5. LA UNIDAD DEL VACÍO.
EL MUNDO EXISTE DEBIDO A TI; tú lo creas, eres su creador.
Cada ser crea un mundo alrededor de sí mismo, el cual depende de su mente. La mente puede que sea una ilusión, pero es creativa; crea sueños. Y depende de ti si creas un cielo o un infierno.
Aunque dejes este mundo no te será posible abandonarlo. Donde sea que vayas volverás a crear el mismo mundo, porque el mundo brota constantemente de ti, como las hojas brotan del árbol.
Vosotros no vivís en el mismo mundo, no podéis porque vuestras mentes no son iguales. Tú puedes estar viviendo en el infierno y el que está justo a tu lado puede estar viviendo en el cielo; ¿acaso crees que vivís en el mismo mundo? ¿Cómo vais a vivir en el mismo mundo si vuestras mentes son diferentes?
Así que lo primero que hay que entender es que no se puede abandonar el mundo a no ser que la mente desaparezca. Ambos están relacionados, dependen el uno del otro, forman un círculo vicioso. Si la mente está ahí... Y una mente es siempre una mente particular. Cuando la mente deja de ser una mente particular, cuando se convierte en Mente con mayúscula, ya no es una mente, se convierte en consciencia. Una mente es siempre una mente particular y desprende un aroma particular a su alrededor, que es tu mundo.
La mente crea al mundo, luego el mundo crea a la mente y la ayuda a permanecer como tal. Este es el círculo vicioso. Pero el origen está en la mente; el mundo es sólo una consecuencia.
La mente es substancial; el mundo es sólo su sombra. Y uno no puede deshacerse de su sombra, pero eso es lo que toda la gente trata de hacer.
Si esta mujer no encaja contigo, tú piensas que otra encajará. Tratas de cambiar el mundo, pero tú sigues siendo el mismo. Convertirás a la próxima mujer en una réplica exacta de la anterior. Volverás a crear, porque la mujer será sólo una pantalla.
Y te sorprenderás: la gente que se ha casado muchas veces tiene una experiencia realmente extraña. Una persona que se ha casado diez veces reconoce el hecho de que: «¿Cómo es que siempre me ocurre lo mismo? ¿Cómo es que en un mundo tan enorme siempre me encuentro con el mismo tipo de mujer? ¡Parece imposible hasta por casualidad!, ¡una y otra vez!».
El problema no es la mujer, el problema es la mente. La mente vuelve a ser atraída por el mismo tipo de mujer, y otra vez crea la misma relación; se vuelve a encontrar con el mismo lío y el mismo infierno.
Y lo mismo ocurre con todo lo que haces. ¿Crees que serías más feliz si vivieras en un palacio? ¡Te equivocas! ¿Quién es el que va a vivir en el palacio? Serás tú quien viva allí. Y si no eres capaz de ser feliz en una cabaña, tampoco serás capaz de ser feliz en un palacio. ¿Quién va a vivir en el palacio? Los palacios no existen fuera de ti.
Si puedes ser feliz viviendo en una cabaña, podrás ser feliz viviendo en un palacio, porque quien crea el mundo a tu alrededor eres tú. De otra forma, al igual que te disgusta la cabaña, te disgustará el palacio; aún más, porque será más grande. Será un infierno, exactamente igual; con más decoración, pero un infierno decorado no es el cielo. Y aun si te meten a la fuerza en el cielo tratarás de encontrar una salida o allí mismo crearás tu infierno.
He oído una historia acerca de un hombre que murió; era modisto, un gran hombre de negocios. Y de alguna forma, por algún error, entró en el cielo. Allí se encontró con su socio. Al socio se le veía tan triste como en la Tierra. Así que le preguntó:
«¿Qué pasa? ¿Cómo es que se te ve tan infeliz estando en el cielo?».
El socio le respondió: «Esto está bien, pero yo personalmente prefiero Miami».
Y él también llegó a esta conclusión a los pocos días. Así que volvieron a hacerse socios y se propusieron abrir otra empresa. Y ocurrirá lo mismo en cualquier parte que vayas, porque tú eres el mundo. Tú creas un mundo alrededor tuyo, y luego el mundo ayuda a la mente que lo ha creado. El hijo ayuda al padre, el hijo ayuda a la madre, la sombra ayuda a lo que la mantiene; y así la mente se refuerza y de nuevo vuelves a crear el mismo mundo sobre las mismas bases. ¿Por dónde empezar la transformación? ¿Cómo cambiar?
SI MIRAS, la primera mirada te dirá que cambies el mundo, porque es lo más obvio a tu alrededor. ¡Cámbialo! Y eso es lo que has estado haciendo durante vidas: cambiando constante mente el mundo, cambiando esto y lo de más allá, cambiando de casas, de cuerpos, de mujeres, de amigos; cambiando, pero sin darte cuenta nunca del hecho de que sigues igual, ¿cómo vas a cambiar el mundo así?
A eso se debe que se haya creado una falsa tradición de renunciación en todo el mundo. Deja tu hogar y vete a un monasterio. Huye de lo mundano y vete a los Himalayas. ¡Huye del mundo! Es muy fácil irse a los Himalayas, pero ¿cómo vas a huir de ti mismo? Allí volverás a crear el mismo mundo; exactamente el mismo. Puede que esta vez sea en miniatura, puede que no sea a tan gran escala, pero volverás a hacer lo mismo. Tú eres el mismo, ¿cómo vas a hacer algo diferente?
Una comprensión más profunda revela que, cuando cambie la mente, cambiará el mundo. Entonces, estés donde estés se te revelará un mundo diferente. Profundizas, y entonces entiendes que si quieres vivir realmente sin el mundo a tu alrededor... Porque por muy maravilloso que sea el mundo, tarde o temprano se volverá aburrido y te cansarás de él. Aunque estés en el mismo cielo añorarás el infierno, porque la mente necesita cambiar. No puede vivir en lo eterno, no puede vivir en lo que no cambia, porque la mente siempre añora una nueva curiosidad, alguna sensación nueva, alguna excitación nueva. La mente no puede parar el tiempo y habitar en lo atemporal. Es 'por eso que la mente no puede vivir en el ahora, en el aquí, porque el ahora no forma parte del tiempo; no cambia nunca, es eterno. Es sencillamente tal como es. Allí no ocurre nada. Está vacío.
