parece estar en lo correcto. 

Él dice: “¿Por qué le das valor al vacío?  En el vacío no hay valoración”.

¿Qué clase de valor?  ¿Qué puedes hacer con el vacío?  El valor se produce con el uso.  Trata de comprenderlo: el valor se produce cuando algo es útil.  ¿Cómo puedes valorar algo que no lo es?  No sólo no es útil, sino que no tiene entidad.  ¿Cómo puedes valorarlo?  Sin embargo, éste es el enfoque de lo negativo.


Lao Tzu dice: “La habitación tiene valor, no por las paredes, sino por el vacío interior”.  Tú utilizas la habitación, no las paredes.  Por supuesto, cuando tú haces la casa haces las paredes, no el vacío; nadie puede hacer el vacío.  El vacío es eterno, pertenece a la naturaleza, a la existencia; no está hecho por el ser humano.  Las casas están hechas por el ser humano, no el vacío.  Pero ¿qué ed lo que utilizas?  ¿Utilizas las paredes o utilizas el espacio interior?  La palabra “habitación” es adecuada.  “Habitación” quiere decir espacio.  Tú usas el espacio, la espaciosidad.  La pared, ¿cómo se atraviesa? 

¿Cómo entras y sales?  Por la puerta.  La puerta está vacía. “Puerta” quiere decir lo vacío, lo que no es, de ahí que puedas entrar y salir.  Tú utilizas la puerta, no usas la pared.  Tú usas la habitación, no las paredes.  ¿Qué utilizas cuando le das uso a una vasija de barro?  ¿Las paredes de barro o el vacío interior? Cuando vas al pozo a sacar agua y traerla a casa, ¿qué utilizas? El vacío de la vasija de barro.  El vacío es valioso y ese vacío ha sido creado por ti.

Los taoístas dicen: todo lo que no es creado por el ser humano es valioso.  Lo que es creado puede tener un valor relativo, un valor de mercado, pero no es realmente valioso; no tiene valor. Los objetos creados por el hombre son comodidades. 

Por supuesto, si vas al mercado y empiezas a vender vacío, nadie lo comprará.  No tiene valor y la gente se reirá.

Lao Tzu va atravesando el bosque, y el bosque está siendo talado.  Miles de carpinteros están cortando los árboles. Entonces se acerca a un árbol grande, un árbol realmente grande; mil carretas de bueyes pueden descansar a su cobijo; además es muy verde y hermoso.  Él envía a sus discípulos a preguntar a los carpinteros por qué no se ha cortado ese árbol todavía.  Les dicen: “No es utilizable.  No se puede hacer nada con él.  No se pueden hacer muebles, no se puede utilizar como combustible: produce mucho humo.  No sirve; por eso no lo hemos cortado”.  Y Lao Tzu dice a sus discípulos: “Aprendan de este árbol.  Vuélvanse tan inútiles como este árbol, entonces nadie los cortará”.


La inutilidad tiene un gran valor.


Lao Tzu dice: “Mira, observa este árbol.  Aprende algo de este árbol.  Este árbol es grandioso.  Mira, los otros árboles ya no existen.  Eran útiles, por tanto ya no existen.  Uno de los árboles era muy recto, por eso ya no existe.  Seguramente era muy egoísta, derecho, orgulloso de ser alguien; ya no está.  Este árbol no es recto, ni una sola rama está recta.  No es orgulloso en absoluto; por eso existe”.


Lao Tzu dice a sus discípulos: “Si quieres vivir largo tiempo vuélvete inútil”.  Recuerda, sin embargo, que para él la palabra “inútil” significa no volverse una mercancía, no volverse un objeto.  Si te conviertes en un objeto, serás vendido y comprado en el mercado, y te volverás un esclavo.  Si no eres un objeto, ¿quién te puede comprar y quién te puede vender?


No dejes de ser la creación de la existencia, de la naturaleza. 

No te conviertas en una mercancía humana y nadie será capaz de utilizarte.  Y si nadie es capaz de utilizarte, tendrás una hermosa vida propia, independiente, libre, gozosa.  Si nadie te puede utilizar, nadie te puede reducir a ser un instrumento. Nunca serás insultado, porque en esta vida no hay un insulto mayor que convertirse en un instrumento.  Unos y otros te van a utilizar; a tu cuerpo, a tu mente, a tu ser.

Lao Tzu dice: vuélvete una no-entidad para que nadie te mire, y puedas vivir  tu vida como tú quieras vivirla.  Que nadie venga a interferir contigo.


