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martes, 17 de marzo de 2015

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- YO SOY UNO (Ultimo capítulo del libro Al Encuentro con el Maestro)



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- YO SOY UNO (Ultimo capítulo del libro Al Encuentro con el Maestro)
En el silencio de nuestras mentes, en la calma de nuestros
cuerpos, supimos y conocimos. Escuchamos la Voz del Sin
Nombre:
«Dejad que vuestros corazones se abran como una flor y así, a
través de ésta, descubridme, sentidme, amadme.
Yo Soy y me reconozco en mi Creación.
Yo Soy el Ser manifestado en cada instante.
Una sola Conciencia emana de mi Ser profundo.
Yo Soy Uno con “Mi” personalidad en Cuerpo y Alma
encumbrados.
Ya no hay dualidad sino Unidad…
Mi Espíritu, mi Alma, mi Cuerpo, son Uno y Yo Soy Uno con
Ellos y en Ellos.
Ellos ya no son Ellos sino Yo.
La Trinidad es Una y Yo Soy Uno con Ella y en Ella…
Mi Vida es Una y múltiples mis manifestaciones y aun así sigo
siendo Uno.
He transmutado la palabra “Tú” y la convierto en “Nosotros”.
Y Nosotros y Yo somos Uno, no hay dualidad.
Yo Soy el único Yo Soy.»

Continuamos en silencio, de pronto, me sentí fuera y dentro de
mí a la vez y una espesa bruma me envolvió. Mi conciencia se
expandió. Contemplé un rostro joven y otro longevo, más el que
nunca se muestra. La Voz prosiguió:

«Cuando me sentís alejado e inalcanzable es sólo el juego de
vuestras mentes por seguir siendo quienes tomen las decisiones,
cuando en realidad vuestras mentes solamente son una
herramienta mía para reconocerme en mis emanaciones.
Creé la palabra “tú” y “él” para tomar cierta distancia de Mí
mismo y en la lejanía poder reconocerme en mi Creación. Y en un
rincón del cosmos, hoy, ahora, en este pequeño mundo… Yo
Soy...
…He unificado el Cielo y la Tierra en Mí.
Mi Hija y mi Hijo no son sólo mi Hija y mi Hijo, Soy Yo.
Extendí mis brazos en Ellos, mi Hija y mi Hijo primigenios, y
hoy en Ellos me manifiesto como en La Realidad Yo Soy: un
solo Ser.
No es a Ella y Él a quien veis. Yo Soy a quien veis en Ellos,
pues Ellos y Yo somos Uno. Si Le contempláis, ya sea en unidad
o dualidad, os reconocéis a Vosotros mismos y Me descubrís.
Así, en el pasado con sus ejemplos os señalé el Camino, tanto en
la Renunciación del mundo ilusorio como a través del sacrificio
del ego en la Crucifixión; también os mostré la Esperanza en la
Iluminación, en la Resurrección y en la Ascensión.
Hoy, en una vuelta más de la espiral de la Vida, viviréis la
Unificación del Ser de la Luz Dorada. La gran Profecía no
revelada aún se hará una realidad en este mundo y se convertirá
en un ideal a alcanzar por la Humanidad, que todos lograréis pues
en la Realidad ya Es…
…Aquietad vuestros intelectos, vaciad vuestras mentes, llenad
vuestros corazones; sólo así os reconocéis, sólo así me conocéis.
Mi Voluntad… vuestros Deseos. Vuestras Esperanzas… mi
Voluntad.
Unifico cada día un poco más en todos Mi Camino de regreso al
Hogar.
Recordad, sólo el Amor es la llave que abre la puerta a la Vida…
Y, conoced que no sois distintos a Mí.
Y viviréis cada instante con más intensidad y diréis: Yo Soy.
Y sentiréis que Yo Soy quien en La Realidad siempre Es.
Tú y Yo Somos Uno.
Vosotros y Yo somos Uno.
Uno…

…Decid con el Cuerpo, con el Alma, con el Espíritu…“Yo
Soy”, porque en verdad así Es...
El Maestro que habéis buscado siempre ha estado con y en
vosotros y es quien os ha ido señalando el Camino hacia Vosotros
mismos, hacia Mí.
Vuestro verdadero Maestro es vuestro propio Espíritu: El Cristo
que sois, el verdadero “Yo Soy”.
Siempre estuve dentro de cada uno de vosotros; siempre estáis
dentro de Mí.
Porque, no lo olvidéis: Tú no eres Tú; Vosotros no sois
Vosotros: Soy Yo.
El Amor es quien nos une. Éste es todo el Conocimiento que
precisáis, que existe en la Realidad...
Yo Soy… Uno, en el Cielo y en la Tierra.»
La Voz cesó y… ya no somos más dos, sino UNO en “Dos"

“…Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
Así Es…
Acaba una etapa y emprendemos
otra nueva en nuestras impermanencias.

Estos escritos…
Comienzan el tres de febrero y terminan el siete de mayo del año dos mil siete, siendo una conexión con el Maestro que vive en todos los seres.

ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA CEREMONIA DE WESAK



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA CEREMONIA DE WESAK
Nos despedimos de la aldea de Rennés-le-Château y tomamos la
carretera que nos adentraba en los Pirineos. El verdor embellecía
un paisaje cada vez más encantador y apacible.
Llegamos, tras circular por sinuosas carreteras, a Artigues. Una
preciosa aldea francesa rodeada de montañas con un aroma fresco
y entrañable en la que plácidamente viven sus lugareños.
Tras una ligera comida continuamos, con el vehículo,
internándonos por la ladera de la montaña hasta aproximarnos a la
vertiente más próxima al pico Le Roc Blanc. Aparcamos y
proseguimos andando ascendiendo a través de una estrecha senda ya marcada a través de los siglos. Al poco tiempo las primeras nieves se encontraban ya bajo nuestros pies. El día soleado primaveral nos hacía más confortable la subida y, un arroyo que trasladaba las cristalinas aguas a los valles cercanos nos alivió la sed. 

