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martes, 10 de marzo de 2015

MEDITARE (PARAMAHANSA YOGANANDA.)


MEDITARE
AMADO DIOS,PUESTO QUE NO ES POSIBLE
EJECUTAR NINGUN COMPROMISO TERRENAL SIN UTILIZAR
LAS FACULTADES RECIBIDAS DE TI,RENUNCIARE A
TODO CUANTO PUEDA IMPEDIRME CUMPLIR MI
COMPROMISO DE MEDITAR DIARIAMENTE EN TI.
HOY MEDITARE,SIN TENER EN CUENTA CUAN
CANSADO CREA ESTAR.MIENTRAS ME ESFUERZO POR
MEDITAR,NO CONSENTIRE SER UNA VICTIMA DE LOS
RUIDOS QUE DISTRAEN LA ATENCION.TRANSFERIRE MI
CONCCIENCIA AL MUNDO INTERIOR.
ATRAVESANDO LA PUERTA DE LA MEDITACION,
ME ADENTRARE EN EL DIVINO TEMPLO DE LA PAZ
ETERNA Y ADORARE ALLI A DIOS ANTE EL ALTAR DEL
CONTENTAMIENTO SIEMPRE RENOVADO.PARA ILUMINAR
SU TEMPLO EN MI INTERIOR,ENCENDERE EN
ESTE EL FUEGO DE LA FELICIDAD.
MEDITARE REGULARMENTE PARA QUE,GUIADO
POR LA LUZ DE LA FE,PUEDA YO ENTRAR EN EL REINO
INMORTAL DE MI PADRE CELESTIAL.
MADRE DIVINA,PARA VERTE,ARRANCARE EL ESTRELLADO
VELO DEL FIRMAMENTO,RASGARE LA CUBIERTA
DEL ESPACIO,HARE QUE SE DESVANEZCA LA
ALFOMBRA MAGICA DE LOS PENSAMIENTOS Y DEJARE
DE CONTEMPLAR LAS PELICULAS CINEMATOGRAFICAS DE
LA VIDA QUE DISTRAEN MI ATENCION.
SE QUE ES POSIBLE TOMAR PLENA CONCIENCIA
DE DIOS A TRAVES DE LA MEDITACION Y LA PERCEPCION
INTUITIVA,MAS NO POR MEDIO DE UNA MENTE AGITADA.
ABRIRE MIS OJOS A LA DICHA DE LA MEDITACION
Y VERE ASI COMO SE DESVANECE TODA OSCURIDAD.
ME BAÑARE EN EL SAGRADO MANANTIAL DEL
AMOR DE DIOS QUE SE OCULTA TRAS LOS MUROS DE
LA MEDITACION.
POR MEDIO DE LA MEDITACION,HARE QUE MI
AMBIENTE INTERNO SE VUELVA PERFECTO,PARA QUE
SE TORNE ASI INVULNERABLE A TODA INFLUENCIA ADVERSA
PROCEDENTE DEL EXTERIOR.
EMPEZARE CADA DIA MEDITANDO EN EL SER SUPREMO.
EN EL TEMPLO DEL SILENCIO,DESCUBRO EL ALTAR
DE TU PAZ,Y EN EL ALTAR DE LA PAZ,DESCUBRO TU
GOZO SIEMPRE RENOVADO.
DEJAME OIR TU VOZ,¡OH SEÑOR!,EN LA CUEVA
DE LA MEDITACION.AL ENCONTRAR EN MI INTERIOR
LA PERPETUA FELICIDAD CELESTIAL,REINARA LA PAZ EN
MI CORAZON,TANTO CUANDO ESTE EN SILENCIO
COMO EN MEDIO DE MIS ACTIVIDADES COTIDIANAS.
CADA ESTRELLA DEL CIELO,CADA PENSAMIENTO
PURO EN MEDIO DE MIS ACTIVIDADES COTIDIANAS.
CADA ESTRELLA DEL CIELO,CADA PENSAMIENTO
PURO Y CADA BUENA ACCION SERAN PARA MI VENTANAS
A TRAVES DE LAS CUALES PODRE CONTEMPLARTE.
VIERTE TU CONCIENCIA EN LA INFINITUD A TRAVES
DEL OJO ESPIRITUAL,CON UNA CONCENTRACION Y
DEVOCION SIN LIMITES.LIBERA TU ALLMA DE LA PRISION
DEL CUERPO Y SUMERGELA EN EL VASTO OCEANO
DEL ESPIRITU.
PARAMAHANSA YOGANANDA.