Sucedió que el discípulo de Lao Tzu, Chuang Tzu, se volvió muy famoso, así que el emperador envió a sus ministros para invitarle a convertirse en el primer ministro.  Lao Tzu se enojó mucho.  Dijo:


-Debes haber hecho algo equivocado, ¿o si no por qué ha llegado a interesarse el emperador por ti?  Tienes que haber demostrado que eres de alguna utilidad.  Tienes que haber desoído mis enseñanzas, ¿o si no, cómo es que el emperador se ha interesado por ti?  Ahora no vas a poder descansar jamás.


Se una no-entidad, a fin de que nadie llegue siquiera a pensar que puedes ser de alguna utilidad.  Hay inutilidad que es tremendamente útil.  Lao Tzu la llama la “utilidad de la inutilidad”.  Pero ciertamente no hay en ella valor alguno, no al menos un valor de mercado.  Normalmente tú quieres llegar a tener algún valor –como doctor, ingeniero, pintor, poeta, mahatma-, quieres llegar a ser alguien valioso, alguien que se vuelve indispensable para el mundo.  Te sientes muy feliz si la gente viene y te dice: “Cuando te hayas ido nunca seremos capaces de reemplazarte”.  Te sientes tremendamente feliz, pero ¿qué te están diciendo?  Te están diciendo: “Eres un objeto que estamos utilizando”.

Cuánto más indispensable te vuelvas, más quedas reducido a ser un objeto y más pierdes tu libertad.  Si puedes morir como si nada hubiera pasado, si desapareces del mundo y no queda siquiera una huella, entonces…



Ocurrió que un gran taoísta murió y Lieh Tzu fue a dar el pésame, pero miles de personas se habían reunido allí.  Esto le sorprendió, así que no presentó sus respetos al hombre muerto y a su cuerpo muerto y se dispuso a irse.  Algunas personas le siguieron y le dijeron:


¿Por qué se va?  Usted había venido a presentar sus respetos al difunto, ¿por qué se marcha?


-Este no puede haber sido un hombre del Tao –respondió Lieh Tzu-. Hay tanta gente llorando y gimiendo que de alguna manera él se ha vuelto indispensable en sus vidas.  Él debe haber demostrado que es de alguna utilidad.  ¿Por qué sino, está llorando y gimiendo esta gente, como si su padre hubiera muerto o su madre hubiera muerto o su hijo hubiera muerto?  ¿Por qué está llorando y gimiendo esta gente?  Él no debe haber sido completamente inútil.  Alguna utilidad seguramente ha tenido, por eso me voy.  Él no ha seguido al maestro correctamente.


Su enfoque implica que hay un valor, un valor supremo en ser nadie, en estar vacío, en no ser útil.  Cuando no eres útil para la humanidad, te vuelves tremendamente útil para la existencia. Entonces la existencia empieza a fluir a través de ti, entonces te conviertes en un vehículo, porque al estar tan vacío ella puede fluir a través de ti.  Te vuelves un bambú hueco, la existencia puede cantar su canción a través de ti.  Cuando tú permites que los labios humanos canten una canción a través de ti, la existencia es denegada.

-No hay valoración en el vacío –dijo el hombre-.  ¿Por qué valoras el vacío?


Lieh Tzu contestó:


-A eso no se le puede llamar valor.


Es algo tan valioso que únicamente le puedes llamar invaluable. No se le puede llamar valor.  Valor significa mercancía, valor significa que algo puede ser definido en términos de utilización humana, lo cual puede llegar a ser un medio pero no un fin. 

El fin no puede ser valorado en el sentido ordinario del término.  Por ejemplo, si alguien te dice: “Tú amas, pero ¿cuál es el valor del amor?”.  ¿Qué dirás?  Tú dirás: “Al amor no se le puede dar un valor”.  El amor no tiene valor en el mismo sentido que un automóvil tiene valor, o que una casa tiene valor.  El dinero tiene valor.  La salud tiene valor, pero ¿el amor?  El amor es lo supremo, el fin.  Tú amas por el amor en sí, el cual no es medio para otra cosa más; es un fin en sí mismo. Su valor es intrínseco, su valor está en sí mismo; no está orientado hacia fuera.

Si alguien pregunta: “¿Cuál es el valor de la vida?”.  Con seguridad dirás: “A eso no se le puede llamar valor”.


“¿Por qué estás viviendo?”.  Dirás: “Porque disfruto estando vivo”.  Pero ¿cuál es el valor?  “Valor”…  no hay ninguno.  Todo lo que es supremo no tiene valor en el sentido ordinario de la palabra.  Pero gracias a lo supremo todo lo demás es valioso.  Por tanto, a eso no se le puede llamar valor, aunque todo valor existe debido a ello.


