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sábado, 20 de junio de 2015

LA PROFUNDIDAD DEL MAR




PRESENCIA SOLAR
En el fondo del mar, una gota vive en la oscuridad. Algunos peces le han hablado de otras gotas semejantes a ella que viven donde la luz las vuelve transparentes, todo en ellas es cristalino y ésta luz las acaba absorbiendo llevándolas fuera del mar a un viaje del que no saben su destino.
La verdad es que vivo bien aquí. Me he acostumbrado a la oscuridad de las profundidades marinas y no necesito más –se dijo–. Pero la intriga no dejaba de instigarla y un día, más bien una noche, emprendió el viaje de su vida rumbo a lo desconocido.
–¡Estás loca! ¿Y si nunca puedes regresar? –le decían sus amigas.
–Correré el riesgo –contestó.
Nada tenía que llevar consigo, pues una gota de agua nada posee, tal vez sus recuerdos, como mucho.
Su ascensión, algo que realmente no sabía cómo hacer, esfuerzo le costó. “Sólo la voluntad”, le había dicho un pez. Aunque tener voluntad propia, la que le hacía diferente a las demás gotas, realmente no sabía cómo conseguirla, mas sin saber cómo pronunció la palabra mágica: ¡quiero! Al instante se vio alejarse de las demás gotas, los pulpos, estrellas de mar; de las rocas conocidas hasta en sus más ínfimos detalles. ¡Era tanto el roce!...
Impulsada por una fuerza que desconocía, tras un recorrido que le pareció una eternidad, vislumbró un punto de luminoso que atrajo su atención, haciendo que latiera su diminuto corazón como nunca antes lo hizo.
¡Qué emoción!
¿Y si acabo desapareciendo en la luz y dejo de existir? –pensó.
Las dudas seguían atormentándola y se sintió muy, muy pequeña. Cuando, de pronto, la luz le envolvió. Al principio nada percibía, era tanta su intensidad… que creyó quedarse ciega.
–¡Hola! –escuchó–. ¡Bienvenida a la superficie!
–¿Superficie? Se preguntó. ¿Qué es eso?
La voz, que no sabía aún de dónde procedía, continuó:
–Estás en el mismo mar, con una salvedad, que lo estás sintiendo desde el lado opuesto del que vienes.
La “ceguera” fue desapareciendo y contempló, en un primer momento difusa, ante sí, a otra gota de agua semejante a ella en todo, salvo que brillaba intensamente.
–¿Estás sorprendida? No temas por mi aspecto. Mírate y verás que tu fulgor es como el mío.
Se observó. ¡Oh! Gritó.
–¿Cómo puede ser eso, si yo provengo de la oscuridad? –algo confundida le contestó.
–Es sencillo. Aquí nos llega la luz directa del Sol, de tal modo que nos inunda y todo en nosotras es diáfano.
–¿Y aquí, qué hacemos?
–Esperaba tu pregunta. Si miras a tu alrededor verás que no estamos solas. Hay muchas gotas como tú y como yo. Te esperamos desde hace tiempo. Vamos a emprender un viaje más allá del mar. ¿Aceptas?
Giró su cuerpo al completo y… ¡estaba rodeada de gotas! Todas brillando como ellas. Le sonreían. Y su efecto fue demoledor, su ser se sintió unido a todas ellas, como si fueran una sola gota gigante. Y, aun así, pensaba como ella lo hacía siempre. No se disolvió en ellas.
Un ¡Sí!, que sonó bien fuerte, salido de las profundidades de su ser, se escuchó.
El Sol que le alumbraba, manifestó una cualidad que no fue consciente hasta ese mismo instante. Sintió cómo su ser empezó a experimentar calor, tanto que le hizo perder la consciencia por un momento. Sin saber qué estaba pasando, su cuerpo cambió por completo. Era ella, pero a la vez completamente distinta. De pronto, se fijó que el mar se alejaba de su vista a gran velocidad y, por primera vez en su vida contempló la inmensidad del mundo en que había vivido un segundo antes. Era azul, con diferentes tonalidades que ni imaginaba que existían. Pero se dio cuenta que había también zonas de distintos colores: verdes, blancos, marrones… Y no eran el mar. Había más en el mundo que habitaba y, se fijó en el contorno de su mundo. Era como ella, una esfera.
