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martes, 9 de junio de 2015

KEN WILBER -LA CONCIENCIA SIN FRONTERAS-




La sensación de sufrimiento
Paseando por un camino, podrá ver el esplendor de la naturaleza, la extraordinaria belleza de los campos verdes y cielos abiertos y podrá escuchar la risa de los niños. Sin embargo, a pesar de todo esto, seguirá presente esa sensación de sufrimiento. Está la angustia de la mujer embarazada, el sufrimiento relacionado con la muerte, el sufrimiento de aquel que espera con ansia algo que no sucede, el sufrimiento de una nación que decae, que entra en crisis; y está el sufrimiento relacionado con la corrupción, no sólo en lo colectivo sino también a nivel individual. El sufrimiento está en su propia casa, si lo observa con detenimiento, el sufrimiento de no poder realizarse, el sufrimiento de la propia mezquindad o incapacidad, y otros muchos sufrimientos inconscientes. -Krishnamurti-
A lo largo de la historia de la humanidad, muchos chamanes, sacerdotes, sabios, místicos, santos, psicólogos y psiquiatras han intentado señalar las mejores maneras de vivir correctamente el sufrimiento para poder trascenderIo. Han enfrentado a hombres y mujeres con el discernimiento de su padecer, para que al entenderlo correctamente, puedan trascenderlo y liberarse de él. Pero estos métodos para discernir que nos han ofrecido los diversos médicos del alma no son siempre de la misma naturaleza; e incluso en ocasiones se contradicen radicalmente unos a otros.
Los antiguos médicos del alma nos aconsejaban ponernos en contacto con Dios; los modernos dicen que hay que establecer contacto con el inconsciente. Los de vanguardia nos aconsejan que nos toquemos el cuerpo, los clarividentes anuncian que hay que trascender el cuerpo. Hoy, más que nunca, el desacuerdo entre los médicos del alma es estridente, y el resultado es que nos encontramos paralizados en medio de nuestro sufrimiento, confundidos en cuanto a su significado y sin saber siquiera a quién podemos preguntarle qué significa. Inmovilizados, en nuestro sufrimiento, no emerge, ni puede emerger nuestra más profunda penetración intuitiva en la realidad. No podemos adentrarnos en nuestro sufrimiento con la conciencia necesaria para discernir su naturaleza interior.
No podemos soportar nuestro sufrimiento con resultados fructíferos a menos que sepamos qué es lo que significa y por qué se produce. Y no sabemos lo que significa porque no tenemos un médico del alma en quien podamos confiar sin reservas. Tiempos hubo en que nos dirigíamos con fe inocente al sacerdote, el chamán o el sabio como médicos del alma, y ellos guiaban nuestra conciencia hacia Dios. Pero en el último siglo el sacerdote ha sido desplazado en buena medida por el psiquiatra en cuanto autoridad en quien confiar cuando uno se encuentra con dificultades; y este nuevo sacerdote dirigía, nuestra conciencia hacia aspectos de nuestra propia psique.
Pero ahora la confianza en el psiquiatra como respetado médico del alma va disminuyendo lentamente a medida que emergen terapias más modernas, eficaces y liberadoras. Nuestros nuevos médicos del alma aparecen en Esalen, Oasis y en otros «centros de desarrollo» similares, muchos de ellos en Estados Unidos. Estas gentes están revolucionando el significado de «terapia», al dirigir nuestra conciencia hacia la totalidad del organismo y no solamente a la psique desencarnada. Vemos, incluso, cómo van apareciendo otros, nuevos médicos del alma, los terapeutas transpersonales, que dirigen nuestra percepción directamente a la conciencia supraindividual.
Pero, ¡ay!, puesto que todos estos médicos no se ponen de acuerdo entre sí, ¿a quién debemos creer?
Uno de los mayores problemas que se derivan de esta controversia en la que todos quieren tener razón, es la persistencia con la que tanto los legos como los profesionales tienden a suponer que los diversos médicos del alma se ocupan del ser humano desde diferentes ángulos. Pero no es así, sino que más bien se ocupan de diferentes niveles de la conciencia humana desde diferentes ángulos. Actualmente carecemos de médicos del alma en quienes podamos confiar de todo corazón porque nos imaginamos que todos están hablando del mismo nivel de nuestra conciencia. Por consiguiente, parece fuera de duda que se contradicen entre sí, por lo menos en lo esencial, y quedamos atrapados en la contradicción.
Sin embargo, una vez reconocemos la multiplicidad de niveles inherente a la naturaleza de la conciencia humana, cuando entendemos que nuestro ser tiene muchas capas, podemos empezar a ver que los diversos tipos de terapias difieren, precisamente, porque se dirigen a esos diferentes niveles del alma. Así, pues, si comprendemos que los diversos médicos del alma se dirigen de un modo válido a diferentes niveles de la conciencia quizá podamos escuchar más abiertamente lo que cada uno a su manera tiene que decirnos respecto al nivel del que se ocupa especialmente. Y si nuestro sufrimiento se da en ese nivel, escuchemos atentamente lo que pueda decirnos, y quizá nos ayude a ver el significado de nuestro tipo particular de sufrimiento, a soportarlo a conciencia, comprenderlo y, por ende, a trascenderlo.
Una vez nos hayamos familiarizado en términos generales con el espectro de la conciencia, con las diversas capas de nuestro propio ser, quizá podamos detectar más fácilmente el nivel en que actualmente vivimos, lo mismo que el nivel donde -si es que sufrimos- se origina nuestro sufrimiento. Podemos así escoger el tipo adecuado de médico del alma y una manera adecuada de enfrentarnos a nuestro sufrimiento actual y no seguir ya paralizados en medio de él.
KEN WILBER