Buda a esto lo llamó shunyata; vacío absoluto. En ese vacío no ocurre nada, nadie viene, nadie va. No hay nadie porque, si hubiera alguien, algo ocurriría.
La mente no puede vivir en el eterno ahora. La mente quiere cambios, espera y espera contra toda esperanza. La situación en sí es desesperada, pero la mente sigue esperando.
He oído que:
Mulla Nasrudin estuvo muchos años sin trabajo porque quería ser actor y no tenía talento para ello. Pero cada día, religiosamente, iba a ver a su representante. Llamaba a la puerta muy esperanzado, entraba en la oficina y preguntaba: «¿Hay algo nuevo? ¿Has conseguido algo para mí?».
Y el representante siempre le respondía lo mismo: «Nada, por el momento no hay nada».
Pasaron los días, los meses y los años, y la llamada de Nasrudin se convirtió en una rutina. En cualquier época del año, hiciera el tiempo que hiciera, bueno o malo, su representante estaba seguro de que Nasrudin aparecería. Y volvería, lleno de esperanza, a preguntar de nuevo, y el hombre volvería a responderle lo mismo: «Nasrudin, no he conseguido nada, no te he encontrado nada».
Un día la llamada sonó diferente, un poco más triste, y cuando Mulla entró, hasta su representante se sorprendió, y pensó: «¿Por qué estará tan triste hoy?».
Mulla dijo: «Escucha, durante las dos semanas siguientes no me comprometas con nadie, me voy de vacaciones».
Así es como funciona la mente: sigue esperando, ¡Y no sólo durante varios años, sino durante varias vidas! Una y otra vez llamas a la misma puerta con la misma insistencia y la misma pregunta, y la respuesta siempre es no. ¿Qué otra cosa has conseguido a través de la mente excepto noes?
El sí nunca ha llegado de esta forma, no puede. La mente es un esfuerzo inútil. Es como un desierto, nada crece en él, nada puede crecer. Pero ella sigue esperando. Hasta el desierto sueña; y sueña con jardines maravillosos, con ríos que fluyen, con arroyos y cascadas. Hasta el desierto sueña..., y ese es el sueño de la mente. Uno tiene que estar atento. No hay necesidad de perder más tiempo; no hay necesidad de llamar a la puerta de ningún representante. Ya has vivido lo suficiente con la mente. No has conseguido nada a través de ella. ¿No ha llegado ya el momento de estar atento y consciente?
Lo que has conseguido ha sido mucho sufrimiento, desdicha, angustia y frustración; si a eso lo llamas conseguir algo, entonces todo va bien. Siempre que te mueves con la mente algo va mal, porque la mente es el mecanismo de lo erróneo. Observa: siempre hay algo que va mal.
El hijo de Mulla Nasrudin acababa de entrar en la escuela. La maestra, que estaba dando geografía y hablaba de la forma de la Tierra, le preguntó: «¿Qué forma tiene la Tierra?».
Él se quedó en silencio; así que para provocar su respuesta ella le preguntó: «¿Es plana?».
El niño contestó: «No».
Un poco más esperanzada, le volvió a preguntar: «¿Entonces es una esfera, tiene forma redonda?».
El hijo de Nasrudin volvió a contestar: «No».
Entonces sorprendida, le dijo: «Sólo hay dos posibilidades: o es plana o es redonda, y dices que ni una ni otra. ¿Entonces cómo te imaginas que es?».
El niño contestó: «¡Mi papá siempre dice que el mundo está torcido!».
Para la mente todo está torcido; no porque realmente lo esté, sino porque esa es la manera de ver de la mente: cualquier cosa que pasa a través de ese medio que es la mente, se tuerce. Igual que cuando metes algo recto en el agua, por ejemplo una paja, y de repente ves que al introducirla en el agua ocurre algo: se tuerce, ya no está recta. La sacas del agua, y de nuevo vuelve a estar recta. La vuelves a introducir y...
Y tú sabes que aunque esté dentro del agua la paja sigue estando recta, pero tus ojos no lo ven así. Puedes sacarla y meterla cien veces. Y aunque de sobra sepas que la paja sigue estando recta, el agua, como medio, te dará la falsa información de que no está recta.
Sabes por innumerables experiencias que el sufrimiento es creado por la mente, pero de nuevo vuelves a caer en la trampa. La mente crea sufrimiento. No puede crear otra cosa porque no puede encontrarse con la realidad. Sólo puede soñar; esa es la única capacidad que tiene. Sólo puede soñar. Y los sueños no pueden satisfacerte, porque siempre que se enfrentan a la realidad se hacen añicos.
Vives en una casa de cristal, no puedes afrontar la realidad. Siempre que la realidad llega, tu casa se derrumba, y ya has vivido en muchas casas que se han hecho pedazos. Llevas sus ruinas en tu mente, la angustia resultante. Y eso ha hecho que te vuelvas amargado.
Saborea a cualquiera y te sabrá amargo. Y esa es también la experiencia que los demás tienen de ti: todo el mundo sabe amargo. Si te acercas todo se vuelve agrio; si te mantienes alejado todo te parecerá maravilloso. Si te acercas se vuelve amargo; porque cuando te acercas, las mentes se penetran entre sí y todo se tuerce. Nada queda recto.
Tienes que darte cuenta de esto por experiencia propia, no como una teoría mía o de Sosan. Sosan no te puede ayudar en eso, tampoco yo. Tiene que ser un fenómeno de tu propia experiencia. Cuando lo experimentas se convierte en una verdad, y empiezan a cambiar muchas cosas: entonces te desprendes de la mente.
Cuando la mente se evapora, desaparecen todos los mundos. Cuando la mente se evapora, los objetos desaparecen; entonces dejan de ser objetos. Entonces ya no sabes dónde acabas tú y dónde comienzan las cosas, entonces ya no hay fronteras. Las divisiones desaparecen.