–¡Hola, otra vez! –con una gran sonrisa su viajera compañera le sacó de su estupefacción–. Ahora somos una nube, somos vapor de agua, y como has comprobado, aun así sigues siendo la misma. Vamos hacia el lugar donde has visto los otros colores de nuestro mundo, lo llamamos “tierra”, y comprobarás que esta palabra engloba muchas posibilidades para experimentar. Puedes elegir el lugar donde posarte. El que sientas que te atrae, es el que te necesita.
No entendía muy bien lo que le había contado, así que se dejó llevar por la intuición. El blanco que vio anteriormente, sin saber por qué era la zona elegida.
–No estarás sola, hay muchas que como tú han escogido el mismo sitio. Estamos sobre Los Andes, una cordillera que recorre la mitad de un continente, con una blancura perpetua en gran parte de ella. Es el momento en que nos “separamos”, aunque ya sabes que es solo apariencia.
Un inmenso rayo de luz seguido por un estruendo que asustó a nuestra gota de agua viajera hizo que sintiera un escalofrío.
–Nada temas. Sigue a tus compañeras de viaje. Sentirás frio y tu forma cambiará nuevamente. Seguirás siendo tú, aunque con otro ropaje…
Sintió que todo su ser se transformaba. En menos de lo que surge un pensamiento pasó del estado en que se encontraba, al que conocía anteriormente y a uno distinto, en el que se sentía a gusto. Se mecía por encima de las montañas descendiendo suavemente. Miró a su alrededor y vio a millones que como ella eran felices con su mutación.
–Lleváis vida al lugar donde vais –le dijo su ya amiga y compañera–. Quienes viven abajo tienen sed. Sin vosotras morirían. Yo voy a otras tierras donde también están sedientos.
Se fundió con sus compañeras en la cima de una montaña. Pasado un tiempo el Sol que le dio la luz, volvió a verle esplendoroso salir por el horizonte, calentando su cuerpo. Esta vez sin miedo alguno emprendió un viaje que le llevaba ladera abajo hasta donde habitaban unos seres sedientos…
Como gota de agua viajó, experimentó sensaciones que le enriquecieron. La más hermosa fue cuando una niña introdujo su mano en el río en el que ella se encontraba. Puso en ésta muchas gotas incluida ella y la llevó hacia su boca. Entró suavemente, y en cascada descendió por el cuerpo de la niña y, sorprendida, contempló a la altura de su pecho un sol como el que conoció al principio de su partida. Y así supo que en todos había una estrella que nos ilumina noche y día.
Tras varios años desde el inicio de su aventura se encontró frente al mar. Sin dudarlo se sumergió hasta sus profundidades, al mundo que le vio nacer. Les contó a sus amigas las peripecias de su larga aventura. Unas le creyeron y otras no. Ella sabía que nada tenía que demostrar, pues, como a ella le pasó, un día sentirán que es el momento de emprender un viaje, un largo viaje hacia el Sol, el mismo que ahora, aun en las profundidades, ilumina en la noche.
Angel Hache.

LA ILUSION DE LAS RECOMPENSAS



Mientras eso no suceda, no llegaremos a ninguna parte. Los grandes místicos y maestros de Oriente dirán: ¿Quién es usted? Muchos creen que la pregunta más importante es: ¿Quién es Jesucristo? ¡Se equivocan!
Muchos piensan que es: ¿Dios existe? ¡Se equivocan! Otros piensan que es: ¿Existe una vida después de la muerte? ¡Se equivocan!. Nadie parece afrontar el problema: ¿Hay una vida ANTES de la muerte? Sin embargo, según mi experiencia son precisamente los que no saben que hacer con esta vida los que viven preocupados por lo que van a hacer con la otra vida. Una señal de que usted despertó es que no le importa un comino lo que va a suceder en la próxima vida. A usted no le preocupa: no le importa. No le interesa, y punto. ¿Saben ustedes lo que es la vida eterna? Ustedes creen que es la vida interminable. Pero sus propios teólogos les dirán que eso no es, porque lo interminable todavía está dentro del tiempo. Es el tiempo que no se acaba. Lo eterno significa atemporal – Por fuera del tiempo- La mente humana puede comprender el tiempo y negar el tiempo. Lo que es atemporal está más allá de nuestra comprensión. Sin embargo, los místicos nos dicen que la eternidad es ahora mismo. ¿Cómo les parece esa buena noticia? Es ahora mismo. La gente se preocupa mucho cuando le digo que olvide su pasado. Está muy orgullosa de su pasado. O se avergüenza mucho de su pasado. ¡La gente está loca! ¡Olvídenlo! Cuando oigan “Arrepiéntase de su pasado”, dense cuenta de que se trata de una gran distracción religiosa que les impedirá despertar.