LA CALDERA DEL DESPERTAR



¿Ya no eres tú mismo? ¿Perdiste tu ego hace algunos años? ¿Ya no eres una persona? ¿Todo sentido del “yo” ha desaparecido? ¿Tienes alguna historia fabulosa con respecto a tu despertar? ¿Eres ahora un incomparable maestro espiritual, absolutamente iluminado?
¡Que maravilla!… Ahora, ¡emprende el vuelo, hijo mío! Sal al mundo (el cual no es otra cosa que tú mismo) e imbuye ese despertar en el fuego brutalmente amoroso, con un profundo cariño sobre la vida misma, sobre el implacable fuego del dolor y la pena, sobre la caldera ardiente de las relaciones íntimas con tus compañeros, amigos, familiares, estudiantes, con quienes no están dispuestos a liberarte de sus comentarios brutalmente honestos, con aquellos que no están siempre de acuerdo contigo y observa entonces si puedes realmente escuchar y sentir aquello que te están expresando sin que tengas que ponerte a la defensiva o atacarlos o sin que tengas que recurrir a contar historias acerca de tu propia superioridad espiritual o sin que tengas que sacarlos de tu vida para siempre.
Sal, vive, ama, explora, ten un hijo, o no, permite que éste se vaya, o no, enseña y desilusiónate de la enseñanza y de la predicación y de esa pretensión de saber, aprende a amarlos cuando escuchan y cuando no lo hacen, permíteles que se queden y permíteles que se vayan, encuentra la alegría en las cosas simples, descubre esos sentimientos de carencia y de superioridad y la necesidad de sentirte amado y aprobado, observa aquellos sentimientos que consideras que deben desaparecer antes del despertar, descubre toda esa basura de la cual habías pensado que te habías librado, reconoce que todo lo que hay en la vida eres tú mismo, admite todo esto dentro de tu espacio ya despierto, dale la bienvenida como a un huésped muy apreciado, porque eso es lo que es, y date cuenta, con profunda humildad y respeto, que esto ya está permitido, ya sea que tú lo permitas o no, y que realmente nunca supiste nada acerca de lo que significa “permitir”.
Vive, ama, llora, tírate al piso de la risa, contrae cáncer, grita por la noche en tu cama, arruínalo todo, experimenta dicha como nunca antes la experimentaste y permite que todo suceda cuando sea necesario, siente el dolor como nunca antes lo habías sentido y permítele que continúe hasta que sea necesario, pierde alguna extremidad, observa como pierde la cabeza alguien que amas, viaja a través del dolor o de la alegría o a través de la decepción y el éxtasis o a través del miedo a ello, y llega hasta el otro lado con tu corazón roto, completamente abierto y más vulnerable que nunca y bien dispuesto a vivir cualquier tipo de experiencia con los demás (que ahora son tú mismo), como nunca antes lo habías considerado posible.
Experimenta todo, absolutamente todo, crucifícate en todos estos momentos sagrados de la vida y después, en tu lecho de muerte, en tu último instante, te tomaré de la mano y tal vez, si sigues interesado, y si aún puedes recordar, estaremos hablando acerca de tu fabuloso, completo y singular despertar.
O, podríamos simplemente sentarnos juntos en silencio, aquí, ahora, en esta profunda presencia, más allá de todas las historias.
Jeff Foster

La vida es un regalo




No sé cuántas veces habremos oído decir: “La vida es un regalo”. Y sin embargo, en todo lo que hacemos, en todo lo que ocurre, no siempre lo vemos de esa manera.
Oímos que la vida es valiosa. Pero en la rutina diaria de ver gente, gente, gente por todas partes; en la rutina diaria, mientras intentamos salir adelante… quizá se nos olvida.
Y cada mañana tiene que sonar la alarma para despertarnos. Ycada mañana, vamos pensando, mientras pasamos por la rutina diaria, pensamos en lo que va a ocurrir.
Sabemos lo que queremos que ocurra. Sabemos que “tengo que ir a la parada del autobús”, o “tengo que subirme al coche”. “Debo ir a la oficina”, “debo ir a la tienda”, “debo ir…”.
Y todos esos “deberes” los colocamos por delante de nuestra existencia.
La existencia es un río… y va pasando. Y algunos tratan de remar con las manos, diciendo: “Más rápido, tengo que ir más rápido…”.
¿Por qué quieres acelerar? ¿No sabes lo que te espera al final de esta visita? ¡Es evidente!
Pero algunos quieren acelerar, y el tiempo no les deja.
El tiempo es algo maravilloso.
Pasa muy rápido, pasa muy lento, pero no te deja ir más rápido o más lento que él.
Estás atrapado, atrapado en esta barquita que va navegando…
No va a ir más rápido de lo que debe, ni tampoco irá más despacio. Va realizando su travesía.
El destino de este viaje no está al final. El destino es ahora. El destino está dentro.
El propósito de este viaje no es ir del punto “A” al punto “B”, sino disfrutar de cada fracción de instante entre esos dos puntos.
La sencilla inocencia de la vida:
Despertarse por la mañana y estar feliz, sin ninguna razón en absoluto. Eso es simple inocencia.
Estar vivo, y estar contento de estar vivo.
Estar consciente, consciente del disfrute.
Estar consciente del “ahora”.
Es entonces cuando el viaje empieza a ser hermoso.
Es entonces cuando empiezas a comprender lo que es la sencillez.
Es entonces cuando empiezas a comprender que esto de verdad es un regalo. ¡Un regalo!
Vive este momento, cada momento, de la forma más consciente que puedas. Y disfrútalo. Lo esencial es disfrutarlo.
-Prem Rawat–Maharaji-