Dharma “Filosofia De La Conducta”, de Annie Besant (CAPITULO 1 LAS DIFERENCIAS)





CAPITULO 1
LAS DIFERENCIAS

Al hacer nacer, sucesivamente, las naciones sobre la tierra, Dios da a cada una -una palabra especial- la palabra que debe decir al mundo, la palabra particular que viene de lo Eterno y que cada una debe pronunciar. Echando una ojeada a la historia de las naciones, podemos sentir resonar esta palabra, saliendo de la boca colectiva del pueblo, pronunciada en sus actos, contribución de este pueblo a la humanidad ideal y perfecta. Para el antiguo Egipto, la pa­labra fue Religión; para la Persia, la palabra fue Pureza; para la Caldea, la palabra fue Cien­cia; para la Grecia, fue Belleza; para Roma, Ley; para la India en fin, la mayor de todas, el Eterno da una palabra que resume todas las de­más -la palabra DHARMA.- He aquí lo que la India debe decir al mundo. Pero no podemos pronunciar esta palabra tan significativa, tan grande por la potencia que encierra, sin inclinarnos a los pies de aquel que es la más alta personificación del Dharma que el mundo haya visto jamás; sin inclinarnos ante Bhishma, el hijo de Ganga, la más valiente encarnación del Deber. Retroceded conmigo por un momento cinco mil años atrás y ved a este héroe, acostado en su lecho de flechas sobre el campo de batalla de Kurukshetra. Allí el tiene a la Muerte en jaque hasta el momento en que suene la hora favorable. Allí encontramos mon­tones de guerreros degollados, montañas de ele­fantes y caballos muertos. En nuestro camino tropezamos con piras funerarias y gran canti­dad de armas y carros destrozados. Llegamos hasta el héroe extendido en su lecho de flechas, traspasado por centenares de ellas y reposando su cabeza sobre una almohada de flechas, por­ que él ha rehusado los cojines de suave plu­món para no aceptar más que la almohada de flechas preparada por Arjuna. Bhishma, cum­plidor del Dharma, siendo muy joven todavía, por el amor a su padre, por amor al deber filial, había hecho un gran voto: el de renunciar a la vida de familia y a la corona por cumplir la voluntad de su padre y satisfacer el Corazón paternal y Shantanu, con su bendición, le ha­bía otorgado una favor maravilloso: que la muerte no podría venir a él más que a su lla­mamiento y a la hora en que él consintiere en morir. Cuando Bhishma cayó, el sol estaba en su declinación austral y la estación no era pro­picia para la muerte de un hombre que no debía volver. Usó por tanto, el poder que le había dado su padre y rechazó la muerte hasta que el sol viniese a abrirle el camino de la paz eterna y de la liberación. Extendido ahí du­rante muchos y largos días, martirizado por sus heridas, torturado por las angustias del inútil cuerpo que le servía de vestidura, vio venir hacia él con numerosos Rishis, a los últimos reyes arios. Shri Krishna vino también para ver al fiel guerrero. Allí vinieron los cinco príncipes, hijos de Pandu, los vencedores de la gran guerra. Bañados todos en lágrimas rodea­ron a Bhishma y le adoraron, llenos del deseo de recibir sus enseñanzas. A este héroe sumido en tan crueles angustias vino a hablar Aquel cuyos labios eran los de Dios. Él lo libró de la fiebre, le concedió el reposo del cuerpo, la lu­cidez del espíritu y la calma interior y después le ordenó enseñar al mundo la significación del Dharma, a él que durante su vida, lo había en­señado siempre, que nunca se había separado del camino del justo, que como hijo, príncipe u hombre de Estado, había seguido siempre el sendero estrecho. Los que le rodeaban solici­taron sus lecciones y Vasudeva le pidió que les hablara del Dharma, puesto que Bhishma era digno de enseñarlo (Mahabarata, Shanti Parva, § 54). Entonces se aproximaron a él los hijos de Pandu, teniendo a su cabeza a su hermano ma­yor Yudhisthira, jefe de los guerreros que ha­bían herido a Bhishma a golpes mortales. Yu­dhisthira temía acercarse y hacer preguntas, pensando que siendo en realidad suyas las fle­chas disparadas por tal causa el era responsable de la sangre de su primogénito y que no era conveniente solicitar sus enseñanzas. Viéndole vacilar, Bhishma, que con espíritu equilibra­do, había seguido siempre el sendero difícil del deber sin separarse a derecha ni