¡Despierten! Eso es lo que significa el arrepentimiento. No “lloren por sus pecados”. ¡Despierten! Comprendan, dejen de llorar!
ENCONTRARSE A SI MISMO
Los grandes maestros nos dicen que la pregunta más importante del mundo es: “¿Quién soy yo?” O más bien: “¿Qué es “yo”? ¿Qué es lo que llamo “yo”? ¿Quiere decirme que usted comprendía todas las demás cosas del mundo y no comprendía esto? ¿Quiere decirme que usted comprendía la astronomía y los agujeros negros y los quasares y que aprendió la ciencia de la computación y que no sabe quién es usted? Todavía está dormido. Es un científico dormido. ¿Quiere decirme que comprendió quién es Jesucristo y que no sabe quién es usted?
¿Cómo sabe que comprendió a Jesucristo? ¿Quién es la persona que comprende? Primero averigüe eso. Eso es la base de todo, ¿verdad? Por no haber comprendido esto están todas esas personas religiosas empeñadas en todas esas estúpidas guerras religiosas -Musulmanes contra Judíos. Protestantes contra católicos, y toda esa tontería. No saben quienes son, porque si lo supieran, no habría guerras, como la niña que le dice al niño: “¿Ustedes son presbiterianos?” y él le contesta: “No, ¡pertenecemos a otra abominación!
Pero lo que más me gustaría subrayar ahora es la autoobservación. Usted me está escuchando, pero ¿está usted oyendo algo más, además del sonido de mi voz? ¿Es consciente de sus reacciones cuando me escucha? Si no es así, le van a lavar el cerebro. O va a ser influenciado por fuerzas internas de las cuales no tiene ningún conocimiento. Y aunque sea consciente de cómo reacciona a mí, ¿también es consciente de dónde provienen esas reacciones? Tal vez ni siquiera me está escuchando; Tal vez es su padre el que me está escuchando.
¿Cree que eso es posible? Por supuesto que sí. En mis grupos de terapia, me encuentro una y otra vez con personas que no están presentes. Está su padre, está su madre, pero ellas no están. Nunca estuvieron presentes. “Ahora vivo, no yo, sino mi padre que vive en mí” Bien, eso es absolutamente, literalmente verdad. Yo podría desarmarlo a usted pieza por pieza, y preguntarle: “Bueno, esta frase,
¿viene de su padre, de su madre, de su abuela, de su abuelo, de quien?”
¿Quién vive en usted? Es terrible cuando llega a saber eso. Usted cree que es libre, pero probablemente no hay un gesto, un pensamiento, una emoción, una actitud, una creencia que no venga de otra persona.
¿No es horrible? Y usted no lo sabe. Se trata de una vida mecánica que le fue impuesta. Usted tiene opiniones sólidas sobre ciertas cosas, y cree que es usted el que las tiene: pero, ¿realmente es usted? Usted va a necesitar mucha consciencia para que pueda entender que tal vez eso que llama “yo” es sencillamente un conglomerado de sus experiencias pasadas, de sus condicionamientos y de su programación.
Eso duele. Realmente, cuando uno está empezando a despertar, siente mucho dolor . Es doloroso ver sus ilusiones destruidas. Todo lo que creía que había construido se derrumba, y eso es doloroso. De eso se trata el arrepentimiento; de eso se trata el despertar. Por eso, ¿Qué tal que dedique usted un minuto ahora mismo, ahí donde está sentado a ser consciente, mientras hablo, de lo que siente su cuerpo, de lo que pasa por su mente, y de cómo es su estado emocional? ¿Qué tal ser consciente del tablero, si tiene los ojos abiertos y del color de estas paredes y del material del que están construidas? ¿Qué tal ser consciente de mi rostro y de sus reacciones a este rostro mío? Porque usted reacciona, aunque no se dé cuenta. Y probablemente esa reacción no es de usted sino la tiene porque lo condicionaron para que la tuviera. ¿Y qué tal ser consciente de algunas cosas que acabo de decir? Aunque eso no sería consciencia, porque ahora sería solamente memoria.
