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miércoles, 23 de septiembre de 2015

El Complejo de Jonás (El miedo a nuestra propia Grandeza) por Abraham Maslow


“La mayoría de los psicólogos humanistas existenciales creen hoy día que un aspecto universal de la naturaleza humana es el impulso de crecer, de potenciarse y realizarse y de ser todo lo que uno es capaz de llegar a ser. Si consideramos exacto este punto de vista, es entonces obviamente necesario explicar porqué la mayoría de las personas no se desarrollan hasta su máximo potencial interno. A medida que nos afirmamos en nuestro conocimiento psicoanalítico y trascendemos a Freud, inevitablemente llegamos al descubrimiento de lo que he llamado “el inconsciente sano”. Para formularlo simplemente, no solo reprimimos nuestros impulsos peligrosos, desagradables o amenazadores, sino que a menudo reprimimos nuestros mejores y más nobles impulsos.
Desafortunadamente, es omnipresente en nuestra sociedad. Con frecuencia, la persona más inteligente es ambivalente sobre su inteligencia. A veces, puede incluso denegarla totalmente en un esfuerzo para parecer una persona común o perteneciente a la media, por huir de su destino. Las defensas contra la paranoia -o quizás, dicho con más precisión, contra el orgullo o la soberbia pecaminosa- se hallan presentes en nuestros conflictos internos. Por una parte, la persona tiene una tendencia normal a la auto expresión abierta y alegre, a la realización de sus mejores tendencias. Sin embargo, se encuentra frecuentemente en situaciones en las que debe camuflar estas mismas capacidades.
Una afirmación de la propia superioridad -aunque esté incluso justificada, sea realista y esté demostrada- se vive a menudo por parte de los demás como una afirmación del dominio del que habla y la demanda concomitante de subordinación por parte del que escucha. No es pues sorprendente que quien escuche rechace dicha afirmación y se vuelva agresivo. En consecuencia el individuo superior se quita méritos a sí mismo para evitar el contraataque de los demás.
Sin embargo, el problema también se nos presenta a todos. Todos nosotros debemos sentirnos suficientemente fuertes o tener suficiente amor por nosotros mismos para ser creativos, para lograr nuestras metas, para realizar nuestros potenciales. En consecuencia, cualquiera se deja arrastrar a un conflicto entre su tendencia intra psíquica normal a desarrollarse en toda su plenitud y la toma de conciencia socialmente adquirida de que los demás estén dispuestos a considerar su verdadera estatura como una amenaza a su propia autoestima.
Podría decirse que la persona a la que llamamos neurótica se impresiona tanto con la posibilidad del castigo -está tan asustada de la hostilidad que pueda suscitar- que, en efecto, abandona capacidades más elevadas, su derecho a desarrollarse hasta pleno potencial. Para evitar el castigo, se hace humilde, zalamero, congraciador o incluso masoquista. En resumen, debido al miedo al castigo por ser superior, se hace inferior y echa por la borda parte de sus capacidades: es decir, voluntariamente disminuye sus posibilidades de humanidad. En aras de la seguridad y de la sensación de seguridad, se mutila y se atrofia a sí mismo.
Sin embargo, es imposible negar completamente nuestra naturaleza más profunda. Si no se muestra en una forma directa, espontánea, desinhibida y suelta, debe inevitablemente expresarse de una forma oculta, encubierta, ambigua e incluso furtiva. Y cuando menos, las propias capacidades perdidas se expresarán en sueños perturbadores, en asociaciones libres inquietantes, extraños deslices verbales o emociones inexplicables. Para esa persona, la vida se convierte en una continua lucha, en un conflicto. Si la persona neurótica ha renunciado con determinación a desarrollar sus potenciales y su autorrealización, típicamente parece “buena”, humilde, modesta, obediente, reservada, tímida e incluso retraída.
Este modelo nos ayudara a entender a la persona neurótica de otro modo. Principalmente como alguien que se despliega simultáneamente en búsqueda de su derecho de nacimiento a la plena humanidad, queriendo desarrollarse hacia la autorrealización y la plenitud del ser, pero que, limitada por el miedo, disfrazara u ocultara sus impulsos normales y los contaminara con una mezcla de culpabilidad, con la que alivia su miedo y apacigua a los demás. Podría decirse en este caso que se “evade el propio crecimiento”, es decir, se está eludiendo la tarea en la que encaja su peculiar constitución idiosincrática, la tarea para la que ha nacido. Esta evadiendo su destino.
Por ello, el historiador Frank Manuel ha llamado a este fenómeno El Complejo de Jonás. Recordemos que en el relato bíblico de Jonás, éste fue llamado por Dios para ejercer el don de la profecía, pero tuvo miedo de su tarea. Intentó huir de ella, pero huyera donde huyera, no podía esconderse en ningún lugar. Al fin entendió que tenía que aceptar su destino, tenía que hacer lo estaba llamado a hacer. En ese sentido, cada uno de nosotros somos llamados a una tarea particular en la que encaja nuestra naturaleza. Huir de ella, temerla, adoptar una actitud a medias o ambivalentes son, todas ellas, reacciones “neuróticas” en el sentido clásico de la palabra.
Sin embargo, desde otra perspectiva, es posible ver estos mecanismos como ejemplos de nuestro impulso hacia la salud, la autorrealización y la plena humanidad. La diferencia entre la persona disminuida que anhela con melancolía la plena humanidad, pero que nunca se atreve a realizarla, frente a la persona liberada que se desarrolla encaminándose hacia su destino es simplemente la diferencia entre el miedo y el valor.
Puede decirse que la neurosis es el proceso de autorrealizarse bajo el imperio del miedo y la ansiedad. Por tanto, puede considerarse que se trata del mismo proceso universal y sano, pero obstaculizado, bloqueado y encadenado. Estas personas neuróticas puedan sin duda considerarse como personas que se mueven hacia la autorrealización, a pesar de que cojean en lugar de correr y zigzaguean en lugar de avanzar directamente.”