izquier­da, pronunció estas memorables palabras: “Si el deber de los Brahmanes es practicar la caridad, el estudio y la penitencia, el deber de los Kchatriyas es sacrificar su cuerpo en los combates. Un Kchatriya debe inmolar a sus padres, abuelos, hermanos, preceptores, pa­rientes y aliados que vinieren a presentarle batalla por una causa injusta. Tal es el deber marcado, oh Keshava. Un Kchatriya que sepa su deber, inmole en el combate hasta a sus mismos preceptores si estos apareciesen llenos de pecado y concupiscencia y olvidados de sus juramentos. Interrógame, hijo, sin ningún “temor”. Entonces, lo mismo que Vasudeva, hablando a Bhishma, le había reconocido el derecho de hablar como maestro, éste, dirigiéndose a su vez a los príncipes, expuso las cualidades nece­sarias a los que quieren pedir aclaraciones sobre el problema del Dharma. Que el hijo de Pándu, dotado de inteligencia, dueño de si mismo, pronto a perdonar, justo de espíritu, vigoroso y enérgico, me haga preguntas. Que el hijo de Pándu, que siempre, por sus buenos oficios, honra las personas de su familia, sus huéspedes, sus servidores y los que dependen de él, me haga preguntas. Que el hijo de Pándu en quien están la verdad, la caridad, las penitencias, el heroísmo, la dul­zura, la destreza y la intrepidez, me haga pre­guntas” (Ibíd. § 55.) Estos son algunos de los trazos que caracte­rizan al hombre que quisiera comprender los misterios del Dharma. Estas son las cualidades que vosotros y yo debemos tratar de desenvolver en nosotros para poder comprender las en­señanzas, para ser dignos de solicitarlas. Entonces comenzó aquel discurso maravilloso, sin igual entre los discursos de la tierra. Ex­puso los deberes de los reyes y de los vasallos, los de cada categoría de hombres, deberes distintos y correspondientes a cada período de la evolución. Todos vosotros deberíais conocer este grandioso discurso y estudiarlo no por su be­lleza literaria, sino por su sublimidad moral. Si solamente pudiéramos seguir el camino que Bhishma nos ha trazado ¡cuanto se aceleraría nuestra evolución! ¡ Como vería la India apro­ximarse la aurora de su redención! La moralidad, asunto relacionado estrecha­mente con el Dharma y que no se puede com­prender sin saber lo que significa el Dharma­ es, para algunos, una cosa muy simple. Esto es cierto visto a grandes rasgos. El bien y el mal, en las acciones ordinarias de la vida, están de­lineados de una manera clara, simple y recta. Para el hombre poco desenvuelto, para el de inteligencia estrecha, para el poco instruido, la moralidad parece bastante fácil de definir. Pero para aquellos de profundo saber y de elevada inteligencia, para los que evolucionan hacia los niveles superiores de la raza humana, para los que deseen comprender los misterios, la mora­lidad es cosa muy difícil. “La moralidad es muy sutil” decía el prín­cipe Yudhisthira, llamado a resolver el proble­ma del matrimonio de Krishna con los cinco hijos de Pandu. Una autoridad más alta que el príncipe había hablado de esta dificultad. Shri Krishna, el Avatar, en su discurso pronunciado sobre el campo de batalla de Kurukshetra, ha­bía hablado precisamente de la dificultad que tenía para saber actuar. He aquí sus palabras:
“¿Qué es la acción? ¿Qué es la inacción? Sobre este punto los mismos sabios están perplejos. Es preciso distinguir la acción -distinguir la acción ilícita- distinguir la inacción. Misterioso es el sendero de la acción” (Bhagavad Gita, IV, 16-17.) Misterioso es el sendero de la acción. Mis­terioso, porque la moralidad no es como creen los espíritus simples, una e invariable para todos, puesto que cambia con el Dharma de cada uno. Lo que para uno es bueno, para otro es malo y viceversa. La moralidad es una cosa individual; depende del Dharma del hom­bre que actúa y no de lo que a veces se llama el bien y el mal absolutos. Nada hay absoluto en un universo sometido a condiciones variables. El bien y el mal son relativos y deben ser juzgados relativamente al individuo y a sus deberes. Por eso el más grande de todos los Maestros ha dicho con respecto al Dharma ­y esto nos guiará en nuestra errante marcha: Más vale el Dharma propio, aun desprovisto de mérito, que el Dharma de otro, aunque