Sea consciente de su presencia en esta sala. Dígase: “Estoy en esta sala”. Es como si estuviera fuera de usted mismo, mirándose a usted mismo. Note un sentimiento ligeramente diferente del que tendría si estuviera mirando las cosas de la sala. Más tarde preguntaremos: “¿Quién es la persona que está mirando?” Yo me miro a mí mismo. “¿Qué es yo?” “¿Qué es “mí”? Por el momento es suficiente que yo me mire a mí mismo, pero si encuentra que usted está condenado a usted mismo o se aprueba a usted mismo, no interrumpa la condenación y no detenga el juicio o la aprobación, simplemente mírela. Me estoy condenando a mí mismo; me estoy aprobando a mí mismo Simplemente mírelo y punto. ¡No trate de cambiarlo! No diga: “Ay, nos dijeron que no hiciéramos esto”. Sencillamente observe lo que sucede. Como les dije antes, la observación de sí mismo significa mirar – observar lo que sucede en uno y alrededor de uno, como si le estuviera sucediendo a otra persona.
LA REDUCCION AL YO
Ahora les sugiero otro ejercicio: Escriban en una hoja de papel cualquier forma breve en que ustedes se describirían; por ejemplo, hombre de negocios, sacerdote, ser humano, católico, judío, cualquier cosa.
Me doy cuenta que algunos escriben cosas como fructífero, peregrino en búsqueda, competente, vivo, impaciente, centrado, flexible, reconciliador, amante, miembro de la especie humana, demasiado estructurado. Confío en que esto sea el resultado de observarse uno a sí mismo. Como si estuviera observando a otra persona.
Pero dénse cuenta, el “yo” está observándome a “mí”. Éste es un fenómeno interesante que nunca ha dejado de asombrar a los filósofos, místicos, científicos, psicólogos, que el “yo” pueda observarme a “mí”. Parece que los animales no son capaces de hacer esto. Parece que se necesita cierta cantidad de inteligencia para poder hacerlo. Lo que voy a decirles ahora no es metafísica; no es filosofía. Es sencilla observación y sentido común: Los grandes místicos del Oriente se refieren realmente al “yo”, no al “mí”. De hecho, algunos de estos místicos nos dicen que empezamos primero con las cosas; después pasamos a una consciencia de los pensamientos (es decir, del “mí”); y finalmente obtenemos una consciencia del pensador. Las cosas, los pensamientos, el pensador. Al que realmente estamos buscando es al pensador. ¿Puede el pensador conocerse a sí mismo? ¿Puedo saber que es el “yo”? Algunos de estos místicos responden: ¿Puede el cuchillo cortarse a sí mismo? ¿Puede el diente morderse a sí mismo? ¿Puede el ojo verse así mismo? ¿Puede el “yo” conocerse a sí mismo? Pero ahora estoy pensando en algo mucho más práctico, que es decir qué no es el “yo”. Iré tan lentamente como sea posible porque las consecuencias son devastadoras. Maravillosas o aterradoras, según el punto de vista de cada cual.
Escuchen esto: ¿Yo soy mis pensamientos, los pensamientos que estoy pensando? No.
Los pensamientos van y vienen; yo no soy mis pensamientos. ¿Soy mi cuerpo? Nos dicen que millones de células de nuestro cuerpo cambian o se renuevan cada minuto, de manera que después de siete años no tenemos en nuestro cuerpo una célula viva de las que había en él hace siete años. Las células van y vienen. Las células se forman y mueren. Pero el “yo” parece que permanece. de manera que ¿yo soy mi cuerpo? ¡Es evidente que no!