Los 14 Preceptos de Thich Nhat Hanh



Thich Nhat Han es un Maestro Zen nacido en Vietnam Central el 11 de Octubre de 1926, monje budista desde hace más de cuatro décadas y activista por la paz, nominado para el Premio Nobel por ese motivo. Refugiado político en Francia desde 1972, por su combate pacífico, empezado durante la guerra de Vietnam. En Vietnam fundó la Escuela de la Juventud para los Servicios Sociales, la Universidad Budista de Vanh Hanh, la editorial Le Boi Press y la Orden del Interser. Enseñó en la Universidad de Columbia y la Sorbona. En 1967 Fue nominado por Martin Luther King para el Premio Nobel de la Paz.

Actualmente vive en Francia, en una comunidad de enseñanza budista llamada Plum Village fundada en 1982, cercana a Burdeos. Viaja constantemente por el mundo dando enseñanzas y conferencias y ayudando a los refugiados. Ha escrito más de 60 libros en inglés, francés y vietnamita. Algunos han sido traducidos al español. Sus textos y conferencias se centran a menudo en la necesidad de transmitir a la acción cotidiana y social una intención profunda de amor surgido de una atención consciente.

1. No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso a las Buddhistas. Todos los sistemas de pensamiento son medios de guía; no son la verdad absoluta.

2. No creas que el conocimiento que tienes en este momento es la verdad inmutable, absoluta. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a los puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de los puntos de vista para estar abierto a recibir los puntos de vista de los demás. La verdad se encuentra en la vida y no meramente en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a través de toda la vida y a observar la realidad en ti mismo y en el mundo en todo momento.

3. No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y la estrechez.

4. No evites el contacto con el sufrimiento ni cierres tus ojos ante el sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida del mundo. Encuentra maneras para estar con aquellos que están sufriendo por todos los medios, incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes, sonido. Por tales medios, despierta tú mismo y a los demás a la realidad del sufrimiento en el mundo.

5. No acumules riqueza mientras millones están hambrientos. No tomes como el objetivo de tu vida a la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con quienes están en necesidad.

6. No mantengas ira u odio. Tan pronto como surgen la ira y el odio, practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira y odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7. No te pierdas en la dispersión y en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y la mente, para practicar la atención, y para desarrollar la concentración y la comprensión.

8. No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Haz todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9. No digas cosas falsas por el bien del interés personal o para impresionar a las personas. No pronuncies palabras que causen desviación y odio. No difundas noticias que no sabes si son ciertas. No critiques o condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aun cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10. No uses a la comunidad Buddhista para ganancia o provecho personal, ni transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por cambiar la situación sin engancharse en conflictos partidarios.

11. No vivas con una vocación que sea dañina para los humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a los demás de su oportunidad de vivir. Elige una vocación que ayude a realizar tu ideal de compasión.

12. No mates. No permitas que otros maten. Encuentra todos los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra.

13. No poseas nada que debería pertenecer a los demás. Respeta la propiedad de los demás pero evita que los demás se enriquezcan con el sufrimiento humano o el sufrimiento de otros seres.

14. No maltrates a tu cuerpo. Aprende a manejarlo con respeto. No veas a tu cuerpo sólo como un instrumento. Preserva las energías vitales (sexual, respiración, espíritu) para la realización del Camino. La expresión sexual no debería ocurrir sin amor y compromiso. En las relaciones sexuales, sé consciente del sufrimiento futuro que pueda causarse. Para preservar la felicidad de los demás, respeta los derechos y compromisos de los demás. Sé plenamente consciente de la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo. Medita sobre el mundo al cual estás trayendo nuevos seres.

No creas que yo siento que sigo todos y cada uno de estos preceptos perfectamente. Sé que fallo de muchas maneras. Ninguno de nosotros puede cumplir plenamente cualquiera de ellos. Sin embargo, debo trabajar hacia una meta. Esta es mi meta. Ninguna palabra puede reemplazar a la práctica, sólo la práctica puede hacer a las palabras.

Fuente: www.lawebdepedro.com.ar