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lunes, 10 de agosto de 2015

TEMOR; EL RESPONSABLE DE LA ACUMULACIÓN DE CONOCIMIENTO.



Ustedes recordarán que hemos estado conversando acerca del temor. Ahora bien, ¿no es el temor el responsable de la acumulación de conocimiento?
Éste es un tema difícil, así que veamos si podemos examinarlo, considerémoslo muy cuidadosamente.
Los seres humanos acumulan el conocimiento y le rinden culto, no sólo el conocimiento científico sino también el así llamado conocimiento espiritual. Piensan que el conocimiento es de suma importancia en la vida, el conocimiento de lo que ha sucedido y de lo que va a suceder.
Todo este proceso de acumular información, de rendir culto al conocimiento, ¿no surge de un trasfondo de temor? Tememos que sin el conocimiento estaríamos perdidos, que no sabríamos cómo conducimos. Así, leyendo lo que los sabios han dicho, mediante las creencias y experiencias de otras personas y también mediante nuestras propias experiencias, paulatinamente construimos un trasfondo de conocimiento que se vuelve tradición; y buscamos refugio detrás de esta tradición.
Pensamos que este conocimiento o que esta tradición es esencial, y que sin eso estaríamos perdidos, no sabríamos qué hacer.
Ahora bien, cuando hablamos del conocimiento, ¿qué entendemos por esa palabra? ¿Qué es lo que “conocemos”? ¿Qué es lo que ustedes realmente conocen cuando llegan a considerar el conocimiento que han acumulado? En un cierto nivel, en la ciencia, en la ingeniería y demás, el conocimiento es importante, pero más allá de eso, ¿qué es lo que conocemos?
¿Han considerado alguna vez todo este proceso de acumular conocimientos? ¿Qué es lo que estudian, por qué dan exámenes? El conocimiento es necesario en un cierto nivel, ¿no es así? Sin un conocimiento de las matemáticas y de otras materias uno no podría ser ingeniero ni científico. La relación social está basada en tal conocimiento y sin él no podríamos ganamos la vida. Pero más allá de esta clase de conocimiento, ¿qué es lo que conocemos? Más allá de eso, ¿cuál es la naturaleza del conocimiento?
¿Qué queremos decir cuando afirmamos que el conocimiento es necesario para encontrar a Dios, o que el conocimiento es necesario para comprendemos a nosotros mismos, o que es indispensable para encontrar un camino a través de todas las agitaciones de la vida? En esos casos, entendemos el conocimiento como experiencia; ¿y qué es esta experiencia? ¿Qué es lo que conocemos mediante la experiencia? ¿Acaso este conocimiento no es utilizado por el ego, por el “yo” para fortalecerse a sí mismo?
Digamos, por ejemplo, que he logrado cierta posición social. Esta experiencia, con sus sentimientos de éxito, de prestigio, de poder, me da cierta sensación de seguridad, de bienestar. Así, el conocimiento de mí éxito, el conocimiento de que soy “alguien”, de que tengo una posición, poder, refuerza el “yo”, el ego, ¿no es así?
¿Han advertido lo inflados que están de conocimiento los pundits, y cómo el conocimiento da a los padres de ustedes, a sus maestros, la actitud de “yo he experimentado más que tú, yo sé y tú no sabes”? Así es como el conocimiento, que es meramente información, se convierte poco a poco en el sustento de la vanidad, en el alimento del ego, del .yo”. Porque el ego no puede existir sin ésta u otra clase de dependencia parasitaria.
El científico usa su conocimiento para nutrir su vanidad, para sentir que es alguien, tal como lo hace el pundit.
Los maestros, los padres, los gurúes, todos quieren ser “alguien” en este mundo, de modo que utilizan el conocimiento como un medio para ese fin, para satisfacer ese deseo. Pero cuando uno mira detrás de sus palabras, ¿qué es lo que ellos conocen en realidad?
Conocen solamente lo que contienen los libros o lo que han experimentado; y sus experiencias dependen del trasfondo de su condicionamiento. Al igual que ellos, casi todos nosotros estamos llenos de palabras, de información que llamamos conocimiento, y sin eso estamos perdidos; de modo que tras esta pantalla de palabras, de información, siempre está acechando el miedo.
Donde hay miedo no hay amor; y el conocimiento sin amor nos destruye. Eso es lo que está sucediendo en el mundo actualmente. Por ejemplo, ahora tenemos conocimiento suficiente para alimentar a todos los seres humanos del mundo; sabemos cómo alimentar, vestir y albergar a la humanidad, pero no lo hacemos porque estarnos divididos en grupos nacionalistas, cada cual con sus propias actividades egocéntricas. Si tuviéramos realmente el deseo de terminar con las guerras podríamos hacerlo, pero no tenemos ese deseo y es por la misma razón. De modo que el conocimiento sin amor se convierte en un medio de destrucción. Hasta que comprendamos esto, el pasar meramente los exámenes y alcanzar posiciones de prestigio y poder conduce inevitablemente al deterioro, a la corrupción, al lento marchitarse de la dignidad humana.
Es obviamente esencial poseer conocimientos en ciertos niveles, pero mucho más importante aún es ver cómo el conocimiento es utilizado egoístamente para fines de interés propio. Obsérvense a sí mismos y verán de qué modo la experiencia es empleada por la mente como un medio de expansión propia, como un medio para obtener prestigio y poder. Observen a los adultos y verán cómo anhelan posición y se aferran a su éxito.
Quieren construir una morada de seguridad para sí mismos, desean poder, prestigio, autoridad; y casi todos nosotros, de diversas maneras, vamos detrás de la misma cosa. No queremos ser nosotros mismos, cualquier cosa que seamos; queremos ser “alguien”. Hay, ciertamente, una diferencia entre ser y desear ser. El deseo de ser o llegar a ser se continúa y se fortalece mediante el conocimiento, el cual es usado para el engrandecimiento propio.
Es importante para todos nosotros, a medida que vamos madurando, investigar estos problemas y comprenderlos, de modo que no respetemos a una persona meramente porque posee un título o una alta posición social o porque se supone que tiene muchísimos conocimientos. Realmente, conocemos muy poco.
Podemos haber leído muchos libros, pero muy pocos de nosotros tenemos experiencia directa de algo. Lo que tiene vital importancia es la experiencia directa de la realidad, de Dios; y para eso tiene que haber amor.
Extracto de: EL ARTE DE VIVIR – J. Krishnamurti