se cumpla bien. Vale más la muerte que se encuentra al cumplir el Dharma propio. El Dharma de otro está colmado de peligros (Ibid, III, 35.) Él repite este pensamiento al final de su in­mortal discurso y entonces dice, cambiando los términos de manera de arrojar nueva luz sobre el asunto: Vale más el Dharma propio, aun desprovisto de mérito, que el Dharma de otro bien cumplido. Aquel que se amolda al Karma indicado por su propia naturaleza, no se ex­pone a pecar (Ibid, XVIII, 47), – Desen­vuelve más aquí estas enseñanzas y determina para nosotros sucesivamente el Dharma de las cuatro grandes castas. Los mismos términos que él emplea nos dan la significación de esta pa­labra que tan pronto se traduce por el Deber, como por la Ley o la Religión. Ella significa todo esto y mucho más aun, por que su sig­nificación es mucho más profunda y más vasta que todo lo que esas palabras expresan. Veamos las palabras de Shri Krishna concerniente al Dharma de las cuatro castas: los Karmas de los Brahmanes de los Kchatriyas, de los Vaish­yas y de los Shudras. ¡oh Parantapa,! han sido “distribuidos según los gunas nacidos de sus diferentes naturalezas”. La serenidad, el im­perio sobre si mismo, la austeridad, la pureza, la prontitud al perdón, lo mismo que la rec­titud, la sabiduría, el conocimiento, la creen­cia en Dios, Son el Karma del Brahman, na­cido de su propia naturaleza. El valor, el es­plendor, la firmeza, la destreza, la temeridad que en el combate hace desconocer la fuga, la generosidad, las cualidades del dominador son el Karma del Kchatriya. nacido de su propia naturaleza. La agricultura, el pastoreo y el comercio son el Karma del Vashya, nacido de su propia naturaleza. Actuar como servidor es el Karma del Shudra, nacido de su propia naturaleza. El hombre alcanza la perfección por la aplicación de cada uno a su propio Karma. Dice enseguida: Es mejor el Dharma propio, aun sin mérito, que el Dharma de otro bien cumplido. Aquel que se amolda al Karma indicado por su propia naturaleza no se expone a pecar. Ved como las dos palabras Dharma y Karma son tomadas la una por la otra. Ellas nos dan la clave que nos servirá para resolver nuestro problema. Permitidme primero daros una de­finición parcial del Dharma. No puedo daros claramente, de una vez, la definición completa. Os daré la primera mitad y me referiré a la segunda en su oportunidad. La primera mitad es esta: El Dharma es la naturaleza interior que ha alcanzado, en cada hombre un cierto “grado de desarrollo y florecimiento”. Esta naturaleza interior es la que modela la vida exterior, la que se expresa por los pensamien­tos, palabras y acciones y a la que el nacimiento físico ha colocado en un medio favorable a su crecimiento. Lo primero que hay que compren­der bien es que el Dharma no es una cosa ex­terior como la ley, la virtud, la religión o la justicia. Es la ley de la vida que se desarrolla y modela a su propia imagen todo lo que le es exterior. Para tratar de elucidar este tema difícil y abstruso, lo dividiré en tres partes principales. Primera, las diferencias, porque los hombres tienen Dharmas diferentes. En el pasaje antes citado ya se hace mención de cuatro grandes clases. Un examen más atento nos demuestra que cada individuo tiene su propio Dharma. ¿Cómo comprender lo que este debe ser? A me­nos de comprender hasta cierto punto la natu­raleza de las diferencias, lo que las ha produ­cido, su razón de ser, el sentido que nosotros demos a la palabra diferencias; a menos de comprender como cada hombre muestra por sus pensamientos, palabras y acciones el nivel que ha alcanzado; a menos de comprender todo esto, nosotros, no podemos comprender el Dharma. ­En segundo lugar, vamos a hablar de la evolución porque necesitamos seguir estas diferen­cias en su evolución. Por último, debemos abor­dar el problema del bien y del mal porque nuestro estudio nos lleva a responder a esta pregunta: ¿Cómo debe conducirse un hombre en la vida? Seria inútil pediros seguirme en pensamientos de una naturaleza difícil si, en consecuencia, no debemos poner en práctica los conocimientos adquiridos y esforzarnos en vivir de acuerdo con el Dharma, mostrando así al mundo lo que la India ha tenido la misión de enseñar.