Después de unos pocos kilómetros conseguimos llegar a la
cima.
Nuestros cansados cuerpos se posaron en la nieve, sobre una
roca. Ante nuestros ojos una panorámica inigualable. Nos
aquietamos contemplando tan sublime belleza dejándonos
impregnar de la energía del lugar.
Meryem pensó en alto:
—Al mismo tiempo, en otro lugar similar, una ceremonia está a
punto de comenzar.

—Así es —le confirmé—, un lugar que no aparece en los mapas
y sin embargo tan real como en el que nos encontramos.
Y continué:
—Un valle donde se dan cita en el plenilunio de Tauro aquellos
que expresan en su fuero interno la voluntad enfocada al
desarrollo espiritual del ser humano; al despertar de la conciencia
para toda la humanidad; al encuentro con el maestro que hay
dentro y fuera de uno: La Ceremonia de Wesak.

Y con estas palabras, en un instante, nuestros cuerpos de luz
dejaron la carcasa que envolvían y en el mismo momento nos
encontramos en un valle sin nombre. Advertíamos cómo, a su
vez, se aproximaban multitud de almas con vestiduras
blanqueadas por sus cuerpos de luz. El lugar cada vez más
concurrido. Los peregrinos de la luz fuimos tomando asiento a lo
largo y ancho de su extensión, todos en un profundo e íntimo
silencio, formando círculos concéntricos. Su centro se quedó sin
ocupar y en un momento dado entonamos un antiguo cántico
aparentemente perdido en el tiempo...

Sobre el foco central se concentró una esfera luminiscente
blanquecina, poco a poco fue transparentándose. Tres siluetas se
fueron dibujando en ella; una se percibía resplandeciente como un
Sol que no ciega, sin rostro, de ésta surgieron dos rayos de luz
que enlazó a las otras dos siluetas entre sí y con ella. A la derecha
de la silueta como el Sol, un Ser vestido con una túnica azul dio
un paso hacia delante sentándose en silencio; en sus ojos se podía apreciar el Amor más sublime. Sentí su profundidad entrar en mí, todo mi ser parecía un viento mecido hasta convertirse en
torbellino a punto de provocar una explosión.

A su izquierda el otro Ser hizo lo mismo sentándose también en silencio, su túnica era blanca; sus ojos como el fuego, mas no un fuego que quema sino que purifica.
Absorto en la escena, de pronto noté cómo el vehículo de mi
conciencia se elevaba por encima de todos y contemplé una
escena que nunca olvidaré: el valle repleto de seres de luz
semejante a una flor extendiendo sus pétalos; millones de éstos
abriéndose alumbrados por la luz de un Sol que está en su centro.
Este Sol, esta esfera de luz, como una burbuja transparente, se fue agrandando abarcando el lugar y trascendiéndole. Seguí
ascendiendo y contemplé cómo la esfera cubría el globo terrestre
con su manto de Luz. Giré la vista y percibí un rayo de luz
inmenso que proveniente del Sol alcanzaba al planeta Venus y
rebasándole llegó al centro de la flor. En ese momento volví a
encontrarme sentado junto a los demás.

Acto seguido, el Ser “resplandeciente como el Sol” unió los dos
rayos que de Él procedían. Los otros dos Seres, a la vez, fueron
acercándose hasta que se hicieron uno sólo; sus cuerpos se
desvanecieron ante el Ser “resplandeciente como el Sol” y todos
los que allí nos encontrábamos. Un punto de luz se fue formando
y extendiéndose como un remolino. Al poco, de él, surgió un Ser
cubierto con una túnica dorada; me fijé en su rostro, un rostro que
es la fusión de los dos anteriores.

Una voz proveniente del Ser “resplandeciente como el Sol” dijo:
«Este es mi Hijo. Es la Luz y el Amor fusionados.
Hasta ahora visteis sus múltiples efigies a lo largo de las edades,
a partir de ahora sólo veréis una. Él no es distinto a vosotros, ni
vosotros sois diferentes de Él. Así como vosotros os hacéis uno
con vuestra alma, os haréis uno con el Espíritu que os habita
desde la eternidad, esto es lo que habéis contemplado hoy. Porque
así es para Mí, siempre un presente al que vosotros tendéis por
libre elección.

Es el momento en que todos los velos han de caer; los miedos,
los recelos, van a ir dando paso a la confianza y de ésta por la
experiencia, a la certeza vivida por todos y cada uno de vosotros.
Y no me refiero sólo a los que estáis aquí, todos habéis sido
llamados a este evento, pero no todos han atendido la llamada.
Sois libres y libres seréis por siempre. Yo seguiré llamándoos una
y otra vez hasta que el último de mis Hijos vuelva al Hogar.