Al principio te sientes como si todo se hubiera vuelto borroso, pero, poco a poco, te vas asentando en este nuevo fenómeno que es el de la no-mente. Las estrellas siguen estando ahí pero ahora forman parte de ti, ya no son objetos. Las flores y los árboles siguen estando ahí pero ahora florecen en ti, ya no florecen afuera. Entonces vives con la totalidad.
Se ha roto la barrera; la barrera era tu mente. Por primera vez ya no hay mundo, porque el mundo significa la totalidad de los objetos. Por primera vez hay un Universo; «universo» significa «uno». Recuerda el vocablo «uni». ¿A esto le llamas tú Universo? Estás equivocado. No lo llames Universo, para ti es un multiverso. Muchos mundos, no uno solo, no es un Universo; no todavía.
Pero cuando la mente desaparece, los mundos desaparecen. No hay objetos. Los límites se cruzan y se mezclan entre ellos. El árbol se convierte en la roca, la roca se convierte en el sol, el sol se convierte en la estrella, la estrella se convierte en la mujer que amas, y todo se mezcla entre sí. Y ahí no estás separado. Ahí lates, vibras en el centro del propio corazón. Entonces es un Universo.
La mente se evapora, los objetos desaparecen; la fuente de los sueños se desvanece. ¿Qué has estado haciendo hasta ahora? Has estado tratando de conseguir un sueño mejor. Por supuesto que ha sido en vano, pero todo el afán de la mente radica en conseguir un sueño mejor. No creas que la mente puede darte un mejor sueño: un sueño es un sueño. Aunque sea mejor, no te satisfará. No puede darte una satisfacción profunda. ¡Un sueño es un sueño!
Si estás sediento necesitas agua real, no agua de sueños. Si estás hambriento necesitas pan real, pan substancial, no un pan de sueños. Puede que durante cierto tiempo puedas engañarte, pero ¿cuánto tiempo?
Cada noche ocurre: algunas veces tienes hambre, la mente crea un sueño en el que comes manjares. Por unos minutos está bien, aun por horas, pero ¿cuánto tiempo puede durar? ¿Puedes seguir soñando ese sueño infinitamente?
Te ayuda a dormir, a que no te interrumpa el sueño. Si no, el hambre no te dejaría dormir, y tendrías que levantarte e ir a la despensa. Esto ayuda: de esta manera puedes continuar durmiendo, creyendo que estás comiendo; sin necesidad de levantarte. Pero por la mañana sabrás que la mente te ha engañado.
Toda tu vida es como un sueño, sustituyes la realidad por sueños. Así cada día todo se hace pedazos, cada día tropiezas con la realidad, porque la realidad brota por todos los sitios. ¡No lo puedes evitar! Un sueño es algo muy frágil; y la realidad lo sacude y lo rompe.
Por tu propio bien, es bueno que la realidad rompa tus sueños, que los haga añicos. Pero de nuevo vuelves a recoger sus pedazos y vuelves a crear otros sueños. ¡Déjalo ya! Ya lo has hecho muchas veces. No has conseguido nada. ¡Basta ya! Una vez que entiendes que tienes que dejar de soñar, el mundo de los objetos desaparece. El mundo estará ahí, pero no será el mundo de los objetos. Entonces todo cobra vida, todo se vuelve subjetivo.
A esto es a lo que se refieren las personas religiosas cuando dicen que todo es Dios. En realidad, ¿qué quieren decir con eso? Dios es sólo una metáfora. No hay nadie sentado en el cielo, controlando, dirigiendo, haciendo que las cosas funcionen. Dios es sólo una metáfora; una metáfora para decir que las cosas en el mundo no son cosas, sino personas. En su interior tienen una subjetividad. Todo está vivo y vibrando. Y este vibrar no es un proceso fragmentado, este vibrar es un todo vibrando.
Sientes el latir del corazón cerca del corazón, en el corazón. Pero ¿crees que ocurre sólo en el corazón? Estás equivocado; todo el cuerpo vibra. El corazón sólo lo indica; todo el cuerpo vibra. Por eso cuando el corazón se para, el cuerpo se muere. No era realmente el corazón lo que vibraba; todo el cuerpo estaba vibrando a través del corazón; el corazón era sólo un indicador.
Tú vibras, pero el todo vibra a través de ti; tú eres sólo un indicador, un corazón. El Universo vibra y late a través de ti. Tú no eres, el Universo es.
Y el Universo no es la totalidad de los objetos, es una subjetividad. Existe como una persona. Está vivo, consciente. No es una organización mecánica. Es una unidad orgánica.
Ahora intenta entender estas palabras de Sosan:
Cuando los objetos del pensamiento se desvanecen,
el sujeto pensante se desvanece;
y cuando la mente se desvanece, los objetos se desvanecen.
Las cosas son objetos debido al sujeto,
y la mente es tal debido a las cosas.
LAS COSAS ESTÁN AHÍ A TU ALREDEDOR debido a ti. Tú las atraes. Si sientes el infierno a tu alrededor, eres tú quien lo ha atraído. No te enfades por ello, no empieces a luchar contra ello; no sirve de nada. Lo has atraído tú, tú lo has invitado; ¡tú lo has creado! Y tus deseos se han realizado: lo que necesitabas, ahora está a tu alrededor. Y entonces empiezas a pelearte y a enfadarte. ¡Lo has conseguido!
Recuerda siempre que todo lo que ocurre a tu alrededor está enraizado en la mente. La mente es siempre la causa. Es el proyector, afuera sólo hay pantallas; tú te proyectas a ti mismo. Si te parece desagradable, entonces cambia la mente. Si sientes que cualquier cosa que procede de la mente es un infierno, una pesadilla, entonces abandona la mente. Trabaja sobre la mente, no pretendas arreglar la pantalla, no vayas pintándola, cambiándola. Trabaja sobre la mente.