El “yo” es algo diferente del cuerpo; es algo más. Podría decirse que el cuerpo es parte del “yo”, pero es una parte que cambia. Se mueve continuamente, cambia continuamente. Le seguimos dando el mismo nombre, pero él cambia constantemente. Así como les damos el mismo nombre a las Cataratas del Niágara aunque las Cataratas del Niágara estén constituidas por agua que cambia continuamente. Usamos el mismo nombre para una realidad que siempre está cambiando.
¿Y, en cuanto a mi nombre? ¿”Yo” es mi nombre? Evidentemente, no. No porque puedo cambiarme de nombre sin que cambie mi “yo”. ¿Mi carrera? ¿Mis creencias? Digo que soy católico, judío. ¿Es eso una parte esencial del “yo”? Cuando paso de una religión a otra, ¿Ha cambiado el “yo”? ¿Tengo un nuevo “yo” o es el mismo “yo” que ha cambiado? En otras palabras, ¿es mi nombre una parte esencial de mí, del “yo”? Ya mencioné a la niña que le dijo al niño: “¿Eres presbiteriano?” Bien, alguien me contó otra historia acerca de Patricio. Patricio va por una calle en Belfast y siente un revólver en la nuca; una voz le dice: “¿Es usted católico o protestante?” Bien, Patricio tenía que pensar de prisa. Dice: “Yo soy judío”, y la voz le dice: “Yo soy el árabe más afortunado de todo Belfast”. Los rótulos nos importan mucho. “Yo soy republicano”, dice usted. Pero ¿si es realmente? Es imposible que usted quiera decir que cuando cambia de partido cambia de “yo”. ¿No se trata del mismo viejo “yo” con nuevas convicciones política? Recuerdo haber oído acerca de un hombre que le pregunta a un amigo:
-¿Piensas votar por los republicanos?
- No, voy a votar por los demócratas – Le contesta el amigo – Mi padre era demócrata, mi abuelo era demócrata y mi bisabuelo era demócrata.
- Esa lógica es loca – dice el otro -. Es decir, si tu padre hubiera sido ladrón de caballos, y tu abuelo hubiera sido ladrón de caballos, y tu bisabuelo hubiera sido ladrón de caballos ¿qué hubieras sido tu?
- Ah – respondió el amigo -, entonces sería republicano.
Dedicamos mucho tiempo en la vida a reaccionar a los rótulos, los nuestros y los de los demás. Identificamos los rótulos con el “yo”. Católico y protestante son rótulos frecuentes. Cierta vez un hombre fue a ver a un sacerdote y le dijo:
- Padre, quiero que diga una misa por mi perro
El sacerdote se indignó:
-¿Cómo así? ¿Decir una misa por su perro?
- Era mi perro consentido – le contestó el hombre – Yo amaba ese
perro, y me gustaría que usted dijera una misa por él.
- Aquí no decimos misas por perros – replicó el sacerdote -. Pruebe en la iglesia vecina. Pregunte si pueden celebrarle un servicio.
Cuando el hombre estaba por irse, le dijo al sacerdote:
- Es una lástima. Realmente yo amaba a ese perro, iba a pagarle un millón de dólares por la misa.
Y el sacerdote dijo:
Espere un momento, usted no me había dicho que su perro fuera católico.
Cuando usted está atrapado por los rótulos, ¿qué valor tienen esos rótulos, en cuanto al “yo”? ¿Podríamos decir que el “yo” no es ninguno de los rótulos que le adjudicamos? Los rótulos pertenecen al “mi”. Lo que cambia constantemente es el “mi”. ¿El “yo” cambia alguna vez?
¿Cambia alguna vez el observador? El hecho es que cualquier rótulo en que usted piense (excepto quizá ser humano) debe aplicarlo al “mi”. “Yo” no es ninguna de esas cosas, De manera que cuando usted sale de usted mismo y observa el “mi”, ya no se identifica con el “mi” El sufrimiento existe en el “mi”, de manera que cuando usted identifica el “yo” con el “mí” empieza el sufrimiento.