Id cada uno al lugar donde vivís, mas vivid en la Luz y en el
Amor, de ese modo seréis un solo ser con vuestra alma y
comenzaréis la ascensión hacia algo más grandioso. Vivid vuestra
religión con Amor; quienes en su mente y corazón han elegido
otros caminos de reunificación, vividlos igualmente con Amor.
Pues por Amor estáis hoy aquí, no por vuestro conocimiento y
posición social o poder terrenal; éstos no son nada para mí, son
sólo herramientas con las que os estáis construyendo día a día,
creadas por y para vosotros. Pues creadores sois siempre y
cuando vuestra creación ya no os satisfaga, la destruiréis y
volveréis a comenzar, una y otra vez, siendo cada vez más
perfectos a vuestra imagen y semejanza, que es la mía.»
Continuó…

«El rostro que habéis visto es el del que viene a vuestro mundo,
es el molde, el ideal, el futuro que habéis pedido con vuestras
oraciones y es el que habéis creado con Amor. Cuando Él se
manifieste entre vosotros le reconoceréis, porque el Amor sólo
tiene un rostro, el de la Verdad.
La Luz que hoy os he dado, mi Espíritu de la Verdad y el Amor,
os iluminará en los días oscuros que aún os quedan por vivir; Él
os guiará y seréis Uno con Él, Uno conmigo. Y nada habréis de
temer pues así como di el Pan de Vida en el pasado, del mismo
modo os lo doy a vosotros ahora, no tendréis hambre ni sed. Él
hablará por vuestra boca, vuestros actos serán los suyos. Así, por
el resto de vuestros días, hasta que os llame a mi presencia y
sabréis que sois eternos como eterno es vuestra Madre y vuestro
Padre, pues sois todos mis Hijas y mis Hijos: Uno.
Marchad en paz, con Amor y Verdad, pues éstas son vuestras
únicas defensas y mi único Evangelio. Se acerca el tiempo en que
la cosecha estará lista. Mi Hijo es el camino hacia Mí y DAR
Amor es su único mensaje. DAD todo lo que sois pues sólo así
recibiréis. No excluyáis a nadie, mas dejad que cada uno siga su
camino, pues todos os llevan a Mí a su debido tiempo, disponéis
del que necesitéis...»

Sin saber cómo, nos encontramos en nuestra carcasa, nuestro
cuerpo físico, nuevamente contemplando las cumbres cercanas
cubiertas de blanca nieve. El espacio divisado nos empequeñeció
aún más y sin embargo nos sentimos acogidos por el Amor de la
tierra que pisábamos y del cielo que nos protegía con su manto de
Luz.
Nos miramos, nos dimos la mano y reanudamos el camino de
vuelta al Hogar. Las palabras sobraban, comprendimos el mensaje
vivido unos instantes antes y sabíamos qué debemos hacer.
Sonreímos mientras nuestros pies se hundían en la nieve. Meryem
tomó un poco de ésta y me la arrojó, hice lo propio y nuestras
carcajadas se extendían por las cimas y el eco nos las devolvía
amplificadas.
Unas horas más tarde, desde la orilla del lago surgido hace
millones de años en el valle cercano a la aldea, avistamos al
oriente como emergía la Luna llena sobre el horizonte y al
poniente el Lucero con sus destellos reflejando la luz del Sol
oculto por poco tiempo.

EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA TORRE MAGDALA



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA TORRE MAGDALA
Un pequeño paseo por los jardines aledaños a la iglesia de
Rennes-le-Château nos llevó hasta situarnos frente a una torre
amurallada, que según nos contaba un vecino del lugar, fue
ordenada construir a finales del siglo XIX por el mismo sacerdote
que mandó restaurar la iglesia, Torre Magdala la llamó.
Se podía visitar, por lo tanto, decidimos entrar en ella. Denotaba
ser un lugar de estudio y recogimiento. Sobrio, con unas librerías
que aún conservaban algunos ejemplares en sus estantes, pero que al parecer no eran los que originalmente habían sido consultados por el sacerdote.

Una escalera de caracol nos trasladó a una segunda planta, una
amplia terraza desde donde contemplamos toda la comarca. Nos
quedamos ensimismados con el paisaje. Desde este punto la
Tierra nos hacía sentir lo infinitamente pequeños que somos, unas
simples criaturas del universo rodeadas de una naturaleza que nos
invita a fundirnos en ella.
Los gorriones vestidos como antiguos monjes mendicantes
alabando con su piar a la vida; los viñedos amamantándose de la
tierra, prestos a ofrecernos su jugo en unos meses; los árboles
incitándonos a elevarnos junto a ellos hasta el cielo.
Nuestras almas se sentían unidas con el entorno…
Un leve susurro y... la Madre Tierra comenzó a hablarnos:
«Como veis, mis pequeños — una dulce y suave Voz femenina
parecía salir tanto del entorno como de nuestro interior—, no me
presento bajo el manto de una virgen como hice en otro tiempo.
Me estáis viendo a través de vuestros ojos, contempláis mi ropaje
en la naturaleza que os rodea y, sobre todo, me sentís en la
profundidad de vuestro ser.

Cerrad los ojos y percibiréis una llama que arde en vosotros, que
asciende desde mi esencia, desde lo más profundo de esta tierra,
su núcleo, que sube por vuestra columna alumbrándoos en la
oscuridad de vuestras noches. Una llama que crece día a día a
través de las edades y que hoy a vosotros, a todos mis pequeños,
está permitiendo que os sintáis más y más unidos, no sólo unos
hermanos con otros, sino con todos mis hijos. Sí, con los que
llamáis animales irracionales, con los árboles y demás plantas que
pueblan este planeta, con los minerales que creéis inertes y con
aquellos seres aún invisibles a vuestros ojos.
Todo está vivo en mí, y está llegando el momento en que yo
también despierto de mi ensueño.

Un amanecer nuevo, una nueva era comienza y aunque algunas
heridas tengo en mi cuerpo, nada podrá impedir que éste crezca.
Vosotros me ayudaréis a sanarlas al igual que yo ayudo a sanar
las vuestras.»
Un breve silencio colmó el lugar y la Voz femenina continuó:
«No os dejéis llevar por el desaliento quedándoos sólo con el
acontecer superficial ya que es necesario que se produzcan
algunos cambios, pero nada que os haga pensar que la vida aquí
desaparecerá. Haced oídos sordos a quienes anuncian un final
apocalíptico, pues éstos solamente viven y sienten bajo el antiguo
sistema del temor… Un sistema que tiene el tiempo contado.
Mi llama arde cada vez con más poder, está ascendiendo y me
elevará a mí con todas mis criaturas. Yo os protejo, pero ya es
llegado el momento en que seáis dueños de vuestro propio
destino. Aunque sigáis viviendo en el seno materno conoceréis
que la vida trasciende los límites de mi cuerpo.
Desde hace millones de años mis “hermanas” y yo
intercambiamos la vida que nos habita, que somos, al igual que en
vosotros vuestras células se intercambian de unos a otros. Nada
habéis de temer, pues lo iréis experimentando según vuestra
capacidad de entendimiento.