Pero hay un problema, y el problema es que piensas que tú eres la mente. Así que, ¿cómo vas a dejarla? Sientes que puedes dejarlo todo, cambiarlo, volverlo a pintar, decorarlo de nuevo, volverlo a arreglar, pero ¿cómo vas a dejarte a ti mismo? Esta es la raíz de todo problema. Tú no eres la mente, estás más allá de ella. Has llegado a identificarte con ella, eso sí es verdad, pero no eres la mente.
Y este es el propósito de la meditación: darte pequeños vislumbres de que no eres la mente. Por unos momentos la mente para..., y ¡tú todavía estás ahí! Por el contrario, eres más, estás lleno de ser. Cuando la mente para, es como si se hubiera parado un drenaje que te estuviera constantemente drenando. De pronto la energía te desborda. ¡Sientes más!
Si te das cuenta de que la mente no está ahí, pero «yo soy», aunque sólo sea por un momento, habrás alcanzado el profundo núcleo de la verdad. Entonces será fácil abandonar la mente. Tú no eres la mente, de otra forma ¿cómo podrías abandonarte a ti mismo? Primero hay que abandonar la identificación, entonces puede abandonarse la mente.
Todo el método de Gurdjieff radica en cómo desidentificarse. La próxima vez que tengas un deseo, obsérvalo. Di para tu interior: «Voy a observar adónde va esta mente». Y al estar mirándolo sentirás una distancia. ¿Quién es este observador, el espectador? Y el deseo se mueve y crea sueños.
A veces, puede que te olvides y te vuelvas uno con el deseo. Céntrate de nuevo, mira otra vez el deseo: el deseo se mueve por sí mismo. Es como si hubiera aparecido una nube, ha surgido un pensamiento en el cielo de tu ser. Y recuerda, si puedes no identificarte aunque sea por un instante (el deseo está ahí y tú estás ahí pero hay una distancia), de repente hay iluminación, te llega una luz.
Ahora sabes que la mente funciona por sí misma, que es un mecanismo. ¡Puedes dejarla a un lado! Puedes usarla, o puedes no usarla; tú eres el maestro. Ahora el esclavo, el mecanismo, está en su lugar; ya no es el amo. Entonces es posible dejarlo. Sólo cuando eres diferente de algo, puedes abandonarlo. Meditar, atestiguar, sentarse en silencio y mirar la mente será de gran ayuda. Sin forzar, simplemente sentándose y observando. Sin hacer mucho, sólo observando, como se observa a los pájaros volando en el cielo. Sólo tumbándose en el suelo y observando, sin hacer nada, indiferente. Sin que realmente te concierna adónde van; van a su aire, van a lo suyo.
Recuerda, los pensamientos también son como los pájaros se mueven por sí mismos, a su aire. Y a veces ocurre que los pensamientos de la gente que está a tu alrededor entran en tu cielo y tus pensamientos entran en su cielo. Por eso es que a veces sientes que en presencia de alguna persona de repente te entristeces; en cambio con otra sientes cómo te sube la energía, sientes alegría y felicidad. Sólo con mirar a alguien, con estar cerca de él, cambia algo en tu estado de ánimo.
Ocurre hasta con los lugares. Entras en una casa y de repente te inunda una pesadez. Entras en otra, y de repente te sientes muy liviano, como si te hubieran salido alas, sientes que puedes volar, que no tienes peso. Penetras en un ambiente y ya no eres el mismo, algo ha cambiado. Entras en otro ambiente, y de nuevo algo vuelve a cambiar.
Esta es la base del satsang, estar en presencia de un Maestro, el cual no tiene pensamientos. Sólo con su presencia, sólo estando junto a él, a veces sus no-pensamientos, su no-mente, llaman a tu puerta. En ciertos momentos..., y no puede ser manipulado, uno tiene que esperar, uno sólo puede rezar, esperar y observar. No puede forzarse porque no es un pensamiento. Un pensamiento es una cosa, puede ser proyectado. El no-pensamiento no es una cosa, no puede proyectarse.
Un pensamiento tiene su propio movimiento y propulsión. Siempre que estés cerca de una persona que tenga muchos pensamientos, te llenará con ellos. Sólo estando cerca derramará su mente en ti; no importa si habla o no, esa no es la cuestión. Desde su cabeza están cayendo constantemente pensamientos, como chispas, por todas partes; y tú los recoges.
Y a veces hasta te das cuenta de que este pensamiento no es tuyo, pero cuando llega te llena, y te identificas con él. Esa ira no es tuya; el que estaba enfadado era otro pero tú sentiste algo dentro de ti. Alguien estaba resentido y su odio te tocó. Todo es infeccioso, y la mente es la enfermedad más infecciosa del mundo. Ningún virus puede competir con ella, infecta a todo el mundo a su alrededor.
Si pudieras ver, te darías cuenta de que de la cabeza de los demás salen chispas. Son de diferentes colores. Es por eso que muchos místicos pueden ver el aura, porque cuando se encuentran con una persona oscura, ven que su aura es oscura. Si tus ojos vieran con claridad podrías verlo. Cuando tienes una persona feliz a tu lado puedes verlo. Aunque todavía no la hayas visto, aunque llegue por detrás, de pronto sientes que hay algo feliz a tu alrededor.
Los pensamientos no son tuyos, no son tú. Cuando mueres, tus pensamientos se esparcen por todos los sitios. Ocurre así, la próxima vez que estés cerca de un moribundo, obsérvalo; es una experiencia en sí misma. Cuando un hombre se esté muriendo, siéntate y observa lo que le ocurre a tu mente. Te sorprenderás; pensamientos que nunca habías tenido antes, pensamientos a los que no estás acostumbrado, pensamientos que te son absolutamente desconocidos, de repente brotarán en ti; ¡flop! El hombre se está muriendo y arroja sus pensamientos por todas partes, igual que arroja sus semillas un árbol cuando se está muriendo. Es presa del pánico; antes de morir, el árbol tiene que soltar sus semillas para que nazcan otros.
Nunca te acerques a un hombre que se está muriendo si no eres consciente, porque si no el muerto te influenciará. Básicamente, nunca te quedes cerca de un hombre con el que te sientas oscuro, pesado, triste, a no ser que seas consciente. Pero si te das cuenta, no hay problema. La oscuridad viene y pasa; nunca te identificas con ella.