Diga que tiene miedo, o deseo o ansiedad. Cuando el “yo” no se identifica con el dinero, o el nombre o la nacionalidad, o las personas o los amigos, o con cualquier cualidad, el “yo” nunca está amenazado. Puede ser muy activo, pero nunca está amenazado. Piense en cualquier cosa que le ha causado o causa dolor o preocupación o ansiedad. En primer lugar, puede identificar el deseo bajo el sufrimiento; hay algo que usted desea ardientemente, o no habría sufrimiento. ¿Qué es ese deseo? En segundo lugar, no es sencillamente un deseo; hay identificación. De alguna manera, usted se dijo a usted mismo:
”El bienestar del “yo”, casi la existencia del “yo”, está ligada con este deseo”. Todo sufrimiento es causado por identificarme con algo, sea que ese algo esté dentro de mí o fuera de mí.
SENTIMIENTOS NEGATIVOS HACIA LOS DEMAS
En una de mis conferencias alguien hizo el siguiente comentario:
“Quiero compartir con usted algo maravilloso que me sucedió. Fui al cine un día; poco tiempo después, estaba trabajando y realmente tenía problemas con tres personas en mi vida. De manera que dije: “Bueno, así como aprendí en el cine, voy a salir de mí mismo”. Durante un par de horas me puse en contacto con mis sentimientos, con lo mal que me sentía hacia estas tres personas. Dije: “Realmente odio a esas personas”. Después dije: “Jesús, ¿Qué puedes hacer al respecto?” Un poco más tarde me puse a llorar, por que me di cuenta que Jesús había muerto por esas personas, y, de todos modos, ellas no podían evitar ser como eran. Esa tarde tenía que ir a la oficina; allí hablé con esas personas. Les conté mi problema, y ellas estuvieron de acuerdo. Ya no estaba furioso con ellas y ya no las odiaba”.
Siempre que usted tiene un sentimiento negativo hacia alguien, está viviendo en una ilusión. Algo grave sucede. No está viviendo la realidad. Algo en su interior tiene que cambiar. Pero ¿eso es lo que generalmente hacemos cuando tenemos un sentimiento negativo? “El tiene la culpa, ella tiene la culpa. Ella tiene que cambiar.” ¡No! El mundo está bien. El que tiene que cambiar es usted.
Uno de ustedes dijo que trabajaba en una institución. Durante una reunión del personal, alguien solía decir, inevitablemente: “La alimentación de aquí es pésima”, y la nutricionista se salía de casillas. Se había identificado con la alimentación y decía: “El que ataque la alimentación, me ataca a mí; me siento amenazada”. Pero el “yo” nunca está amenazado; solamente el “mí” es amenazado.
Pero supongamos que usted presencia una injusticia evidente, algo que está obvia y objetivamente mal, ¿No sería una reacción apropiada decir que esto no debiera suceder? ¿De alguna manera usted debe involucrarse en la corrección de una situación que está mal? Alguien maltrata a un niño, y usted ve el abuso. ¿Qué hacer frente a algo como eso? Espero que no haya dado por sentado que yo dije que no debía hacer nada. Dije que si usted no tuviera sentimientos negativos sería mucho más eficiente, mucho más eficiente. Porque cuando entran en juego los sentimientos negativos, usted se vuelve ciego. Aparece el “mi”, y todo se desorganiza. En donde antes teníamos un problema, ahora tenemos dos problemas. Muchos suponen erróneamente que si
uno no tiene sentimientos negativos como la ira, el resentimiento y el odio significa que no debe hacer nada frente a una situación. ¡Ah, no, no, no! Usted no se siente emocionalmente afectado, pero actúa de inmediato. Se vuelve muy sensible a las cosas y a las personas que lo rodean Lo que mata la sensibilidad es lo que mucha gente llama el ego condicionado: cuando uno se identifica tanto con el “mi” que hay demasiado “mi” para poder ver las cosas objetivamente, con desprendimiento. Es muy importante que cuando usted actúe pueda ver las cosas con desprendimiento. Pero las emociones negativas se lo impiden.
Entonces, ¿Cómo llamaríamos ese tipo de pasión que activa la energía para hacer algo respecto a los males objetivos? Sea lo que sea, no es una reacción; es una acción.