Todo en el universo es comunión, no hay nada que viva aislado,
esto sólo es producto del estado mental en que os sumisteis y del
que estáis, estamos, emergiendo.
Estamos ahora viviendo en una comunión cada vez mayor.
Así, como tenéis una Madre y un Padre que se manifiesta ante y
en vosotros, hay un modelo de Hija-Hijo, un ideal que está
grabado a fuego en vosotros y que se manifiesta a través de las
edades. Según crecéis, maduráis, le sentís cada vez más próximo,
está en vuestros genes. La presencia de mi Hijo manifestada hace
dos mil años volverá a vosotros para que crezcáis con Él y en Él
en una nueva conciencia más incluyente, más amorosa y
comprensiva de la Vida. Su presencia es sentida en el corazón de
muchos de vosotros y cada día lo será aún más. Su comunión es
vivida y conocida en quienes mi llama asciende y ha ascendido
hasta fundirse en ellos con el Cielo.

No veáis a mi Hijo independiente de vosotros, ajeno a vuestras
vidas, como un ser lejano e inalcanzable. No penséis que Él sólo
vendrá desde el exterior, olvidad esa visión infantil. Le
contemplaréis en vosotros y os mostrará un rostro sin igual, un
semblante que señalará el primer paso del siguiente peldaño de la
humanidad donde se funden el día y la noche. Un rostro que será
el vuestro y que… no olvidaréis.
Mi Hijo sois todos.
El Cielo y la Tierra se unen cada día un poco más.
Yo, vuestra Madre, estoy en vosotros al igual que vuestro Padre
lo está.
Mis pequeños… ¡Ascended conmigo!
¡Soy el Amor!»
Y la Voz cesó.
Una fina lluvia empezó a deslizarse sobre nuestros cuerpos,
sentimos su frescura penetrando como un bálsamo nuestras almas.
El cielo no distingue y a todos nos impregna por igual con su
savia.

Nos miramos y salimos de la Torre Magdala caminando sin
prisas, empapados de Vida. Un rosal lucía sus mejores galas, sus
flores con sus pétalos escarlatas al igual que llamas vivas
destacaban en el jardín, recordándonos que aún hay mucho
trabajo por hacer hasta que la llama de la Vida se instale en todos
los corazones.

EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- EL SANTO GRIAL



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- EL SANTO GRIAL
Alcanzamos Madaba, cerca de Ammán, ya anochecido. A la
mañana siguiente Jeshua nos ofreció, con su característica sonrisa,
unos billetes de avión.
—No hagáis preguntas —nos dijo—, si los aceptáis son
vuestros.
Nos miramos y asentimos. Meryem los tomó y vio su destino:
Paris. Me los pasó, me fijé en la fecha y horario y la salida era…
¡en dos horas!
No nos quedaba mucho tiempo.
—No os preocupéis —nos recalcó—, ya está todo solucionado,
un taxi os espera en la puerta del hotel.
En cuestión de segundos recogimos las pocas pertenencias que
poseíamos. Nos despedimos de Jeshua con un fuerte abrazo y el
corazón acelerado con un… ¡Hasta pronto!
En pocos minutos embarcamos en un avión de las Aerolíneas
Jordanas…
A la llegada al aeropuerto de Orly un hombre, junto a la salida
de pasajeros, destacaba con un cartel con nuestros nombres. Nada
nos indicó Jeshua sobre él. Nos aproximamos y él al vernos nos
saludó, parecía reconocernos.
—Quizás Jeshua le dio nuestra descripción, ―me comentó
Meryem.
—Posiblemente —le contesté.

—¡Hola! —nos saludó—, Jeshua me pidió que os recogiera en el
aeropuerto y os entregara un sobre. ¡Tomad!
No nos dijo su nombre. Vestía con un traje negro impecable, en
la solapa destacaba una insignia con una rosa roja. Todo en él
era… intachable.
Nos acompañó hasta el aparcamiento proporcionándonos las
llaves de un coche.
—Abrid el sobre y sabréis hacia donde os dirigiréis —nos dijo el
enigmático anfitrión.
Sin más se despidió.
Le agradecimos lo que hacía por nosotros e inmediatamente nos
introdujimos en el vehículo.
Unos segundos de silencio y un sobre que encerraba nuestro
próximo destino nos quemaba en las manos. Así pues, sin dudar
más Meryem le abrió, dentro un mapa y un nombre: Rennes-le-
Château.
Nos esperaba una larga jornada en carretera hasta alcanzar el
sudeste francés.
Llegamos a Carcassonne al atardecer. Paseamos por sus viejas
murallas llenas de historia, una triste historia que algunos desean
que permanezca en el olvido. Y sin embargo, anclada en el
subconsciente resurge una vez más para cerrar viejas heridas que
no acaban de cicatrizar.
Recordaba la historia vivida en estas tierras tiempo atrás…
Los cátaros no aceptaban la autoridad de reyes, obispos, ni del
Papa. Vivían en la austeridad y entregados por completo con sus
semejantes rechazando los bienes materiales, se ganaban el pan
con su sudor al contrario de los sacerdotes católicos de la época.
Para ellos, hombres y mujeres eran iguales en todo. Todo un
peligro para un cristianismo venido de Roma que esclavizaba a
los pueblos y discriminaba cuando no negaba a la mujer.
Rechazaban la violencia, y en una Europa hastiada de ésta y del
autoritarismo sus adeptos fueron creciendo convirtiéndose en un
peligro real para el “orden” establecido.