¿Has notado alguna vez, al entrar en una iglesia con la gente rezando que te sientes inmediatamente diferente? Tanta gente rezando..., aunque la oración no sea muy real, aunque sólo sea una oración dominical, pero aun así están rezando, y por unos momentos se abren las ventanas; esos momentos son diferentes. El fuego te enciende, y de repente sientes que algo en ti cambia.
¡Estate consciente! Y mira cómo entran los pensamientos en la mente, cómo te identificas y te haces uno con ellos. Y se mueven muy rápidamente, su velocidad es enorme, no hay nada tan rápido como un pensamiento. No se puede crear nada más veloz que un pensamiento. No tarda nada en llegar a cualquier sitio. Salta de una infinidad a otra; el espacio no existe para él.
Los pensamientos están ahí, moviéndose a gran velocidad. Y debido a esa rapidez no puedes ver dos pensamientos por separado. Siéntate, cierra los ojos, ralentiza todos los procesos corporales. Que la respiración se vuelva más lenta, el latir del corazón más lento, la presión sanguínea más lenta. Ralentiza todo, relájate, porque si todo va más lento, los pensamientos tendrán que ir más lentos pues todo está unido. Cuando todo se ralentiza, el pensamiento tiene que ir más lento.
Es por eso que al dormir profundamente los pensamientos paran: porque todo va muy lento y el pensamiento es algo tan veloz que se produce una ruptura y el proceso no puede continuar. El hombre está en un estado muy lento, mientras que el pensamiento es algo tan rápido que ambos no pueden continuar juntos. El pensamiento desaparece. En el dormir profundo, tan sólo por algunas horas, como mucho durante dos horas, el pensamiento se para, porque estás completamente relajado.
RELÁJATE Y SIMPLEMENTE OBSERVA: a medida que el proceso se vaya haciendo más lento serás capaz de ver espacios. Entre dos pensamientos hay un intervalo; en este intervalo habita la consciencia. Entre dos nubes hay un intervalo; en este intervalo aparece el cielo azul.
Ralentiza el proceso del pensamiento y fíjate en los intervalos, presta más atención a los intervalos que a las nubes. Cambia la atención de lugar, cambia la gestalt. No te fijes en la figura, fíjate en el fondo.
Si pongo una pizarra, una pizarra grande del tamaño de toda esta pared, la marco con un punto blanco y os pregunto qué veis, hay un noventa y nueve por ciento de posibilidades de que no veáis la pizarra, sino el punto blanco; porque vemos la figura, no el fondo. La pizarra es enorme, y aun así si os pregunto: «¿Qué veis aquí?», diréis: «Veo un puntito blanco». No se ve una pizarra tan enorme y, en cambio, se ve un puntito blanco, que es casi invisible. ¿Por qué?, porque este es el modelo fijo de la mente: mirar la figura, no el fondo, mirar la nube, no el cielo; mirar el pensamiento, no la consciencia.
Hay que cambiar esta gestalt. Préstale más atención al fondo y menos a la figura. Te acercarás más a la realidad. Esto es lo que se hace constantemente en la meditación. La mente, debido a su hábito, se fijará en la figura. Tú tan sólo vuelve a cambiar..., fíjate en el fondo.
Tú estás aquí, yo estoy aquí. Podemos mirar a los demás de dos maneras. Yo puedo mirar el fondo (en el fondo hay árboles, plantas, tierra, cielo), tienes de fondo el Universo infinito; o te puedo mirar a ti, tú eres la figura. Pero la mente siempre se fija en la figura.
Por eso ocurre que si vas a ver a alguna persona como Sosan, Jesús o Buda, sientes que sus ojos no te miran. Tú eres sólo la figura y ellos están mirando el fondo. Su gestalt es diferente. Puede que sientas que en sus ojos haya cierta frialdad porque no te prestan atención.
Tú eres sólo una nube. Para personas como Buda, cuando miran, estás ahí, pero sólo como una pequeña parte del fondo. El fondo es infinito, y eres sólo un punto. Pero a ti te gustaría que alguien te mirara, que mirara al puntito, como si fueras el Universo, como si nada existiera más allá de ti.
El amor de Buda te parecerá distante. Y tú necesitas un amor apasionado, unos ojos que te miren a ti y se olviden del todo. Eso no le es posible a un buda. Ocupas tu lugar, pero aun así eres sólo un pequeño punto. Por muy maravilloso que seas, eres sólo una parte de un fondo infinito; y no se te puede prestar toda la atención.
Por eso el ego se siente muy herido cuando está cerca de un buda, porque quiere toda la atención: «Mírame, yo soy el centro del mundo». Pero no eres el centro del mundo. En realidad el mundo no tiene ningún centro, porque un centro sólo sería posible si el mundo fuera limitado. Si fuera un círculo finito entonces podría haber un centro, pero es un círculo infinito.
Es absurdo pensar en un centro. No hay centro en el mundo; el mundo existe sin ningún centro. Y eso es hermoso. Por eso todo el mundo puede pensar: «Soy el centro». Si hubiera un centro eso sería imposible.
Por eso los mahometanos, los cristianos y los judíos no permiten afirmaciones tales como las de los hindúes, que afirman:
«Yo soy Dios; aham brahmasmi». Para ellos eso es una herejía: «¿Qué estás diciendo? Sólo Dios es el centro. Y nadie más lo es». Pero los hindúes pueden afirmar desenfadadamente: «Yo soy Dios», porque ellos dicen que no hay ningún centro o que todo el mundo es el centro.
Pero cuando pides que se te preste toda la atención, eso es la mente, el viejo hábito de la mente de no mirar el fondo y fijarse solamente en la figura.
Durante la meditación tienes que cambiar de la figura al fondo, de la estrella al firmamento. Cuanto más ocurra este giro, más sentirás que no eres la mente y llegarás a sentir más fácilmente que la puedes dejar...