Tú vas a la oficina, trabajas; eso se puede valorar.  Ganarás mil dólares al mes.  Y luego vienes y le das mil dólares a tu esposa porque amas a esa mujer.  Tú trabajas para ella, trabajas para tus hijos; los amas.  El amor no tiene valor.  Tu trabajo tiene valor, pero, finalmente, todo lo que tiene valor se pone a los pies de lo que no tiene valor o es invaluable.


Recuerda, el fin no puede tener valor alguno.  Por eso los taoístas dicen que la vida no tiene propósito.  Esto sorprende a la gente.


Un día un hombre vino a mi y dijo:


-¿Cuál es el propósito de la vida?


-No hay propósito –le contesté-.  La vida es, simplemente.


No quedó satisfecho.  Dijo:


-Vengo de muy lejos.  –Venía de Nepal.  Y añadió-: Soy un anciano, un profesor retirado.  No me despidas con las manos vacías.  He venido a preguntar solo una cosa: ¿cuál es el propósito de la vida?


Yo le respondí:


-Si te pudiera despedir con las manos vacías entonces tu viaje habría tenido un propósito, porque tener las manos vacías es el fin.


-No hables con acertijos –dijo él-.  Dime simplemente, en un lenguaje clarísimo, ¿cuál es el propósito de la vida?


Este hombre no pudo entender que estaba haciendo una pregunta absurda.  La vida no puede tener propósito alguno, porque si la vida tuviera algún propósito entonces una cosa se convertiría en algo más valioso que la vida y volverá a surgir la pregunta: ¿cuál es el propósito de eso?  Si decimos: “La vida es para llegar a la verdad”, entonces la verdad se convierte en el propósito real.  Pero entonces ¿cuál es el propósito de la verdad?  Si decimos: “La vida es para buscar a Dios”, entonces surge la pregunta: “¿Cuál es el propósito de Dios, o de llegar a Dios, o de realizar a Dios?”.  Al final tienes que dejar la palabra “propósito”; finalmente tienes que dejarla.


Sí, a eso no se le puede llamar valor, a eso no se le puede llamar propósito, y si puedes entender esta revelación se producirá mucha luz en ti.  La vida no tiene propósito ni valor.  El amor no tiene propósito ni valor.  Esto quiere decir que Dios, la Vida, la Verdad, el Amor son simplemente cuatro nombres para la misma cosa.  No hay diferencia porque sólo puede haber una cosa que no tenga propósito alguno; todo lo demás le debe a ella su propósito.  Es lo máximo, la misma cumbre.


Precisamente la otra noche una mujer dijo:


-Para mí es muy difícil entender lo que quieres expresar al decir “Dios”, porque no creo en Dios.  Me gustaría entenderlo, pero cuando utilizas la palabra “Dios” algo no funciona bien en mi cabeza: empiezo a cerrarme.


-Haz algo muy simple –le dije-: Cada vez que mencione a “Dios”, léelo como “Vida”; esto bastará.  Cada vez que diga “Dios” escúchalo como “Vida”, tradúcelo inmediatamente como “Vida”.  Ella se sintió feliz.


¡Qué inflexibles somos con las palabras!  Si digo: “Dios”, eso crea negatividad en algunos; si digo “Vida”, eso crea negatividad en otros.  Y yo sólo estoy cambiando el nombre… y una rosa es una rosa es una rosa, no importa el nombre que se le de.  Tú puedes llamarla “jazmín” pero la rosa sigue siendo la rosa.


Sólo hay “uno”, que es el supremo.  Diferentes personas le han dado nombres distintos.  Más allá de él no existe nada, por tanto no puede ser valioso para algo más.  No lo puedes usar como referencia, porque no hay nada más allá de él; él es el más allá.


Lieh Tzu dijo: “A eso no se le puede llamar valor.  Lo mejor es estar quieto, lo mejor es estar vacío.  En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada; al dar y recibir perdemos el sitio”.


“Lo mejor es estar quieto”.  Ahora, más que responder qué es un valor o por qué el vacío es un valor, la insistencia de Lieh Tzu está en la experiencia.  El enfoque taoísta es básicamente existencial.  No hay una creencia en especulaciones abstractas y conceptos.  Se dice: tú puedes experimentarlo, por tanto ¿para qué recurrir a un conocimiento de segunda mano?  En realidad Dios no puede ser nunca de segunda mano; tiene que ser de primera mano.  Tú no puedes recurrir a mi Dios; mi Dios es mi Dios.  Tú tendrás que dirigirte a tu propio Dios.  Por supuesto, cuando lo hayas hecho te darás cuenta de que mi Dios y tu Dios son lo mismo, pero tú tendrás que llegar a ello por ti mismo; es algo que tiene que florecer en tu propio ser.