EL "KOAN"




Un "koan" (el método del zen) es un acertijo que no puede resolverse, pero en el que hay que pensar. 
Durante horas, durantes seis, ocho, diez, doce, y a veces durante dieciocho horas, el discípulo no hace más que sentarse absorbido, observando el problema desde todos los ángulos, teniendo en cuenta todas las posibilidades; intentando penetrar en él desde éste o aquel lado. 
Intenta desentrañar el problema desde todas las direcciones, en todas las dimensiones, a fin de hallar la solución. 
Llega ante el maestro y se encuentra de nuevo enfrentado a sí mismo.
Poco a poco se van agotando todas las posibilidades. Ya ha pensado en todo lo pensable. Ahora da la impresión de que no existen más posibilidades, de que no se puede ir más allá. Y entonces, un día, empieza simplemente a observar el acertijo, y no se manifiesta pensamiento alguno.
Cuando la mente no puede con algo, abandona. 
Cuando la mente demuestra su impotencia ante algo, abandona.
Esa es la cuestión, observar el acertijo sin que surja pensamiento alguno. Y cuando no surge ningún pensamiento entonces puedes ver en el acertijo… que es absurdo.
Sí, ya habías pensado que era absurdo en muchas ocasiones anteriores, -de hecho, sabías que lo era, que no podía resolverse-, pero eso también provenía de la mente, no se te había revelado. 
Esa era la solución de tu mente: no se puede resolver, ¿para qué preocuparse entonces? Abandónalo, olvídate de ello, no puede resolverse. Pero eso también salía de la mente.

Un día, cuando la mente dejó de funcionar de puro agotamiento, cuando perdió toda su pericia, toda su eficacia, cuando toda su inteligencia ha demostrado no servir de nada, desaparece. 
Y en esa rendija, aparece la revelación. 
En esa rendija puedes ver, y ves por primera vez.
En esa rendija el pensar no está, pero tiene lugar el conocer, y esa es la cuestión de la transformación.

Cuando se detiene el pensamiento y surge el conocer, cuando los pensamientos desaparecen y aparece la claridad, puedes ver que la verdad no es algo que pueda pensarse, sino que ha de verse.
Por eso, a quienes alcanzan la verdad se les llama a veces visionarios, y no pensadores. 
La han visto. Han entrado en ella, no han pensado en ella, no son grandes filósofos ni lógicos. Son personas sin mente, son personas más allá de la mente. Miran directamente, sin ningún pensamiento entre ellos y la realidad. Lo que se revela tal cual es, en su talidad. La mente ya no está ahí, funcionando a través del pensamiento. No hay más oleadas, en un espejo. Y sólo refleja lo que es.

Si se tiene algo más en lo que pensar, entonces no es el auténtico fin. Si crees que sigue habiendo algo en lo que pensar, entonces éste no es el auténtico fin; la mente no desaparecerá. No puedes obligarla. No podrás hacerlo, porque la mente está ahí. Todo eso lo está haciendo la propia mente, y todo lo que se haga a través de la mente no hace sino reforzar la propia mente. 
Si todavía tienes algo en lo que pensar, si sientes que la mente todavía puede proporcionarte alguna respuesta, si todavía mantienes la mínima confianza en la mente, entonces no has llegado al verdadero final.

Cuando se alcanza el final de verdad, el pensar se detiene y comienza el ver. Y en este ver radica la revolución, el cambio radical, la mutación, la transformación.
Entonces no hay palabra, pensamiento o imagen. Nada, sólo la nada. Has llegado al final de la mente, o llámalo el fin del mundo. 
El mundo que finaliza no es la realidad, pero sí que es el comienzo del Ser. 
El mundo que acaba es la enfermedad desapareciendo; y al otro lado aparece la salud. Estarás sano por primera vez y completo.