El enfrentamiento con la iglesia de la época debido a las
profundas diferencias entre ella y los cátaros hizo que estos
últimos fueran exterminados, masacrados, en nombre de un
cristianismo que nada tenía que ver con el mensaje de Jesús de
Amor y Verdad y sí mucho con el poder terrenal…
Amanecía en Carcassonne, la primavera se sentía en todo su
esplendor y el nuevo día prometía ser cuanto menos singular.
Salimos hacia Rennes-le-Château temprano, poco más de media
hora de carretera y la colina en que se asienta este pequeño pueblo
se abría ante nosotros. Un enclave privilegiado para contemplar
un hermoso panorama con las altas montañas pirenaicas al Sur.
Llegamos a la cumbre del monte y paseamos por sus calles
llegando a la iglesia consagrada a María Magdalena que tanta
controversia genera hoy en día. Pero mejor que las leyendas…
impregnarnos del lugar. Después de observarla con detenimiento
nos sentamos en un banco, pues el silencio que reinaba nos
invitaba al recogimiento.

Una suave música comenzamos a percibir. Meryem y yo, de
pronto, nos encontramos en un lugar diferente y atemporal. Ante
nosotros una potente luz que nos deslumbraba sin dañar se fue
acercando hasta cubrirnos por completo y una Voz nos habló:
«Yo soy la Luz y vosotros el Cáliz.
Estoy en vosotros como vosotros estáis en Mí. Somos un solo
Ser, como fue, es y será por la eternidad.
La Sangre Real es hoy la Luz que ilumina los corazones y las
mentes de quienes buscan la Verdad.
Mi linaje se perpetua en aquellos que aman y mi Luz os guiará
en todos los pasos que deis. Nada debéis de temer pues la
oscuridad nada es, su realidad sólo vive en las almas cubiertas con
corazas, las cuales están cayendo por momentos y quedando
desnudas ante sí mismas.
Estoy en cada uno y todos los seres. Escuchaos y me oiréis.

Amo por igual a ricos y pobres; a los que me adoran y me
niegan; a quienes me conocen y repudian; a quienes me aman y
me odian.
Poco a poco me encontraréis en vuestro interior, pues no hay
uno solo de vosotros que no anhele la liberación y cuando llame a
mi puerta se dará cuenta que siempre estuvo abierta para él.
Mi Hijo pródigo volverá a su Hogar cuando así lo desee. Cuando
comprenda que el mundo ilusorio ya no le satisfaga sus deseos,
entonces las palabras: “Yo Soy la Verdad, el Camino y la Vida”
resonaran en su mente y en su corazón. Un hermano suyo guiará
sus primeros pasos como el padre guía las de su pequeño hijo para después dejarle que él elija su camino: senda de iluminación y liberación.
Y mi Luz les colmará como hoy es una realidad en vosotros.
Y recordad siempre que el Amor consiste en DAR, pues sólo el
que da puede recibir. Dad, compartid mi Luz y ésta se
multiplicará y entonces conoceréis. Y aquello que pidiereis de
corazón, lo recibiréis.

Así, este mundo se elevará a sí mismo cuando la rosa esté a
punto de abrirse. Seguid regándola y dándole vuestra Luz,
entonces la trasplantaré a mi jardín y a vosotros con ella. Aún hay
tiempo.»
La Luz no se fue de nosotros, se hizo una con nosotros. Nos
miramos y comprendimos el misterio del Santo Grial, el Cáliz
Sagrado.
El Grial buscado desde hace siglos. ¡Cuántos lo buscan y que
pocos lo encuentran!
La Voz enmudeció y nos encontramos otra vez sentados. La
iglesia se había llenado de feligreses y curiosos, cada uno
buscando posiblemente su propio camino de regreso al Hogar.
Salimos y contemplamos en la lejanía cómo las nieves perpetuas
cubrían las más altas montañas reflejando el Sol de la mañana.

EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA COMUNIÓN



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA COMUNIÓN
Tras el paso por el estrecho desfiladero, ante nosotros,
imponente, como salido de un cuento: la fachada de Al-Khazneh,
el Tesoro de Petra. Percibimos el sendero como el de la estrecha
franja que separa la vida de la Vida. Y ahora sentíamos al entrar
en Al-Khazneh, en su sala funeraria, como si algo de nosotros se
fuera desprendiendo, una vieja piel ya inservible, aquella que
cumplió el propósito para la que fue concebida: llevarnos hasta
este punto de no retorno. Salimos de ella más que impresionados.
Seguimos caminando por el valle y esculpidas en las paredes
cientos de tumbas nos encontramos a nuestro paso, a la vez que
las ruinas de las civilizaciones que la fueron habitando a través
del tiempo hasta que la ciudad cayó en el olvido.

Tras un ligero descanso, al final de la vía romana contemplando
este maravilloso enclave, frente a nosotros se abría un camino con
cientos de escalones ascendentes que nos llevan a Ad-Deir, el
Monasterio, una subida que Jeshua nos propuso sin vacilar.
Aunque el calor apretaba, un ligero viento nos hacía compañía.
Jeshua no dejaba de decirnos que merecía la pena la ascensión.
Así pues, comenzamos a subir, no sin antes respirar consciente y
profundamente llenando nuestros pulmones del aire sano del
lugar. Más de un alto tuvimos que hacer en el camino, eran
muchos peldaños estando algunos muy desgastados y
resbaladizos que nos dieron más de un pequeño susto. Sus
palabras no dejaban de alentarnos, Jeshua conocía bien el lugar al
que íbamos.
—Unos pocos peldaños más y ya llegamos ―nos decía él sin
dejar de sonreír.
—Sí —le contestó Meryem—, pero esto parece que no acaba
nunca.
Y los tres nos reímos a carcajadas.