Es como quitarte un vestido. Te lo has hecho tan ceñido que parece que fuera tu propia piel. Pero no lo es, es sólo un vestido; y te lo puedes quitar fácilmente. Pero hay que entender que uno es el fondo, no la figura. Y cuando esta mente se evapora, dice Sosan, el mundo objetivo simplemente se desvanece.
¿Qué quiere decir? ¿Quiere esto decir que si estás en profunda meditación, que si has alcanzado la meta de la no-mente, desaparecerán estos árboles, se desvanecerán? ¿Que entonces esta casa ya no estará aquí? ¿Que tú ya no estarás sentado aquí? ¿Que, si lo has conseguido, esta silla en la que estoy sentado se desvanecerá?
No. Los objetos desaparecen como tales. No esta silla, no este árbol; ellos permanecen, pero ahora no están limitados. Ahora ya no tienen fronteras. Ahora esta silla se encuentra enlazada con el sol y con el cielo, ahora la figura y el fondo se vuelven uno. No hay una figura separada del fondo, sus identidades han desaparecido. Ya no son objetos, porque ahora tú ya no eres un sujeto.
Krishnamurti repite constantemente algo muy hermoso: en profunda meditación el observador se convierte en lo observado. Esto es verdad, pero te parecerá absurdo. Si estás mirando una flor, ¿está Krishnamurti diciendo que te convertirás en la flor? ¿Entonces cómo vas a volver a casa? O puede que alguien venga y la arranque, y entonces te hallarás en un problema.
«El observador se convierte en lo observado.» ¿Quiere él decir que te conviertes en la flor? No; pero aun así, en cierto sentido sí. No te conviertes en la flor en el sentido de que dejes de ser un hombre y alguien te pueda arrancar y llevarte consigo. No, en ese sentido no. Pero cuando no hay mente, no existe ya ninguna línea divisoria que te separe de la flor y la flor ya no tiene ningún limite que la separe de ti. Ambos os habéis convertido en un algo subjetivo, os habéis encontrado y fundido. Tú sigues siendo tú, la flor sigue siendo la flor, nadie puede arrancarte por error, pero existe una unión.
Esto ocurre solamente algunas veces en tu vida, en algunos momentos en los que amas a alguien. Y eso también es infrecuente, porque la mente del ser humano nunca le deja ni siquiera amar. Constantemente va creando su propio absurdo, creando su propio mundo. Y al amante no se le permite una cercanía tal que llegue al fondo. La figura, el ego, está siempre entremedias. Pero algunas veces ocurre.
Desde luego ocurre a pesar tuyo. Es tan natural que, aun a pesar de todas las objeciones, a veces la realidad se topa contigo. A pesar de todas tus medidas, a pesar de todos tus sueños, a veces te penetra, a veces no estás suficientemente protegido. A veces te olvidas, o estás tan ocupado en algo que se abre alguna ventana, de forma que la realidad entra cuando tú no estás mirando.
En algunos momentos de amor, esto ocurre: que el observador se convierte en lo observado. Esta es una hermosa meditación: si amas a alguien, siéntate con esa persona y miraos a los ojos; sin pensar nada, sin pensar en quién es esa persona, sin crear un proceso de pensamiento, sólo mirándoos a los ojos. Puede que haya algunos vislumbres en los que el observador se convierta en lo observado, en los que te perderás y no sabrás quién eres; no sabrás si tú te has convertido en el amado o el amado se ha convertido en ti. Los ojos son unas puertas maravillosas para entrar el uno en el otro.
¿Y por qué digo que sólo es posible en el amor? Porque sólo en el amor dejas de estar a la defensiva. Te relajas. No tiene miedo del otro, puedes ser vulnerable, puedes permitírtelo. De otra forma uno está siempre a la defensiva, porque no sabe qué va a hacer el otro, no sabe si le hará daño. Y si no estás a la defensiva, el otro te puede herir gravemente.
En el amor os podéis mirar a los ojos el uno al otro. Habrá momentos en los que el fondo y la figura se disuelvan el uno en el otro. Se te removerán hasta los mismos cimientos. De repente verás que no eres, y aun así eres. En alguna parte, en lo más profundo, ha habido un encuentro.
Esto le ocurre a un verdadero meditador con el propio Universo: no es que se convierta en un árbol, pero aun así se convierte en un árbol. Cuando está con un árbol, no hay ninguna división. Y cuando se armoniza con esta tierra sin fronteras, entonces se mueve sin fronteras.
Este es el significado de Sosan. Cuando la mente desaparece, los objetos se desvanecen. Cuando los objetos se desvanecen, tú te desvaneces, el ego se desvanece. Todo está relacionado.
Entiende la relatividad de ambos,
así como la realidad básica: la unidad del vacío.
Tu EXISTES debido a los objetos de tu alrededor. Tus límites existen debido a los límites del resto de las cosas que te rodean. Cuando ellas pierden sus límites, tú pierdes los tuyos; sois relativos uno con respecto al otro, estáis juntos.
Tu mente y tus objetos externos están unidos, hay un puente entre ellos. Si desaparece una orilla, el puente se derrumba. Y con el puente también desaparecerá la otra orilla, porque no hay ninguna posibilidad de que exista una orilla sin la otra. Este es el significado de la relatividad.
Y entonces existe una unidad; la unidad del vacío. Tú estás vacío y la flor está vacía, si la flor no tiene ninguna línea divisoria, ¿cómo va a existir un centro? Esta es una de las cosas profundas de las que Buda ha llegado a darse cuenta, y solamente los budistas lo han expresado de una forma tan hermosa. Dicen que no hay alma, que no hay ser.
Y esto ha sido muy mal interpretado, porque los hindúes alegan que toda su religión se basa en el alma, en el ser, el ser supremo. Y Buda dice: «Cuando no existe ninguna línea divisoria, ¿cómo va a existir el ser?». Cuando no hay delimitación y la mente se ha quedado en silencio total, ¿cómo puede existir el «yo»? Porque el «yo» es un ruido. ¿Cómo puedes decir «yo soy» cuando es el todo? Cuando la figura y el fondo se han hecho uno, ¿cómo puedes decir «yo soy»?