Osho

LA MUERTE DEL EGO Y EL RESURGIMIENTO DEL SER


El zen es solo dar un paso… el periplo de un único paso.
Puedes llamarlo el último paso o el primero, no importa. Es el primero y el último.
Toda la enseñanza zen consiste en una única cosa: cómo saltar a la nada, cómo llegar al final de tu mente, que es el final del mundo.
Cómo permanecer de pie en ese acantilado frente al abismo y no asustarse, cómo reunir coraje y dar el último salto. Es la muerte. Es suicidarse.
Pero el crecimiento espiritual sólo puede surgir del suicidio (la muerte del ego), y sólo hay resurrección (morir y renacer en una nueva consciencia, un nuevo ser) siendo crucificado.
Si se comprende bien, entonces el símbolo cristiano de la cruz, tiene un enorme significado.
Jesús está en la cruz, y ese es el acantilado. Muerte y resurección.
Cuando mueres en la mente, naces en la consciencia.
Cuando mueres en el cuerpo, naces en el cuerpo universal.
Cuando mueres como ego, naces como Dios.
Cuando mueres en tu pequeño territorio, te esparces por toda la existencia… te conviertes en existencia.
El fin de la mente es el fin del mundo, porque el zen dice que la mente es el mundo.
Por lo general, cultivamos y reforzamos la mente, la hacemos cada vez más capaz, hábil, eficaz. Eso es lo que hacemos en escuelas, colegios y universidades. Eso es lo que significa educación, aprender.
El zen es un tipo de desaprendizaje.
Enseña cómo desechar lo que se ha aprendido, enseña a volver a ser niños, a existir de nuevo sin mente.
La mente provoca todo tipo de miserias: la mente nunca está en el presente, lo pasa por alto.
¡Y sólo existe el presente! La mente siempre está en el pasado, o en el futuro, pero nunca permanece en el presente.
El zen dice que a menos que deseches la mente, nunca te podrás sintonizar con la existencia, ni podrás palpitar con el latido del universo. Si no desechas la mente, seguirás viviendo en un mundo particular que tú mismo has creado; no vives en el mundo real.
La inteligencia nunca surge de la mente. La inteligencia sólo surge cuando se ha descartado la mente.
La mente bloquea la fuente de la inteligencia. Permanecer en la mente es poco inteligente. Lo inteligente es estar más allá de la mente.
La meditación es la búsqueda de esa inteligencia, de cómo dejar de aprender, de cómo desechar el conocimiento, de cómo abandonar todo el pasado acumulado.
Un hombre que vive en la no-mente vive sin muerte, porque muere a cada instante. Nunca acumula, nunca mira hacia atrás, nunca mira hacia delante; simplemente está aquí. Su ser es en este momento. Fluye con el momento. De hecho, carece de biografía y de sueños de cara al futuro. Vive tal como llega la vida.
Y el zen dice que la mente puede ser de utilidad en el mundo, pero no en lo que respecta a lo esencial. Lo esencial no puede pensarse, porque está más allá del pensamiento. Tú eres lo esencial.
Nace un niño y él es lo esencial. El pensamiento aparecerá a continuación; el niño acumulará conocimiento y escribirá muchas cosas en la página de su vida. Y se convertirá en un conocedor de esto y lo otro y se identificará con ser médico, ingeniero, profesor. Pero en el momento en que nació era simplemente pura consciencia, frescura, una página en blanco, sin nada escrito, ni siquiera con su propia firma. No tenía nombre ni idea acerca de quién era. Eso es la inocencia primigenia, y eso es lo esencial.
Nunca perdemos nuestra esencialidad, no es posible. Es nuestra naturaleza más íntima, y por ello no hay forma de perderla. Pero puede nublarse.
Somos antes que el pensamiento, somos mientras el pensamiento está ahí, seremos cuando el pensamiento haya desaparecido. Siempre estamos aquí. Pero cuando surge el pensamiento es muy difícil saber quiénes somos y qué es exactamente esta consciencia.
Pensar es una distracción, una perturbación.
Únicamente recuperamos el contacto con lo esencial cuando desaparece el pensamiento.
Si uno piensa en ello, se puede pensar y pensar y pensar, y luego, al ver que el pensamiento no lleva a ninguna parte, éste se detiene por sí mismo.
Si uno piensa hasta el final del todo, se manifestará automáticamente un estado de no pensamiento. Este fin del pensamiento llega final y naturalmente, y eso es lo que propone el zen.
Y el método que utiliza el zen para esto se llama "koan".
Un "koan" es un acertijo, muy especial, un acertijo que es imposible solucionar, un acertijo que no puede solucionarse a través de su formulación. Piensas y piensas… Hay que pensar, cavilar y meditar sobre ello.
Osho