Ante nosotros una extensa planicie y a su derecha la
deslumbrante fachada del Monasterio, inmensa y aún más según
nos acercábamos a ella, parecía que dentro íbamos a encontrar
algo similar al interior de una catedral; sin embargo no fue así,
sino que la sencillez más absoluta nos sorprendió, sólo había una
cámara con sus paredes desnudas y lisas, desproporcionadamente
pequeña ante la grandeza de su fachada. Quizás un lugar de culto
iniciático o tumba de algún rey, fuera como fuese sin igual en el
mundo conocido.
Más majestuoso que los monumentos erigidos en Petra era la
contemplación de la ciudad, la eterna ciudad de tonos rosáceos, y
las montañas desérticas desde este incomparable lugar.
El Sol lucía esplendoroso. Decidimos permanecer unos minutos
refugiados dentro del Monasterio y, ante nuestro asombro
escuchamos la voz del Maestro.
—¡Bienvenidos!

Los tres nos volvimos siguiendo la dirección del sonido y ahí se
encontraba Él, a nuestra espalda. Juntó sus manos y se las acercó
a su pecho bajando un poco su rostro, respondimos del mismo
modo. El lugar, nuestros espíritus, se impregnaron de una
inenarrable sensación de paz. Él, parecía tener un aspecto
diferente a como le solíamos ver en otras ocasiones. Si sublime
era su figura, en este momento lo era aún más. El resplandor que
emanaba de su Ser iluminaba la estancia.
Salió del recinto y salimos tras sus pasos.
Una espesa neblina comenzó a cubrir la planicie hasta
alcanzarnos por completo, miríadas de luces como estrellitas se
entremezclaron con ésta y una multitud de gente surgida de ellas
se congregó en torno a Él.
La niebla desapareció.
El Maestro se sentó en el suelo, juntó sus manos a la altura de la
cintura y las enlazó, cerró sus ojos, nos invitó a todos a hacer lo
mismo y así lo hicimos.
«Como habéis visto —comenzó a decirnos—, estáis en un lugar
singular con una historia que se remonta a siglos donde diversas
civilizaciones han dejado su huella.
Habéis comprobado cómo los recintos funerarios están por
doquier, cómo la muerte está muy arraigada en ésta y en el resto
de las culturas humanas.

Mas al igual que en otros lugares, aquí algunos supieron
comprender que existe un camino que trasciende esa etapa
necesaria en la vida. Y comenzaron a labrar en la piedra, escalón
a escalón, los cientos de ellos que llevan a esta planicie, desde
donde percibieron con más claridad el mundo que les rodeaba y
donde construyeron este Monasterio o Templo en el que
reposaban antes de dejar el último vestigio de su mortalidad,
viviendo la trascendencia no para alejarse del mundo sino para ser
uno con él.
No se convertían en dioses, sino que su conciencia abarcaba
según subían peldaño a peldaño un poco más de su infinitud,
hasta comprender, sentir y ser Uno con la Vida.
¡Eternos! ¡Vivos! Porque vieron cómo atrás fueron dejando los
cascarones que les sirvieron en cada paso, en cada encarnación.
Comprendieron y supieron quienes fueron. El objetivo de cada
paso dado, tanto en el valle como en la ascensión, como
nuevamente en el descenso al valle aquellos que así lo decidieron.

Dios convirtiéndose en ser humano, éste ascendiendo; Dios
contemplándole y descendiendo hasta encontrarse originándose la
fusión, la unión. El encuentro deseado de Dios consigo mismo en
el ser humano. El encuentro deseado del Hijo-Hija con Dios: La
Comunión.
Hace dos mil años a través de Jeshua trasmití este conocimiento
a vuestra civilización, como anteriormente lo hice con otras y
seguiré haciéndolo, una y otra vez más.
Y paso a paso por el valle, peldaño a peldaño, vais ascendiendo,
teniendo al principio pequeños encuentros conmigo de acuerdo a
vuestra comprensión y Amor hasta que en la cumbre de este
mundo vivimos una mayor Comunión. Pero esto no es más que el
principio de lo que nuestro Padre anhela para vosotros.
Vosotros vivís en Mí como Yo en el Padre y Él en Vosotros. En
Comunión.»

Dichas estas palabras se levantó y con el mismo gesto con el que
llegó se despidió de todos nosotros.
La niebla volvió a envolvernos y quienes se encontraban con
nosotros volvieron a transformarse en pequeñas luminarias
desapareciendo al poco con la niebla, quedándonos los tres solos
ante el bello paisaje de un atardecer en la antigua ciudad de Petra.
Al igual que Petra, los cuerpos de barro continúan siendo
moldeados por las manos del Alfarero.


EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA PAZ INTERIOR



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA PAZ INTERIOR

Jeshua nos sugirió adentrarnos en tierras jordanas…
Llegamos los tres a Petra, escondida en el corazón de los montes
de Shara en el desierto jordano, tras largas horas de viaje en
autobús. Al bajar decidimos adentrarnos andando por el largo
desfiladero que nos lleva al alma de una ciudad roja excavada y
esculpida en la piedra.
—Estas ruinas ―Meryem nos señaló― nos recuerdan una vez
más que estamos de paso en este mundo y cuánto hemos de
aprender de nuestra historia, de nuestros errores y aciertos.
—Vamos asentándonos poco a poco ―expuse―, unas veces
sobre nuestras ruinas, otras construyendo donde antes no había
nada. Creciendo y madurando como seres humanos pasamos de
una etapa de la vida a otra, unas veces casi sin darnos cuenta y
otras a regañadientes, mas nuestro porvenir no se detiene por ello.
«El cuerpo —prosiguió Jeshua— que fue polvo en la Tierra
resurge una y otra vez como el ave fénix, dándonos siempre una
nueva oportunidad de madurar aprendiendo y creciendo en un
mundo lleno de experiencias que nos van enriqueciendo.
Y aprender es también perdonarse a sí mismo. Reconocer que no
somos perfectos y por lo tanto sujetos a las consecuencias de la
imperfección, pero no por ello hemos de flagelarnos y vivir el
resto de nuestra vida como si ya el presente y el destino, el futuro,
fuera algo inevitable, destructor y amargo.