Este es el vacío de Buda; anatma. Esta palabra es hermosa: anatma, no-ser. Ya no eres y aun así eres. Realmente, por primera vez existes como el todo, pero no como el individuo, no como lo definido, lo demarcado, lo delimitado. Existes como el todo, pero no existes como un individuo, no como una separación demarcada, definida. Ahora ya no eres una isla, eres la vasta expansión del vacío.
Y lo mismo pasa con la flor, lo mismo pasa con el árbol, con los pájaros y los otros animales, con las rocas, con las estrellas y con el sol. Cuando tu ser desaparece, desaparece el ser de todas las cosas, porque. ellas eran el reflejo de tu ser, eran el eco de tu ser resonando en el Universo, eran el reflejo de tu locura. Ahora ya no esta ahí.
Sosan está diciendo que cuando hay vacío hay unidad. Si tú eres, ¿cómo puede haber alguna unidad? Tu propio estar separado crea la separación.
Los musulmanes dicen que aman a los hindúes, que son hermanos; los cristianos dicen que aman a los judíos, que son sus hermanos. Todos son hermanos, ¿pero cómo puedes ser hermano de alguien siendo cristiano? ¿Cómo puedes ser hermano de alguien siendo hindú? Tu demarcación, tu delimitación contiene en sí misma la enemistad. Como mucho, puedes tolerar al otro, pero no puedes ser uno con el otro. Y llamarle «hermano» no sirve de nada, porque nadie se pelea tan ferozmente como lo hacen los hermanos.
Al decir que soy hindú, me estoy separando del todo. Al decir que tengo poder, me estoy separando del Universo. Al decir que soy extraordinario, me estoy separando a mí mismo del Universo. Esto es lo que dice Chuang Tzu: sé simple, normal. Quiere decir: no te separes de ninguna manera, no hagas definiciones concisas acerca de ti mismo. Vive con límites flexibles, que estén siempre dispuestos a encontrarse y fundirse.
Entiende la relatividad de ambos,
así como la realidad básica: la unidad del vacío.
En este Vacío ambos son indistinguibles...
No se les puede distinguir, no se les puede sentir como algo separado; separado del otro. Están separados, pero su separación es algo totalmente diferente. Puedes distinguirla, pero esa no es la separación del ego. Es como una ola en el océano. Puedes distinguirla. La ola es la ola, no el océano; y aun así es el océano. La ola no puede existir sin el océano. El océano la origina, el océano la hace surgir, el océano ondea en ella, el océano late en ella. Como forma está separada, pero como existencia no lo está. Tú sigues estando separado, y aun así no lo estás. Esta es la paradoja más fundamental que un hombre llega a experimentar cuando experimenta el no-ser, anatma.
...y cada uno contiene en sí mismo el mundo entero.
No estando separado, no pierdes nada, ganas el todo. Y siempre tienes miedo de perder. Siempre piensas: «Si me pierdo a mí mismo, entonces dejo de ser. ¿Y qué voy a ganar con ello?». Te pierdes a ti, pero ganas el todo. Y no pierdes nada más que tu desdicha, tu angustia, tu ansiedad. ¡Qué otra cosa puedes perder! No tienes nada que perder excepto tu sufrimiento, tu esclavitud.
...y cada uno contiene en él mismo el mundo entero.
Cuando te pierdes a ti mismo, te conviertes en el mundo entero. Todo es tuyo. Sois mendigos debido a vosotros mismos; podéis ser emperadores. La mente es la escudilla con la que pedís.
He oído una historia sufí. Es una de las más antiguas enseñanzas sufíes.
Un mendigo llegó al palacio de un emperador. El emperador estaba en el jardín, así que le oyó llegar. El guarda de la entrada le fue a dar algo, pero el mendigo le respondió: «Espera, tengo una condición: yo sólo acepto limosna de los amos, nunca de los sirvientes».
El emperador lo oyó. Estaba paseando cerca de allí, así que salió a ver a este mendigo, pues normalmente los mendigos no ponen condiciones. ¿Cómo vas a poner condiciones si eres un mendigo? Pensó: «Este mendigo es realmente extraño». Así que salió a verle; y realmente este era un mendigo extraño. El emperador nunca había visto antes a un hombre que tuviera tal aspecto de emperador; él no era nada comparado con el mendigo. Este hombre estaba rodeado de cierta gloria, de cierta gracia. Sus ropas eran casi andrajos, iba casi desnudo, pero la escudilla que llevaba era muy bonita.
El emperador preguntó: «¿A qué viene esa condición?».
Y el mendigo contestó: «A que los sirvientes también son mendigos y yo no quiero abusar de nadie. Sólo los amos pueden dar. ¿Cómo van a dar los sirvientes? Pero si puedes dar, da y yo lo aceptaré. Pero luego tengo otra condición: que mi escudilla debe quedar totalmente llena». ¡Una escudilla tan pequeña! El emperador soltó una carcajada y dijo: «Debes de estar loco, ¿acaso crees que no voy a poder llenarla?». Y le ordenó a sus ministros que trajeran piedras preciosas, únicas, incomparables, y que llenarán la escudilla de este mendigo.
Pero pronto se hallaron en dificultades, ya que en cuanto empezaron a llenar la escudilla, las piedras caían en ella y sin hacer ningún sonido, simplemente desaparecían. La escudilla seguía estando siempre vacía. Entonces el emperador se halló en un dilema. Su ego estaba en juego: ¡él, un gran emperador que gobernaba todas esas tierras, ni siquiera podía llenar una pequeña escudilla! Y ordenó: «¡Traedlo todo si hace falta, pero hay que llenar esta escudilla!».
Trajeron todos sus tesoros..., durante días vaciaron todas sus arcas, pero la escudilla seguía vacía. Ya no quedaba nada. El propio emperador se había convertido en un mendigo, lo había perdido todo. El emperador se postró a los pies del mendigo y le dijo: «Ahora yo también soy un mendigo y sólo te pido una cosa: ¡enséñame el secreto de esta escudilla, parece mágica!».