Algunos de ustedes se preguntan si existe un área gris antes de que algo se convierta en un apego, antes de que tenga lugar la identificación. Digamos que muere un amigo. Parece bien y muy humano sentir algo de tristeza. Pero ¿qué reacción? ¿Compasión de sí mismo? ¿Qué será lo que le produce aflicción? Piense en eso. Lo que le estoy diciendo le parecerá terrible, pero ya le dije, vengo de otro mundo. Su reacción es de pérdida personal ¿verdad? Le produce lástima el “mi”, o se conduele de otras personas a quienes su amigo alegraba. Por eso quiere decir que le producen lástima otras personas a quienes les producen lástima ellas mismas. Si no se conduelen de ellas mismas, ¿de qué podrían condolerse? Nunca sentimos tristeza cuando perdemos algo a lo que le hemos permitido ser libre, que no hemos tratado de poseer. La tristeza es una señal de que hice depender mi felicidad de esta cosa o persona, al menos en alguna medida. estamos tan acostumbrados a oír lo contrario de esto, que lo que digo suena inhumano, ¿no es verdad?
Anthony de Mello
Extracto del libro: Despierta de Anthony de Mello

Comunicación con el Más Allá…



Llegamos ahora a la cuestión de sí es posible o no comunicarse con aquellos que han pasado al más allá. Se ha publicado un número plural de libros sobre este tema, y durante mucho tiempo se ha ventilado en el mundo entero una amarga y mordaz controversia a este respecto. Sin duda, mucha gente parece incapaz de tocar el tema y, al mismo tiempo mantener ya -sea su sentido común o sus buenas maneras. Los epítetos más violentos se cruzan entre los controversiales interlocutores a ambos lados del tema, y he conocido de varias amistades de años que se han roto por esa cuestión de si es posible o no comunicarse con los llamados "muertos".
Los extremistas por un lado dicen dogmáticamente que es absolutamente imposible hacerlo. Entusiastas por el otro lado alegan estar en comunicación clara e íntima con sus amigos difuntos, y que hacen esto una o dos veces a la semana, y a veces más. ¿Cuál es la verdad? Bueno, la verdad es que a veces sí se produce comunicación, pero que los casos son más contados que lo que suponen los creyentes, y que esto siempre se hace con una considerable dificultad e incertidumbre. En nada se parece a llamar por teléfono de New York a Chicago. Se parece más a los días tempranos de los experimentos de Marconi con el inalámbrico, cuando los mensajes que entraban eran muy ocasionales y fraccionados, y cuando generalmente lo que se registraba no eran más que disturbios atmosféricos y movimientos sin sentido de los instrumentos.
No se metan en las cuestiones psíquicas. Si desean investigar científica y cabalmente, enhorabuena, pero esto será el trabajo muchos años y requerirá condiciones científicas. La objeción principal a la práctica de tanta gente de correr tras los médiums es que eso en realidad es una forma de salir huyendo a las responsabilidades de la vida. Médiums profesionales dicen que muy rara vez les toca clientes que son felices, cuya vida está llena de prosperidad y auto-expresión.
Por el contrario, son aquellos con vidas infelices y frustradas, haciendo caso omiso de una particular desgracia, los que siempre se están tratando de comunicar con el siguiente plano. Es así como se convierte en lo que la psicología denomina un "mecanismo de escape", y puede ser casi tan desastroso como el alcohol o los narcóticos. El asunto de ustedes es vivir aquí en este mundo mientras que aquí estén, encarar sus problemas aquí y tratar de resolverlos, y vivir en el otro mundo cuando lleguen allá.
Hay un modo realmente espiritual de comunicación del cual sólo el bien puede resultar. Es el siguiente: Siéntate calladamente y recuérdate que el Dios uno es realmente Omnipresente. Reflexiona entonces que tu Verdadero Ser—la Chispa Divina en ti— está en la Presencia de Dios ahora, y que el Verdadero, Ser— la Chispa Divina— de tu amado también está en la Presencia de Dios. Haz esto por algunos minutos todos los días, y tarde o temprano obtendrás un sentido de comunicación. Sin embargo, como regla general, no se manifestará ningún mensaje detallado, sólo un definitivo e inequívoco sentido de que él sabe que tu has pensado en él, y que él está pensando en ti.
Paqui Serrano
En fin cada quien hará su propio criterio, en mi opinión estoy convencida por experiencia propia de que existe la comunicación con otros planos de conciencia, cada quien según sus creencias sentirá cuándo son reales y cuándo no. Un tema para reflexionar y tú ¿qué crees?
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