El Creador nos habla en el silencio. Él de antemano ya “nos ha
perdonado”, aún antes de materializar aquello que nuestra mente
nos sugiere que hagamos en contra del Amor como consecuencia
de nuestra ignorancia. Reconozcamos sinceramente que no
siempre seguimos el camino que nos hemos trazado, que a veces
entramos en bifurcaciones que nos llevan a laberintos y callejones
sin aparente salida. Mas… siempre hay una salida, es pensar,
sentir y actuar con humildad.
Debemos dejar de vivir construyendo máscaras, colocando una
sobre la otra, tantas que ya no reconocemos quién se encuentra al
fondo. Y al fondo siempre estarás, estás tú, estoy yo: un ser
humano que simplemente vivió su propio destino en libertad…
siempre.

No hay un camino trazado de antemano por nadie, salvo por ti
mismo. Tú, yo, nosotros, elegimos nuestro destino y desde luego
el que elegimos aún antes de nacer era y es de Amor y Felicidad,
y nada impedirá que le vivamos en plenitud. Tenemos todo el
tiempo del mundo para comprenderlo y cuando así lo hagamos
nos veremos como realmente somos. Habremos despertado de
una pesadilla, de un mal sueño y la realidad se abrirá ante
nosotros tal cual es.
Ni siquiera es necesario que nadie nos guíe, en ti, en mí,
tenemos al mejor guía que podamos desear, pues estamos hechos
de la misma esencia del Sol y de la esencia de la Vida. Somos
Espíritu encarnado en nuestra propia creación. Todos somos Dios,
nada hay fuera de Él, fuera de ti, fuera de mí, ya que nuestro
Espíritu abarca lo creado y lo aún por crear, la plenitud y el vacío.
Puedes reconocerte como, no un dios, sino Dios, o negarte el
tiempo que desees. Puedes seguir viviendo en el viejo mundo que
palidece ante su próxima muerte, o pensar, sentir y actuar como si
el nuevo mundo ya estuviera aquí. Porque, y aún os digo más: ¡ya
está aquí!
Únicamente hemos de vivir sin máscaras. Reconocernos tal cual
somos y reconciliarnos con nosotros mismos y con la Vida, con
quienes nos rodean y logrando que nuestra Voluntad se funda
cada vez más con el Amor.

Quienes sientan como tú nada te tendrán que perdonar, pues
saben que el perdón nos lo hemos de dar a nosotros mismos, y
vivir en paz, la paz del que se sabe realmente liberado, sin
ataduras de ningún tipo.
Quienes siguen aún los dictados del viejo mundo, no te creerán.
Intentarán confundirte y confundir a los demás con malas artes,
querrán que juegues a su propio juego que nunca les sacia y no les deja vivir en paz. Pues emprendieron una guerra en realidad
contra sí mismos, no contra los demás. Hasta que en un instante
de humildad deseen acabar con tan desastrosa situación, entonces y sólo entonces, con este pensamiento, toda su vida cambiará, han pasado el puente que les conduce a sí mismos y al otro.

Ninguno nacimos instruidos, nos vamos creando como el
aprendiz trabaja el barro hasta que consigue darle a la pieza la
forma que desea, con esfuerzo, paciencia y constancia. Cada vez
él se identifica más con ella y fruto de su experiencia alcanza la
maestría, se convierte en alfarero y nuevamente crea formas más
bellas y sublimes, de tal modo que se funde con aquella que para
él es el súmmum de la belleza.
Tomémonos el tiempo que queramos para conseguirlo, eso sí,
con mucha Voluntad y Amor.»
Y con estas últimas palabras resonando en las paredes del
desfiladero se abre ante nosotros la majestuosa ciudad escondida
de Petra.
La paz se respira en el lugar y en nuestros corazones.


 EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- RESURRECCIÓN



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- RESURRECCIÓN
Nos trasladamos al jardín, un olivo centenario situado en su
centro ensalzaba el lugar. Jeshua nos invitó a sentarnos en un
viejo banco de piedra. Salió, después de unos minutos volvió con
tres vasos de té con hierbabuena, nos los ofreció sentándose frente
a nosotros.

«Ahora —comenzó a hablarnos Jeshua—, primera luna llena de
la primavera, mi mente se traslada a un tiempo pasado, hace casi
dos mil años. Eran días difíciles, pues mis palabras que aun
habiendo llegado al fondo de los corazones de algunos fueron
tergiversadas, mal interpretadas e incomprendidas por otros. Mi
mensaje era claro y sencillo: “Amaos los unos a los otros como yo
os he amado”.
Aquel que dice que ama a su hermano no debe utilizar la vieja
ley del ojo por ojo y diente por diente. Si realmente desea
encontrar la paz en su corazón, sus palabras han de ser de paz y
más importante: sus obras. Así, si desea compartir esa paz y
ayudar a acabar con la verdadera injusticia, sus medios han de ser
justos.
Un manzano sano da frutas sanas, tomad de ese árbol. Muchos
serán quienes llegarán en el futuro hablando de amor y paz, sus
palabras debéis examinarlas con sumo cuidado, pues vendrán
lobos vestidos de corderos intentando confundiros. Manipularán
la Verdad. Vosotros sólo habladles de Amor, del Amor que une y
que vuestras obras sean un fiel reflejo de vuestro Espíritu. A pesar
de ello habrá quienes os calumnien, abominen, traicionen e
intenten destruiros en nombre de la Verdad y la Libertad.