El mendigo dijo: «No hay ningún secreto. Está hecha de mente humana. No hay nada mágico en ella».
La mente humana no es otra cosa que esta escudilla. Aunque sigas llenándola, siempre permanece vacía. Aunque le eches el mundo entero, aunque le eches todos los mundos, simplemente desaparecerán sin hacer un solo ruido. Por mucho que le des, ella sigue pidiendo.
Dale amor, y aparecerá la escudilla del mendigo, y tu amor desaparecerá. Dale la vida entera, y ahí estará la escudilla, mirándote con ojos de queja y diciéndote: «No me has dado nada, aún estoy vacía». La única prueba de que he recibido algo es ver que la escudilla se llena; y sigue vacía. Por supuesto, esta lógica es aplastante: no has dado nada.
Has logrado muchísimas cosas, y todas han desaparecido en la escudilla del mendigo. La mente es un proceso autodestructivo. Hasta que la mente no desaparezca seguirás siendo un mendigo. Todo lo que obtengas será en vano; seguirás estando vacío. Y si disuelves esta mente, el vacío te llenará por primera vez. Ya no serás, pero te habrás convertido en el todo. Si eres, seguirás siendo un mendigo. Si no eres, te conviertes en un emperador. Por eso, en la India, a los mendigos les llamamos swamis. Swami quiere decir: maestro, emperador. No puedes encontrar una palabra mejor para los sannyasin.' Cuando yo pensaba en qué nombre darle a los nuevos sannyasin, no pude encontrar ninguno mejor. Swami es el mejor.
Significa: uno que se ha disuelto a sí mismo tan totalmente que ya no es; uno que se ha convertido en el mundo entero, en el maestro de todo. De otra forma hasta los emperadores siguen siendo mendigos. Siguen deseando, pidiendo y sufriendo.
Si no haces ninguna discriminación entre burdo y sutil
no te tentarán el prejuicio y la opinión.
SI NO HACES NINGUNA DISTINCIÓN entre burdo y sutil, entre bueno y malo, hermoso y feo, esto y aquello; si no haces ninguna distinción, si no discriminas, simplemente aceptas el todo como es. No pones tu mente en ello, no te vuelves un juez. Simplemente dices: «Así es».
La espina está ahí, tú dices: «Así es». La rosa está ahí, tú dices: «Así es». Un santo está ahí, tú dices: «Así es». Un pecador está ahí, tú dices: «Así es». Y el todo sabe; nadie más puede saber por qué existe el pecador. Debe de haber una razón, pero ese es un misterio del que se tiene que ocupar el todo, no es para que te preocupes por él. El todo deja que nazcan santos y pecadores, espinas y rosas; sólo el todo sabrá el porqué. Simplemente entra en el todo y no hagas ninguna distinción. Tú también sabrás por qué, pero solamente cuando te hayas convertido en el todo.
El misterio se resuelve cuando tú mismo te has convertido en el misterio. No lo puedes resolver mientras sigas siendo tú mismo. Si sigues siendo tú mismo te convertirás en un gran filósofo. Tendrás muchas respuestas y ninguna; tendrás muchas teorías pero no la verdad. Pero si te conviertes en el propio misterio, entonces sabrás. Pero este conocimiento es tan delicado que no puede decirse con palabras. Este conocimiento es tan paradójico que desafía todo lenguaje. Este conocimiento es tan contradictorio (porque los opuestos pierden sus demarcaciones, se vuelven uno) que ninguna palabra puede expresarlo.
La figura es la palabra y el fondo es el silencio. En este conocimiento la figura y el fondo se han vuelto uno, el silencio y la palabra se han hecho uno. ¿Cómo podrías expresarlo? Y aun así tiene que ser expresado, porque hay muchos que están sedientos de ello. Con sólo oír hablar acerca de ello, puede que el corazón de alguien se ponga en marcha. Por eso Sosan está diciendo todo esto.
Sosan sabe que no puede ponerse en palabras, porque siempre que dices algo tienes que discriminar. Siempre que dices algo tienes que elegir una palabra. Siempre que tienes que decir algo, prefieres esto a aquello, y de esa forma entra la mente. Pero nadie lo ha intentado de mejor forma que Sosan. Él es incomparable. No puedes encontrar a ningún otro hombre que haya puesto tan bellamente este silencio en palabras. Hasta Buda se sentiría celoso. Este Sosan es verdaderamente un Maestro; un Maestro del silencio y un Maestro de las palabras. Él ha puesto en este mundo algo que no pertenece a este mundo. Él ha puesto en palabras la experiencia de su profundo silencio.
Escucha sus palabras; no sólo las escuches, absórbelas. Deja que se disuelvan en tu corazón. No las memorices. Deja que entren en tu ser y se conviertan en tu propia sangre, en tus propios huesos. Absórbelas, aliméntate con ellas, digiérelas, y olvídalas.
Estas palabras tienen un tremendo poder de transformación.
Vivir en el Gran Camino
no es ni fácil ni difícil,
pero aquellos que tienen una visión limitada
son miedosos e indecisos:
cuanto más se apresuran, más lentos van,
y el apego no tiene límites;
estar apegado, aunque sea a la idea de la iluminación,
es desviarse.
Deja que las cosas sean a su manera
y no habrá ni ir ni venir.
Obedece a la naturaleza de las cosas (tu propia naturaleza)
y andarás libre y tranquilo.
Cuando el pensamiento está cautivo, la verdad se oculta,
pues todo es oscuro y confuso,
y la gravosa práctica de juzgar
trae consigo irritación y hastío.
¿Qué beneficio se puede sacar
de las distinciones y las separaciones?
Si deseas ir por el Camino único,
no desprecies ni siquiera el mundo
de los sentidos y las ideas.
En realidad, aceptarlo plenamente
es idéntico a la verdadera Iluminación.
El hombre sabio no persigue ninguna meta,
pero el tonto se encadena a sí mismo.
Hay un Dharma, una verdad, una ley, no varias;
las distinciones surgen
por las tenaces necesidades del ignorante.
Buscar la Mente con la mente discriminatoria
es el mayor de los errores.