Al igual que yo, moriréis, pues de aquellos que os dicen amar
uno os traicionará. Creerá en su ceguera hacer un bien a la
humanidad liberándola de falsos profetas que según él, sólo les
llevan al aborregamiento, a la prisión de la mente. En su interior,
aún asaltándole la duda, tomará la daga que ejecute el homicidio.
Mas no sabe que ya está escrita en el libro de la Vida su traición.
Que nada escapa al Creador, pues Él viendo en su libre albedrío
su debilidad, contempla en su mente la traición y os avisa y aun
así sé que le amáis puesto que el odio y el rencor no tienen cabida
en vuestros corazones.
Nada temáis, pues volveréis a la Vida con una fuerza que no es
de este viejo mundo, la fuerza que mueve y sostiene el
firmamento: el Amor.»
Nos miró fijamente y continuó:

«Y recordad que nuestro Padre nos regaló la Eternidad. La
muerte no es más que un paso hacia la verdadera Vida; poned el
énfasis sobre la Vida y no sobre la muerte, ésta pertenece a los
que fomentan el temor en sus múltiples facetas.
La muerte separa el cuerpo en los elementos básicos de la Vida,
no obstante, no es más que un proceso necesario para que toméis
un cuerpo que siendo dignos de él, ésta ya no tenga poder sobre
vosotros. Estaréis unidos para siempre a la Vida, seréis un solo
Ser, un solo Espíritu. Un día, todos pasarán por el mismo proceso,
pero aún muchas muertes físicas y sobre todo mentales han de
ocurrir.
El miedo, el temor, han de ceder su lugar al Amor.»
Así es, así será.

EL ANCIANO JUAN

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- EL PUENTE



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- EL PUENTE
A la caída del Sol caminé hacia el viejo puente de madera sobre
el río Jordán. Andaba abstraído por lo acaecido unas horas antes,
nunca dejaba de sorprenderme por los acontecimientos de cada
jornada. Cada nuevo día era imprevisible, aprendí a vivirlos sin
tener una preocupación por lo que vendría después. El mañana
dependía de hoy.
Crucé el puente y tras unos minutos andando me encontré con…
¡el viejo auto! No muy lejos se encontraba un olivo como en el
que había reposado.
¡No puede ser! —me dije—. ¡El olivo puede ser otro… pero el
auto no! ¡No había dos iguales! Me fijé en la matrícula y… ¡era la
misma! Acabé sentándome desconcertado otra vez junto al olivo.
Después de unos minutos de elucubraciones me di por vencido,
decididamente no había cruzado el puente, no encontraba otra
explicación.

Cuando mi mente se quedó ya en calma se acercó una mujer
preguntándome por el camino para llegar al puente, su rostro me
resultaba familiar. Sus ojos, su mirada, me recordaban… pero no
podía ser.
Le señalé el camino.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté.
—Meryem —me respondió—, soy palestina.
Sonrió.
Era ella sin duda, sus ojos lo confirmaban.
Evidentemente nada le podía manifestar de lo que pensaba,
aunque no hizo falta.
—Tú has cruzado el puente —me dijo—, aun así estás en la
misma orilla. El Maestro te señaló el puente porque buscabas una
tierra diferente donde situar su Reino. Así pues, dejó que lo
comprobaras. Y ya te has dado cuenta que el Reino de Dios no se
encuentra en un lugar al otro lado de ninguna parte, sino que es un
cambio, una expansión de conciencia, un despertar de un sueño en el que estabas sumergido; estás en el mismo lugar del que partiste pero ahora Despierto.
¡Te has sanado de tu propia enfermedad! —una voz masculina
exclamó.
Me di la vuelta y ahí estaba el Maestro, mirándonos.
«La comunión —continuó— con el Espíritu que siempre habéis
sido, sois y seréis, ha hecho posible que los caminos se
encuentren una vez más.

Hoy, este mundo es comparable a un cuerpo, donde conviven
células sanas con otras enfermas. Enfermas de egoísmo que no
responden al propósito de la conciencia que les habita, la que son
en realidad. Los órganos enferman por falta de colaboración de
sus células, entre sí, así como entre diferentes órganos. La energía
de la Vida no circula libremente, es tristemente acumulada por
unas en detrimento de otras produciendo el aislamiento, la
carencia de energía y la consecuente muerte.
Es necesario cambiar dicha situación, y la solución no vendrá de
fuera, pues no existe tal lugar como no hay otro lado del puente.
Son las células sanas que irradiando su propia energía señalan a
las enfermas dónde mirar y, sólo han de buscar dentro de ellas
mismas, en su núcleo, en su esencia, y descubrir quiénes son, de
este modo despertar del sueño del aislamiento.
La Vida es Amor, compartir, colaborar, trabajar juntos en un
propósito no ajeno a vosotros, a mí. Pues todos vosotros y yo
somos los artífices de este gran Plan que llamáis Vida.

Sólo el Amor traerá la Paz y la Armonía. Asimismo mi cuerpo,
vuestro cuerpo, seguirá creciendo fuerte y sano. Su Luz irradiará
con más fuerza y se propagará por el firmamento ―el Cuerpo―,
del que sois, somos, un órgano vital.
Mi Padre, vuestro Padre, os bendice.
¡Id en Paz!»
Permanecimos en silencio…


 EL ANCIANO JUAN